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Detroit (Estados Unidos, 2017). Dirección: Kathryn Bigelow. Guión: Mark Boal. Fotografía: Barry Ackroyd. Música: James Newton Howard. Reparto: Algee Smith, Will Poulter, John Boyega, Jason Mitchell, John Krasinski, Anthony Mackie, Hannah Murray …

Kathryn Bigelow, la ganadora del óscar a la mejor dirección en 2010 por En tierra hostil (The Hurt Locker), ha demostrado repetidas veces su capacidad de combinar espectáculo y reflexión social y política. Su solvencia en la dirección de películas de acción, thrillers, bélicas o de ciencia-ficción distópica la convierten en un buen ejemplo de directora todo-terreno capacitada para elaborar un producto de calidad y rentable en la taquilla.

Detroit es un ejemplo de su cine: un lenguaje visual muy ágil, dosis elevadas de agresividad y sensibilidad social para contarnos unos hechos históricos que a finales de los sesenta levantaron ampollas en la sociedad norteamericana dolorosamente insensible a la discriminación en los guetos negros. Detroit narra la noche de pesadilla que vivieron un grupo de jóvenes negros en el Motel Algiers de Detroit durante las jornadas de disturbios raciales y saqueos que vivió la ciudad en julio de 1967 como consecuencia de la desmesurada actuación de la policía contra un local donde celebraban el retorno de veteranos de guerra negros. La decisión del gobernador del Estado de recurrir al ejército echó más gasolina a las llamas.

El resto del “incidente del Motel Algiers” es ya parte de la historia de la infamia estadounidense: una policía brutal, racista y a la defensiva en los guetos, y unas instituciones mayoritariamente representadas por blancos que no saben responder a las aspiraciones de igualdad de los jóvenes negros en unos tiempos que efectivamente estaban cambiando.Kathryn Bigelow y el guionista Mark Boal recrean los hechos siguiendo las declaraciones de los testigos, alternando un montaje urgente, ágil y nervioso en un estilo documentalista, para ponernos en antecedentes sobre las razones del descontento social, con detalles más sosegados de las vicisitudes individuales de los personajes, a los que caracterizan con mayor o menor simpatía. Lo que comienza casi como un film coral, en el que la cámara de Bigelow se cuela en unos diálogos cruzados llenos de veracidad, un drama social urbano intenso y palpitante, desemboca en un escenario de terror psicópata.

El reparto funciona a la perfección y cabría destacar el trabajo de Algee Smith, como prometedor cantante de soul y Will Poulter, prototipo de una policía racista y brutal que dispara antes de preguntar. El cine de denuncia tiene ilustres adalides en Europa o América Latina (Costa-Gavras, Loach, Glauber Rocha, Luis Puenzo...); el cine norteamericano, eminentemente de espectáculo y evasión, también abunda, y más en los últimos años, en películas que intentan remover las conciencias y destapar situaciones injustas sin renunciar a su vocación de entretenimiento. Figuras ocultas, Moonlight, Los Loving, iluminan la dura cotidianidad de la comunidad afroamericana. Detroit participa de forma brillante de esa dualidad espectáculo/denuncia, aunque una duración un poco excesiva y un escoramiento hacia el cine de terror psicópata la debilitan parcialmente.

Kathryn Bigelow y su reparto parecen querer marcarnos en la piel los golpes que recibían de las fuerzas policiales los negros que habitaban los extrarradios de la ahora fantasmal Ciudad del Motor, y que siguen sufriendo en 2017 en Missouri o Virginia, mientras su presidente Trump se niega a admitir las causas y equipara a supremacistas blancos con delincuentes afroamericanos. Una película de Bigelow, ¡contundente!

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Eugenio Tapia

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