Un momento de un concierto de Fadaul et les Privileges.
Un momento de un concierto de Fadaul et les Privileges.

Siendo conscientes del carácter localista en nuestro juicio acerca de las agrupaciones, que con mayor o menor éxito, han recorrido la escena andaluza, nos parece adecuado subrayar el elemento irracional que supone nuestra crítica. Ese sentimiento irracional por lo andaluz, esa preferencia por el acento de casa e incluso, una cierta condolencia por lo que pudo ser aquella mítica banda, de no haber nacido en tierra yerma (desde la óptica progresiva). ¿Qué hubiera sido de unos supuestos Smash con bandera británica? Porque aunque las comparaciones sean odiosas, a veces nos toca defender lo nuestro. Triana bien podrían ser los Pink Floyd españoles. Imán hubiesen podido ser los Génesis. Otras veces nos aferramos a lo imposible; The Doors le robaron un par de acordes a Sabicas o Waters movió cielo y tierra por colaborar con Jesús de la Rosa.

Valoramos nuestro producto, faltaría más. Aunque a veces, hemos podido llegar a sobrevalorar una buena parte de las bandas que han recorrido el territorio nacional. ¿No le parece? Hagamos el ejercicio de conciencia. Barón Rojo son brutales, pero no son Led Zeppelin. ¿Qué podemos decir de Triana que usted no sepa? Todo bueno, sin duda. Aunque quizá no sean King Crimson. Smash cantaron por Dylan, pero ahí quedó todo. Ciertamente el carácter localista de sus composiciones, es un punto clave en la elaboración de nuestro juicio regional. Aunque no sólo parece remitir a un único factor. Una exploración más detallada revela otros muchos. Ya lo apuntábamos al principio del artículo. El que más atención nos merece, dado la temática de nuestro artículo de hoy es la cierta condolencia por la producción cultural en nuestra tierra, que parece estar en la base de cualquiera de nuestras opiniones.

Es muy difícil producir en España. Son demasiados los obstáculos con los que se encuentran nuestros artistas para componer, editar o publicar su obra. Así ha sido siempre. Tanto, que parece adecuado profesar cierta empatía por los autores nacionales. Ellos son los que a fin de cuentas, se enfrentan a una cantidad desmesurada de obstáculos y quebraderos que terminan por materializarse en un LP que, como bien dijo algún crítico con cierta frivolidad, suena a lo que tiene que sonar sin más ni menos.

Ahora bien, ocurre que en otras tierras el contexto andaluz, bien podría ser considerado cómo el Londres de mediados de los 70. Una tierra dónde la producción rockera es de tal excepcionalidad y complejidad como la apnea en alta mar para el iniciado. Hoy en Gypsy le hablamos de uno de los máximos exponentes del rock progresivo marroquí. Fadaul et les Privileges.

Poco se sabe de esta mítica banda. Apenas unos datos, una reconstrucción reinterpretada de unos hechos que bien jamás pudieron ocurrir, pero que desbordan una de las historias más emblemáticas que el rock haya visto en mucho tiempo.

Nos remontamos a Hassan II. Un moderno Marruecos se abre al mundo. La inagotable globalización se aferra la tradición musulmana, a la que amenazaba con la voracidad de un león hambriento. Se cuenta, que hubo quien lució su pantalón de campana camino del mercado, e incluso a la mezquita. Eran tales los nuevos tiempos, que los peluqueros se afanaban por asimilar el corte afro, muy demandando en las grandes urbes. En una de ellas, en Casablanca. Un grupo de jóvenes inquietos decidieron formar una banda al aliento de los grandes conjuntos internacionales. Fue a principios del los 70. Nada se sabe de ellos. Excepto naturalmente que su carismático líder tenía por apellido Fadaul. También que cantaban la mayor parte de sus canciones en darija - el dialecto árabe que se habla en Marruecos - así como el poco o nulo éxito que la banda cosechó estando activa. Tras una breve actividad, se pierde el rastro del grupo soterrado para la eternidad en alguna casa de discos de Marrakech.

Recientemente una profunda investigación de una productora germano-francesa, logró arrojar mayor luz a nuestras incógnitas. Además de publicar al menos un álbum que se le atribuye a la banda con cierta seguridad.

A pesar de que Fadaul murió en 1991, a la edad de 50 años, con más pena que gloria. Sus familiares le recuerdan como un tipo bastante excepcional. Se cuenta que siendo muy joven emigró a Francia (hay quien dice que estuvo en Alemania e incluso Estados Unidos) dónde trabajó en un puesto de baja cualificación unos años, antes de volver a su país natal. A su regreso, Fadaul trajo no sólo unos ahorrillos, sino quizá algo cuyo valor resultó ser inestimable. Fadaul representaba  la modernización del hombre marroquí, en el más amplio conjunto de su semántica. Con ese sonido eléctrico y funk que no pasa desapercibido, por lo excelente de su calidad. Muy recomendable " Darham ghaddar" o "Sid Redad". Unas canciones que desbordan la energía de aquel que goza de la más plena de las libertades.

Además de cantar y componer canciones, Fadoul fue actor de teatro, artista de circo, pintor y hasta compositor de anuncios para diversas marcas de zumos en televisión marroquí.

Fadaul tiene un sonido auténtico y muy carismático, tanto que se le ha bautizado como el James Brown marroquí. Juzgue usted mismo. Fadaul jamás fue famoso, nunca pudo vivir exclusivamente de su música y su contribución sonora, no deja de ser nimia. Es un ser absolutamente prescindible en lo musical, que murió pronto por motivos de los que ni su familia se atreve a mencionar. El ritmo moderno lo engulló. Condenándole al olvido. Sin embargo la conciencia del tiempo no parece ser la misma en el concurrido Marrakech o en la preciosa Casablanca. Incluso nos preguntamos hasta que punto Fadaul quiso ser recordado. Al menos desde la óptica occidental de la neurótica permanencia. Mientras tanto Fadaul parece esperar ensayando las notas de su nuevo anuncio de jugos concentrados.

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Carlos Domínguez Rico

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