El Tajo de Ronda, en una imagen de archivo.
El Tajo de Ronda, en una imagen de archivo.

"¡Ay, qué bonica!, / verla en el aire, / quitando pena, / quitando hambre".

Francisco Cecilio Fernández Porras, que así es el nombre completo de nuestro tío Porrillas, parte de Ronda en su cuarta etapa, la cual transcurre por Málaga. Aunque hace noche en un hostal/venta, putiferio o casinillo multiservicios a la orilla del río Corbones, donde al cantar del gallo se echa a pecho su primer trago de aguardiente de Ojén. Lo dicho, no pone a 0 el cuentakilómetros hasta que no pasa las aguas del Guadalevín, a las faldas del tajo rondeño, con la simple motivación mitómana de cuando llegue a Málaga responder a la pregunta "¿De dónde viene usted?", que nadie le va a formular, con un "de Ronda vengo". Y, como remate, la ingenuidad del tito espera que le repliquen "¿Y qué viene usted buscando?", a lo que él contestaría: "Lo mío", y ya se vendría arriba:

—¿Y qué es lo suyo?

—Lo mío es mi Viqui.

“Su Viqui”, por lo visto, es una noviecita que él se echó cuando púber en un veranillo en La Herradura. No volvió a verla, mas parece que se quedó prendaíco de aquella niña bien que llevaba por nombre Victoria, como la patrona de Málaga, ciudad de la que era natural y donde residía, concretamente en el barrio de El Limonar.

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La relación conocida de Carlos Cano con Málaga no fue muy allá; la conocida, ya digo… Es cierto que el primer éxito del gigantón nazarí, ‘La verde, blanca y verde’, vino de Ronda en el año 1975, precisamente porque en esa ciudad tuvo lugar la Asamblea homónima en 1918, en la que se adoptó la actual bandera y el escudo de Andalucía; además allí se retoma la Constitución Federalista de Antequera, que data de 1873. Justo dos años después del éxito de Cano, muerto Franco, la policía asesinó al malacitano García Caparrós, tomado como mártir de la causa andalucista, en la capital costasoleña en una manifestación por la autonomía andaluza. Si esto parece poco en la contribución malagueña en “lo andalú”, súmenle que el conocido como “padre de la patria andaluza”, Blas Infante, nació y se hizo en un pueblecito malagueño limítrofe con el Campo de Gibraltar, Casares.

Hoy día, curiosamente, después de 40 años de presidentes autonómicos sevillanos, es un malagueño, Juanma Moreno Bonilla, el que lleva las riendas de San Telmo, y, casi en homenaje implícito a esa Constitución Antequerana de finales del XIX —y por las peticiones orientales de una desevillanización andaluza—, los populares y ciudadaners celebraron su primer Consejo de Consejeros (valga la redundancia) en la ciudad de Antequera: centro neurálgico de Andalucía.

Tras esta digresión autonómica, cabe decir que Carlos Cano —que yo tenga constancia— le compuso sólo una letra a la ciudad de Picasso y Alcántara: concretamente Dormido entre rosas, un homenaje al coplero malacitano Miguel de Molina, que se exilió a La Argentina "cuentan que por rojo, por republicano; que andaba enredao con un militar…". La canción en su estribillo dice así:

Ay rosa, Málaga bella, biznaga de mi pasión,

Donde yo aprendí a querer, donde conocí el amor.

Ay rosa, Málaga bella, biznaga del corazón.

¿De qué me sirve volver? ¿De qué me sirve volver?

Si el amor se marchitó.

Además de esta composición original, Cano cantó, hizo suya y repopularizó aquélla copla de Quintero, León y Quiroga que lleva por título La niña de Puerta Oscura y que cuenta el amor del saetero sevillano Manolo Centeno por una mocita malacitana de nombre Lola: "La niña de Puerta Oscura /a verlo no ha vuelto más /y Málaga la murmura /de El Palo hasta El Limonar".

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El caso es que el ser menudo y cascado conocido como Porrillas en los ambientes, y para más señas hermano de mi madre, se dispone a desayunar en una cafetería de El Perchel Sur, muy cerquita de la Estación de María Zambrano, que allí conocen como Vialia. He aquí su odisea: pide un café con leche, a lo que el camarero le responde si lo que quiere es un sombra o un mitad, y a lo que Porras replica que lo que quiere es un café con leche; ¿una nube entonces?, dice el camarero. Ni nube ni poyas, un café con leche. Luego pretende acompañar la bebida con una tostada de tomate, jamón y aceite…

Pitufo es lo que tenemos, le dice el servicial trabajador. ¿Qué coño es eso de pitufo?, va con todo Porrillas. Caballero, no se me sulfure: un pitufo es esto, y le hace un pene con las manos. ¿Catalana me ha dicho, no? ¿Catalana?, ¡qué poyas dices, copón!, si yo soy de Graná. No, caballero, digo el pitufo. ¿Pero qué pitufo ni qué catalana? Póngame unos churros, ande. De acuerdo, ¿cuántas de tejeringos? ¿Tejequé? ¡Churros!, ande y váyase donde mi apellido, ¡a la porra!… Por cierto, ¿aquí al Machacho de Rute como le decís? Pues Machaco de Rute, caballero… Pues sáqueme la botella, ande. Y páseme el Ideal. El SUR. ¿El SUR?,¡Sur castas toas, hombre!

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