Cercano, respetuoso y dueño de una voz que traspasa fronteras
Por casi un cuarto de siglo, Jesús Ruiz Cabello —Jesús Méndez en el escenario— ha llevado el cante flamenco a medio mundo. A sus 41 años, defiende la ortodoxia del género —"el cante por derecho es lo que más me llena"—, pero no rechaza las nuevas formas. Cercano, familiar y disciplinado, vive el arte desde la naturalidad y la humildad, con un respeto absoluto a sus raíces jerezanas.
No veía un futuro en los escenarios; como todos los niños su día a día era jugar con sus amigos en la barriada de La Granja. Las circunstancias le fueron llevando por el difícil sendero del flamenco. De trabajar como pinche con su padre —la cocina le gusta—, hasta recibir las felicitaciones del rey emérito en la India, Jesús Méndez se descubrió con un eco de cante añejo que muy pocos pueden expresar. Un privilegiado.
Su historia empezó en la peña Don Antonio Chacón, donde debutó casi por casualidad. Desde entonces, ha compartido escenario con primeras figuras y atesora momentos que guarda como tesoros, como la memorable actuación junto a El Torta en el Teatro Villamarta.
Cercano, respetuoso con la tradición y dueño de una voz que traspasa fronteras, Jesús Méndez continúa su camino sin prisas, con la certeza de que en el flamenco, como en la vida, la pureza nace de lo más profundo del corazón.
P. Con raíces familiares flamencas, parece inevitable que desde niño estuviera empapado de este arte.
R. Por supuesto. El cante lo llevo desde que nací, desde que tengo uso de razón. Crecí en un ambiente muy aficionado; mi padre Francisco Ruiz Méndez regentaba El Coto y en mi familia siempre hubo fiestas flamencas. Íbamos a los Jueves de Cádiz, a los Viernes Flamencos de Jerez, a la Fiesta de la Bulería, a las peñas… Así comencé a vivir más intensamente este mundo, hasta llegar a la profesión.
"Sin darme cuenta, estaba viviendo en hoteles y conociendo el mundo entero. Fue como sacar a un niño de su barriada de golpe"
P. Pasar de la afición a lo profesional, ¿fue un salto importante?
R. La vocación no la tenía, la verdad. Era un niño que jugaba con sus amigos en La Granja, donde me críe. Iba a El Coto a ayudar a mi padre y, de repente, Miguel Salado me llamó para debutar en Don Antonio Chacón, donde también lo hizo Terremotito. Todo fue muy rápido: trabajé con Fernando Moreno, luego con Gerardo Núñez, y comenzamos giras internacionales. Sin darme cuenta, estaba viviendo en hoteles y conociendo el mundo entero. Fue como sacar a un niño de su barriada de golpe.
P. En todo este recorrido, ¿cuánto ha aprendido?
R. Viajando conoces mundo y aprendes los códigos del flamenco, que sí existen aunque no lo parezca: respeto a los compañeros, especialmente a los de más edad, y aprovechar para aprender de ellos.
P. ¿El mundo quiere flamenco?
R. Totalmente. Fuera de España, el flamenco es la música que nos representa. En el extranjero hay un cariño enorme: lo notas antes, durante y después de la actuación. Quieren fotos, conversar… Y eso ocurre en todas partes: Turquía, China, Estados Unidos… En la India actué en un acto promovido por España donde estuvo el rey Juan Carlos I al que dediqué una letra que le entusiasmo; me felicitó muy efusivamente.
"El cante lo llevo desde que nací, desde que tengo uso de razón"
P. En esos países, quizá entienden la música, pero no la letra.
R. Exacto. Por eso el baile y la guitarra tienen más puertas abiertas fuera. El idioma es un hándicap, pero la transmisión es universal. Si en una seguiriya cantas de verdad, el dolor se siente aunque no entiendan las palabras.
P. ¿Adapta el repertorio cuando canta fuera?
R. No. Canto lo mismo que aquí. El público extranjero merece lo que ha pagado, y yo doy todo en cualquier escenario.
P. ¿Le atraen las nuevas formas de flamenco?
R. Podría hacerlo; hoy en día grabar es fácil. No es que no me guste, pero no lo siento al cantarlo. He grabado rumbas o tanguitos cuando me apetecía, pero el cante por derecho es lo que más me llena.
P. ¿Pesa el apellido Méndez?
R. Más que pesar, es una gran responsabilidad. Me ha abierto muchas puertas, porque es un sello de garantía que después hay que defender.
"El público merece lo que ha pagado, y yo doy todo en cualquier escenario"
P. ¿Su agenda le permite estar con la familia todo el tiempo que desea?
R. Sí. Ahora me centro más en actuaciones en solitario. Ya no trabajo tanto con compañías, que me llevaban lejos durante semanas. Ahora son viajes de ida y vuelta o, como mucho, un par de días fuera.
P. No le gustan los viajes largos.
R. No. Me he acostumbrado a mi ritmo actual, aunque me encanta conocer otras culturas.
P. ¿Se considera un purista?
R. Como decía Camarón, puro es lo que sale del corazón. Nadie tiene la llave de la pureza en el cante. Hay que estar abierto, porque si te cierras, te pierdes mucho.
P. ¿Tiene una meta concreta?
R. No. Creo que todo está en manos de Dios. Yo trabajo para estar a la altura, y lo que venga, bienvenido sea.
"Más que pesar, el apellido Méndez es una gran responsabilidad"
P. Estar donde está no es casualidad: trabajo, dedicación, perseverancia…
R. Claro. Hay quien me dice: “A ver cuándo pegas el pelotazo”. Y yo pienso: en el flamenco ya lo pegué hace años. He cantado en los festivales más importantes y con artistas de primera. Eso ya es un privilegio.
P. ¿Cuál es el momento más especial que ha vivido en su carrera?
R. Cantar con El Torta en el Teatro Villamarta. En mi tierra, con ese genio motivado… algo histórico para mí.
