El último combate

Los videoclubes en las décadas de los 80 y los 90 jugaron un papel cultural fundamental para nuestra sociedad. Eso, aparte de ser indiscutible, es algo que jamás se les ha reconocido. En enero se perdió uno de los últimos de Andalucía, Videofuturo en Ronda

Fachada del desaparecido Videofuturo, en Ronda, en una imagen de Google.
Fachada del desaparecido Videofuturo, en Ronda, en una imagen de Google.

Hubo un tiempo, para los cinéfilos y cinéfagos de todo pelaje, que visitar el videoclub era como practicar un rito, una devoción, una ceremonia profana y carnal. Perdernos por aquellos pasillos, rodeados de estanterías repletas de carátulas de mil colores, formas y figuras, ver cada cinta, una a una, con ganas de llevártelas todas a casa y ponerlas sin parar en el reproductor de videocassette, era una experiencia vital que formaba parte esencial de nuestro existir cotidiano…

Los videoclubes en las décadas de los 80 y los 90 jugaron un papel cultural fundamental para nuestra sociedad. Eso, aparte de ser indiscutible, es algo que jamás se les ha reconocido. No sólo se iba allí a alquilar películas, se iba a hablar sobre cine (se organizaban infinitas tertulias en torno a los mostradores), y ya, de paso, se hablaba de mil cosas más. Incluso muchos de ellos organizaban proyecciones y presentaciones para sus socios, video-forums, debates... Muchos de aquellos establecimientos eran auténticos centros socioculturales que dinamizaban barrios enteros y que utilizaron al cine como herramienta de desarrollo comunitario.

Parece que fue hace un siglo, pero fue antes de ayer cuando los videoclubes formaban parte del paisaje urbano de cualquier ciudad o pueblo de nuestro país. Desde que se abrió el primer videoclub en España, en 1979 en Barcelona, fueron miles y miles los que se abrieron en aquellos años del VHS. Incluso fueron el germen de fenómenos como el Video Comunitario, la versión cañí (y cutre) de una TV por cable que, por aquellos años, aún no había llegado a nuestro país. Pero poco a poco aquella fiebre, aquella efervescencia, fue siendo sustituida (arrinconada) por internet, las descargas ilegales, las plataformas de visionado on-line… En 2005 apenas quedaban 7.000 videoclubes en España, hoy quedan poco más de 200. Los irreductibles, los que mantienen viva la llama a pesar de que para el sector ya parece ser la crónica de una muerte anunciada…

A finales de enero de este mismo año cerraba Videofuturo, un videoclub de Ronda que llevaba abierto desde 1985. El último de la ciudad y uno de los últimos de Andalucía. El canto de cisne de un negocio que cumplió una función social inestimable  en una época histórica trascendental para nuestra tierra. Es curioso hablar de cierre de un negocio que lleva la palabra futuro en su nombre, precisamente lo que parece que ya no existe para estos videoclubes que, no hace mucho, eran como un paraíso terrenal para muchos de nosotros. Pero aunque algunos queden, todo parece indicarnos que se aprestan a librar un último combate, una postrera batalla de final predecible, y fatídico…

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Joaquín Díaz Cáceres

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