Los certeros aforismos contra la locura de Rosario Troncoso

Estamos hartos hoy día de contemplar a gente importante en todos los ámbitos públicos que no oye salvo lo que quiere oír y que en vez de aceptar críticas leales solo le interesan las adulaciones

Portada del libro 'No es locura, es claridad' de Rosario Troncoso.
Portada del libro 'No es locura, es claridad' de Rosario Troncoso.

Vivimos en un mundo frenético, nervioso e impulsivo de mensajes cortos de todo tipo, tanto publicitarios, motivadores, de márquetin o comunicativos (especialmente en los chats de las redes sociales), pero, en cambio, no estamos acostumbrados a leer un libro reflexivo de aforismos con oraciones breves o frases cortas y concisas no superiores a las dos líneas que nos transmitan calma, sosiego y pautas a seguir. No obstante, cuando los descubres te das cuenta de que poseen un toque de modernidad y encajan perfectamente en el mundo de internet y en las nuevas tecnologías. Sin embargo, este género literario tan poco popular no es novedoso, al contrario, es milenario, ya que nos podemos remontar a la Grecia clásica con los escritores socráticos para descubrir sus antecedentes más significativos. Por otro lado, esa categoría retórica ha sido cultivada por grandes filósofos, pensadores o escritores famosos y universales como Fernando Pessoa, José Luis Borges, Confucio, Platón, Nietzsche, Oscar Wilde o Mark Twain, entre otros.  
 En ese orden de cosas, la aportación de Rosario Troncoso, a este tipo de prosa con su compendio No es locura, es claridad publicado por la editorial Ediciones de La isla de Siltolá “ha sido muy valiosa y enriquecedora. La obra está compuesta de dos partes: “Las certezas feroces” y “No es locura, es claridad” que coincide con el título del volumen.   

En Las certezas feroces, sus axiomas son como golpes de gong en la conciencia para impedir las distracciones en nuestro andar mundano con preocupaciones absurdas. Asimismo, nos ilustra con pautas de comportamiento, con pequeños trucos para sobrevivir en esta jungla humana. Así, nos invita a no airear nuestras vulnerabilidades, a amar sin importar hacer el ridículo, a moverse en un universo de tontos sin que se nos note su contagio, a no hablar del fuego desde la distancia, a no manipular para que no se noten en las manos el engaño, a no ser temerarios cuando hay que ir de frente, a pensar que no somos el ombligo del mundo, a escribir para ensanchar la mirada con nuestra opinión, a no ocultar nada sin caer en el extremo de mostrarlo todo, a ser elegantes cuando nos empeñamos en ambicionar algo y lo intentamos conseguir, a no culpar a los demás ante la propia culpa, a ser generoso por devoción y no por obligación, a aprender a ser libre con la lectura de los libros que nos informan y nos forman, a cuidarse de tontos peligrosos que explotan su aparente debilidad, a estar prevenido ante la violencia cuando parece dormida, a ser bondadoso sacrificando el ego, a madurar sabiendo que puedes romperte contra el suelo, a evitar huir de nuestros problemas refugiándonos en el vicio, a buscar en nosotros mismos el paraíso que existe en nuestro interior, a aceptar el dolor para ser libres, a no herir a los demás si no quieres sangrar tú, a considerar las cicatrices en la vida como advertencias, a descubrir que el peor enfado es el que afecta a uno mismo, a no tener que demostrar nuestra inteligencia en todo momento, a cultivar el arte de la contención aunque tengamos armas más poderosas que la del rival, a paliar el dolor de una ausencia rellenando su hueco, a adaptarnos ante la adversidad si no queremos hundirnos, a estar preparados ante los seductores, a no fingir inteligencia si no la poseemos, ya que acabarán por descubrirnos, a rechazar la infidelidad preventiva, a evitar ser condescendiente con el que amas, ya que eso conduce a la agonía lenta del amor. En resumen, un conjunto de sentencias admirables y precisas para digerirlas con lentitud y recapacitar, con el propósito de reorientarnos en el camino errático de nuestros mapas personales y sobre todo con el fin de convertirnos en mejores personas.

En la segunda parte, la más corta, se centra en el estado de ánimo de las personas que se encuentran frágiles y a la que denominamos generalmente como locas, aunque en algunos casos ese comportamiento de ausencia interior, de aferrarse al dolor o de psicopático impulso sea más bien claridad e incomprensión de los demás.    

Citaré, a modo de ejemplo, una de sus paremias más impactantes: “Son preocupantes los locos que no oyen voces sino aplausos”. Esta reflexión es muy sugerente. Estamos hartos hoy día de contemplar a gente importante en todos los ámbitos públicos que no oye salvo lo que quiere oír y que en vez de aceptar críticas leales solo le interesan las adulaciones. Esa actitud irreflexiva y megalómana apoyada por los cobistas o pelotas fomenta la equivocación y el error como una bola de nieve que rueda cada vez más abultada. En nuestra imaginación tenemos claros paradigmas de esos líderes que llevaron a todo un pueblo al desastre, como Hitler.   

En definitiva, es un verdadero disfrute recrearnos en las sentencias de este precioso volumen que, además de hacernos cavilar, nos guía con sus pautas de comportamientos para mejorarnos como personas nobles de buenas intenciones. 

Sobre el autor:

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Antonio Anasagasti

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