La cantera del flamenco

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Thiago Vásquez, tocaor de Río de Janeiro, y los jerezanos Gema Blanco y Juan Núñez son tres ejemplos de apasionados por la música flamenca desde la cuna que buscan abrirse hueco entre los profesionales del arte jondo.

Llevan el flamenco en la sangre. Desde que eran críos no han dejado de dejarse llevar por la armonía del cante, el compás del baile y el ritmo de las seis cuerdas. Los jóvenes del mañana tratan de hacerse un hueco en Jerez a través del flamenco, una música que rompe fronteras allá donde se escucha, donde se siente o donde se vive. Thiago, Gema y Juan son tres ejemplos. Viven en una ciudad donde respiran por y para el arte jondo. El Tabanco Cruz Vieja y su Ateneo Cultural Andaluz les han dado la oportunidad a través de un certamen de mostrar su pasión por una música que hacen suya, una melodía por la que beben para seguir aprendiendo paso a paso y romper fronteras el día de mañana.

El brasileño Thiago Vásquez nació en Río de Janeiro hace 35 años. Una ciudad que se acuesta y se levanta con música. Lo primero que tocaron sus manos fue una guitarra, un instrumento que aprendió a dominar de manera autodidáctica y que sintió gracias a cinco discos de vinilo entre los que estaban los acordes del Morao, Parrilla o Paco de Lucía. Vive en Jerez desde hace siete años, una ciudad de la que se enamoró y en la que quiere vivir hasta el final de sus días. “La familia de mi padre es canastera de Sevilla. Tengo una conexión especial con Andalucía, en concreto con Sevilla y Jerez. Admiro a Sevilla, pero con todo mi respeto a aquella ciudad, cuando llegué por primera vez a Jerez, me sentí muy feliz con la gente, su ambiente, y me dije a mí mismo que este es el lugar en el que quiero morir”.

De aspecto jovial, compagina su talento musical con su papel de profesor de inglés y portugués, además de ofrecer la oportunidad, desde el Ateneo Cultural Andaluz, a todo aquel artista que desee demostrar su talento en relación con la música jonda. “Tengo amigos que saben mucho más de bossa-nova que yo. Yo puedo tocar por bulerías, soleá o seguirillas, pero en cambio no domino la música de mi país. Soy un aficionado al flamenco, he estudiado sus orígenes. La base de la guitarra la cogí de mis padres, aunque luego estudié música clásica en el Conservatorio de Brasil. Unos estudios que me abrieron la mente, hay que tener una base fuerte para el flamenco y saber lo que estás haciendo”.

Esfuerzo y dedicación, dos aspectos esenciales en la vida de Thiago, un camino en el que le acompaña su fiel escudera, la guitarra flamenca, esa de la que bebe y aprende cada vez que la toca. “Hay que estudiar la música, el flamenco, sobre todo. En Jerez tenemos que trabajar un poco más porque hay cantaores que solo saben cuatro palos y cuando vas a otros lugares conocen más”.

Gema Blanco Amador (Jerez, 1987) recuerda con alegría su idilio con el flamenco. Cuando era tan solo una cría a su casa llegaba muchas veces la presencia de Camarón de la Isla. Su tío Bastián ha compuesto algunas piezas para el rey de la Isla, además de para otros grupos como Maite Vende Cá. “Vivía con mi familia en una casa de vecinos y siempre había baile. Si estábamos en casa comiendo, a lo mejor mi tío componía algo y me hacia el soniquete en la mesa mientras yo me arrancaba a bailar. En aquella casa hablábamos de Camarón, de flamenco, surgía el alma por esa música”. Ganadora del primer certamen flamenco del Tabanco Cruz Vieja, no comenzó su andadura en el cante hasta pasados unos años. En las reuniones familiares siempre se arrancaba a bailar hasta que se dio cuenta que lo suyo era el cante. “Nunca he querido quedarme estancada. Me gusta hacer la música a mi estilo. Si escucho un cante lo hago a mi manera. El sentimiento que pongo a las canciones es solo mío, de nadie más”.

Nunca ha dejado de trabajar por y para el flamenco. Pese a nacer en Jerez, cuna del flamenco, sueña algún día con salir de la ciudad y llevar la música que la inspira a otros lugares. “Para ser artista hay que andar mucho. Yo soy una persona humilde y muy aficionada al flamenco. En Jerez hay muchos cantaores, pero yo siempre pongo mi estilo, saco todo lo que llevo dentro. Llevo ya varios años metida en el cante y tienes que levantarte cada día para seguir luchando, no puedo estar sin cantar”. Admiradora de Luis de la Pica, de quien dice que es el número uno, no olvidará nunca la primera vez que se subió a un escenario. “Ahora no me pongo nerviosa porque estoy segura de lo que voy a hacer. La primera vez que me tocó subir estaba rígida, solo tocaba las palmas sin decir nada ante 150 personas, ahora veo al público y me lo como. Ojalá me saliera la opción de salir fuera y darle a esa gente que me viera lo que yo siento”.

Cuando se sube al escenario, Juan Núñez Peña (Jerez, 1989) saca el animal que lleva dentro. Desde chiquitito ha mamado de la teta del flamenco ya fuera en algún bautizo o cualquier fiesta a la que iba con su familia. Jerez es su tierra, un lugar en el que la bulería es la estrella, aunque él prefiere más la soleá. “Este año he debutado por primera vez en un teatro, fue en Lebrija junto a Pepe el Marismeño y Capullo. No se me va a olvidar nunca ese debut porque para un principiante como soy ha sido una experiencia preciosa”. A pesar de quedar segundo en el certamen, él prefiere aprender de la música flamenca y de aquellos que le rodean, aunque según él, se apueste poco por el flamenco en la actualidad. “El flamenco puro se está olvidando y se apuesta más por lo comercial, yo no considero a eso música flamenca de verdad. Hay que apostar por el flamenco de toda la vida. Saber cantar es complicado, tienes que tener una base porque cantaor no te haces de la noche a la mañana”. En un futuro le encantaría dedicarse al flamenco, aunque sabe que será un camino duro, un sendero en el que el estudio de la voz y la música serán sus fieles compañeros. “Ojalá en un futuro pueda dedicarme a ello. Ahora quiero seguir estudiando y trabajando la voz. El flamenco es algo que se mama desde que eres niño”.

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