El médico merece ser más conocido por lo mucho que aportó a la sanidad española y andaluza entre fines del XIX y principios del XX. Entre otras cosas, en 1904 logró que se aprobara en España la primera Ley de Protección a la Infancia.

Si uno pasea por detrás del santuario de Regla en Chipiona, un paseo con preciosas vistas, por cierto, a pocos metros se encuentra con la residencia infantil San Carlos, con un moderno albergue de la Junta de Andalucía después y justo al lado con unos pabellones de estilo neomudéjar recientemente restaurados salvo uno de ellos, precisamente el más antiguo, que se encuentra en estado ruinoso. Son los pabellones del antiguo sanatorio marítimo de la localidad, fundado entre 1892 y 1897 por el doctor Tolosa Latour, un médico adelantado a su tiempo cuyo nombre llevan dos calles en nuestra provincia, una en la propia Chipiona, que lo nombró hijo predilecto en 1906, y otra en la capital, Cádiz.

Manuel Tolosa Latour (1857-1919), que dio al sanatorio chipionero el nombre de Santa Clara en honor a su madre, merece ser más conocido por lo mucho que aportó a la sanidad española y andaluza entre fines del XIX y principios del XX. No sólo él fue un hombre excepcional; también lo fue su esposa, Elisa Mendoza Tenorio, famosa actriz que abandonó la escena para unirse a las campañas de su marido y que, junto con otras mujeres de la época sensibilizadas con los problemas sociales y la importancia de la educación femenina, como Emilia Pardo Bazán y Concepción Arenal, se propuso divulgar las reglas de higiene y conseguir que las madres más humildes, a quien se culpabilizaba de la muerte de sus hijos en una época de elevada mortalidad infantil, salvaran a muchos de ellos de la muerte.

Tolosa, entre otros muchos méritos que no vamos a detallar, y que incluyen la publicación de numerosísimas obras sobre el tema del niño y la infancia, la asistencia a multitud de Congresos y la concesión de innumerables premios y galardones tanto en España, como fuera de ella, además de ostentar cargos públicos relacionados con su especialidad, consiguió en 1904 que se aprobara en nuestro país la primera Ley de Protección a la Infancia. Con ella se produjo el cambio de la mentalidad asistencial tradicional basada en la caridad a una concepción moderna fundamentada en la previsión y los servicios sociales, que sustentan el actual estado de bienestar, ahora tan amenazado. La ley abarcaba la salud tanto física como moral del niño. Y es que la educación y el inculcar la conciencia de la importancia de ser padres estuvo siempre en el centro de las preocupaciones y de la actividad de Tolosa Latour, hombre afable, políglota, vehemente a la hora de defender las causas más nobles y popularísimo en su tiempo.

También en 1904 fundó en Madrid el primer Consultorio de niños de pecho y Gota de leche —en Sevilla también existieron, así como en otras ciudades españolas—, donde se suministraba leche esterilizada de forma gratuita o a bajo precio, además de otros suplementos alimenticios infantiles. Las consultas médicas se realizaban una o dos veces por semana y sabemos que el afamado pediatra acudía  determinados días a su despacho médico de forma totalmente altruista, aconsejando a las madres sobre la mejor forma de amamantar y criar a sus hijos. 

Quizás este profundo amor e interés por la infancia se debió a que, hijo del médico sevillano Manuel Tolosa y de la francesa Clara Latour, quedó muy pronto huérfano y tuvo que criar a sus hermanos, que también llegaron a ser médicos .Tolosa Latour se movió en círculos liberales y progresistas, pues por ejemplo, fue muy amigo de Benito Pérez Galdós, que lo refleja en algunas de sus novelas como El doctor Miquis. No es menos cierto que tuvo conexiones con la aristocracia, con la iglesia e incluso con la realeza, y que el mantenimiento de El Refugio, una fundación suya para niños huérfanos y abandonados que funcionó desde 1893 a 1936, donde se impartían clases con métodos innovadores y se preparaba para un oficio, incluyendo a las niñas, fue posible gracias a donaciones de familias acomodadas.

Pero tal vez el legado más interesante de este pediatra , en un momento en que estaban de moda en medicina lo que hoy llamaríamos “métodos alternativos”, fue la creación de un sanatorio de montaña en Trillo (Guadalajara), donde acudían todos los veranos niños raquíticos, anémicos y escrofulosos de Madrid, que funcionó con éxito desde 1897 hasta 1913, y la del sanatorio marítimo de Chipiona, que aplicaba la talasoterapia  a niños con estas mismas dolencias en un momento en que España sufría un notable retraso en este aspecto en relación con otros países europeos, ya que el estado no proveía de recursos económicos para estos fines. 

Después de realizar un detallado estudio sobre las playas españolas, el eminente pediatra eligió unos terrenos en Chipiona, cedidos casi gratuitamente por el Convento y Santuario de Nuestra Señora de Regla, en una playa con alto contenido de yodo, preferida, en sus propias palabras, por “la calidad de sus aguas y de su aire respecto a su orientación en relación a los vientos”.Inicialmente el proyecto consistía en construir seis pabellones y albergar a 100 niños, 50 de cada sexo, distribuidos en cuatro pabellones de 25 camas. Habría también un pabellón central con instalaciones para las Hermanas de la Caridad, servicios generales, refectorio, sala comedor, cocina, lencería, servicio médico y botiquín. También debía contar con un departamento de aislamiento en la enfermería para niños contagiosos, iglesia, dos escuelas, almacenes y otras estancias, pero la iglesia por ejemplo nunca llegó a construirse.

El 12 de octubre de 1897, el sanatorio abrió sus puertas gracias al empeño del famoso doctor y a múltiples donaciones particulares. La ocupación fue inmediata con los hijos de los repatriados de Cuba. En sus inicios, se entendía que no sólo había que curar, sino también educar. La personalidad del niño debía ser respetada, se aconsejaba que las clases fuesen prácticas y al aire libre, se prohibían los castigos físicos, y la relación con los pequeños debía ser cercana y personal. El reglamento nº 12 del centro rezaba así: “Ni en la concesión de premios ni en la imposición de penas se exaltará ni humillará nunca con exceso al niño”. Otra cuestión es si se llevó a cabo en la práctica. La mayoría del personal, Hijas de la Caridad, carecía de conocimientos pedagógicos adecuados. En la trayectoria histórica del establecimiento, éste contó en algunos momentos con personal docente, si bien no se puede confirmar que este dato tuviese continuidad en el tiempo. 

Después de superar múltiples adversidades económicas, en los años veinte el sanatorio disponía, además del pabellón central, el que está más restaurado aunque sólo en su parte externa, de dos pabellones laterales, denominados Sevilla y Madrid por haberse construido con fondos recogidos de Juntas Locales creadas al efecto para costear las obras y poder enviar a niños enfermos de estas poblaciones. Sin embargo, después de más de 20 años no se había podido concluir el proyecto inicial. Tolosa se lamentaba al respecto diciendo: “En España, el Estado es un avaro crupier que no se sacia nunca, cuyos dominios están desorganizados, que no piensa jamás en lo porvenir”. El centro continuó funcionando, si bien su capacidad máxima de 60 niños no llegaba a cubrirse en muchas ocasiones, y sabemos que en 1929 todavía cumplía su misión. A él acudían chicos de las zonas de Chipiona y Cádiz y colonias escolares enviadas desde Sevilla y Madrid. La admisión se producía a través de un examen médico de los niños de las familias pobres que lo solicitaran, descartándose en principio a los que tuviesen dolencias contagiosas.               

Los resultados obtenidos en miles de chavales fueron muy satisfactorios, ya que se avanzó notablemente en la curación del raquitismo, de las lesiones óseas y ganglionares y de las diversas formas de tuberculosis pulmonar. Es evidente que el restablecimiento se producía por las condiciones del clima marino y de los baños de mar, pero también por el tratamiento de “sol, pan y besos” que propugnaba Tolosa. El sanatorio de Chipiona se puede considerar como el primer centro marítimo en nuestro país dedicado en exclusiva a la infancia más desfavorecida. Supuso un considerable esfuerzo de un grupo de personas entregadas y entusiastas que construyeron y mantuvieron, pese a las dificultades, un establecimiento benéfico mediante donaciones privadas en una época en que era todavía impensable la asistencia pública universal que hoy consideramos -y lo es- un derecho irrenunciable.

Leonor De Bock Cano, catedrática de Instituto y miembro del CEHA.

Bibliografía:

//es.wikipedia.org/wiki/Manuel_Tolosa_Latour

http://www.ranm.es/academicos/academicos-de-numero-anteriores/807-1900-tolosa-y-latour-manuel.html

http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=tolosa-latour-manuel-de

J.F. Rodríguez Pérez, Manuel Tolosa Latour (1857-1919) y Elisa Mendoza Tenorio (1656-1929): precursores de la protección a la infancia en España. El Futuro del Pasado, nº 5, 2014, pp. 355-378.

http://www.chipionaonline.com/blog/2014/01/chipiona-se-prepara-para-ser-ciudad-sanadora/

http://www.turismochipiona.es/personajes.html

http://www.todocoleccion.net/postales-cadiz/chipiona-cadiz-sanatorio-maritimo-santa-clara-pabellon-central-pabellon-madrid-p29091~x13773436

ABC Madrid, 22/9/1929, p. 13.

Sobre el autor:

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Paco Sánchez Múgica

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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