Madrid, entre los escombros del 15M, bullía en un delírium tremens muy interesante. 

Ella tendía a la hipérbole y a mí me ponían sus pasotes. Yo huía de una nociva novia pasiva-agresiva (que me amaba y a la que amaba por motivos que no voy a explicarles) y ella atesoraba un gran escote. Era el perfecto estrambote para un soneto. El inaudito escapulario de un estrafalario devocionario. Todo en ella era exagerado: desde el bronce de su piel morena de gitana norteña hasta su delantera mítica. Súmenle toda la inteligencia del mundo y dos ojos de gacela escrutando el tiempo y el espacio y ya tienen el cóctel ideal para ahogar a Humphrey Bogar en Tener y no tener. Le sobraba morbo y encanto de cabra que tira al monte. Ariel Rot decía que una "joven vanidosa y decadente" es una mezcla de ingredientes que no puedes rechazar. Naturalmente estas hijas de Lilith te estimulan hasta prenderte con la soga al cuello. Bello final para un infeliz. Por entonces, me ocupaba en exceso con varias amigas pero, admito, que ninguna de esas idiotas me hizo reír tanto como ella. Ni que decir tiene que acabé rodando como un canto por cualquier carretera secundaria. No siempre puedes conseguir lo que quieres. En algunas ocasiones, amigos, bajo la luna de medianoche y con más de seis tequilas, hay que aprender a encajar la derrota, sufriendo como un tonto y con los blues de los diablos azules dándote vuelta en la cabeza.

Algún día un viejo dolor puede serte útil. Sirva esta columna como ejemplo.

Regreso al tiempo en que la conocí. Madrid, entre los escombros del 15M, bullía en un delírium tremens muy interesante. Se vivía una especie de primavera en la calle como narran las crónicas que fue aquel 14 de abril de 1931. Madrid era una fiesta. Empero, compañero, en estos tiempos modernos donde todo dura menos que un corte de pelo, meses después llegaría el invierno y la política más zafia entraría en nuestros hogares para quedarse, dividir familias y romper parejas. Gramsci El Resucitado se transformaría en pegatinas para Macs y Juego de tronos sería reinterpretado como La Biblia lo fue para los exégetas.

A continuación, se producirá en esta columna un "flashFoward" digno de Lost. Acompáñeme, nos los voy a defraudar:

El 20 de noviembre de 2011 nadie podría ni imaginarse los niveles (casi) artísticos que alcanzaría la sociedad española. Meses antes, contra pronóstico, cientos de miles de personas vírgenes nos reuníamos en una plaza hastiados de chorizos, mentirosos, etc. ¿De qué nos quejábamos? Cada cual se aquejaba de dolores distintos (o no tanto). Cada cual venía de su padre y de su madre. El mantra era "No nos representan". Todo estaba teñido de "indignación" pero producto de acciones y consecuencias distintas. En su momento Ortega y Gasset recogió algunas impresiones al respecto en su célebre La rebelión de las masas. Claro que esto fue en 1929. Y Marshall McLuhan había fallecido en Toronto en 1980. Decía que el 20 de noviembre de 2011 ni el más pesimista del barrio podría imaginarse el nivel de ignominia que nuestra sociedad podría llegar a alcanzar. Pero, hombre, los 20 de noviembre ya ofrecen suficientes pistas cabalísticas para cualquier pesimista antropológico. Y ya ni les cuento si padeces cierta fiebre historicista.

Servidor de nadie, en su condición tragicómica habitual, se había cortado el pelo y las barbas nazarenas de after hippie y llevaba una doble vida: novel periodista (casi huérfano de empresa y, naturalmente, cobrando lo servido por lo comido) por las mañanas y, teórico, estudiante de Ciencias de la Información por las tardes. Sobra decir que tan rimbombante terminología académica me sonrojaba (como todo en la universidad podría sonrojarme por aquella época).  Aquella mañana me habían endosado "palpar el sentir de la calle" durante la jornada electoral. Eufemismos aparte, esta tarea me resultaba algo más grata que comerme el marrón de tantas manifestaciones que me endosaban por entonces. Gracias a ellas tomé contacto con las denominadas "mareas" y desgasté tanto las suelas de una bota que acabé tirándolas (¡con lo que las quería y el aspecto 'beatnik' que me daban!). En mi foro interno aspiraba a que todas esas movidas (aliñadas con las excursiones nocturnas pertinentes) sirvieran de guión esquemático para mis lejanísimas memorias de exilio que, décadas después, escribiría con las nieves del tiempo blanqueándome la sien en algún café porteño del barrio de Palermo bordeando los 60 años e imitando al inimitable Rafael Alberti en La arboleda perdida.

¿Qué pasó después? No sé, quizá el ejemplo perfecto sería el del martes de carnaval para un Mardi Gras. ¿Podría explicarlo mejor? Bueno, hay cosas que no sabemos (o no queremos) explicar. "Si todos cantan en Sol,/¿por qué canto en Mi?" se preguntaban Charly García y Nito Mestre. "Son dos tonos, no más,/pero en el arte de percibir/la distancia es igual/que la de aquí a Marte".

Esta canción me sirve para explicar algo muy sencillo pero, a mi modo de ver, estimulante para cualquier apasionado a la música y a la sincronicidad: todo músico te lleva a otro como toda mujer te lleva a otra. En el 2007 mis padres tuvieron el atino de comprar un ordenador nuevo. Aquello iba a toda mecha. Jamás monté un fórmula uno pero imagino el temblor. Les aseguro que la velocidad (y un buen disco duro) puede hacer las delicias de cualquiera. Pues bien, gracias a este regalo de los dioses pude sumergirme en la búsqueda de rock argentino. Ya tenía lo básico y disfrutaba de los grandes discos pero a partir del 2007 mis expectativas se vieron desbordadas. En esas descubrí una figura indiscutiblemente referencial para García, Todd Rundgren. Mi vida cambió: el piso se movía bajo mis pies. Muchos años después y unos cuantos kilómetros de mi habitación (y en una escena digna del teatro pánico) entendí la razón de mi obsesión por Todd Rundgren, Charly García y una canción de ambos llamada 'Influencia'. Pero esa es otra historia.

Siempre fui un gran arlequín y mis sueños no caben en ninguna urna. Los que (votemos o no) siempre perdemos vemos a estos demagogos de tres al cuarto que tenemos por políticos y no podemos evitar pensar en si nos quedan más amigos en La Habana o en Miami. Igual, ser hijo y hermano de maestros me obliga a seguir pensando (por mi salud mental) en aquella frase de Jacinto Benavente: "La única revolución posible es poner calor en los corazones y luz en las mentes."

Humildemente voy a retirarme un rato mientras decido si acabo por escalar el monte Rinjani o encuentro habitación en Belcastel para pasar mi cumpleaños. Tal vez, acabe en Badalona fotografiándome en la playita con la estatua en honor al Anís del Mono. Tengan una feliz semana y un próspero Año Nuevo Chino.

 

 

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Daniel Vila

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