No es un libro de texto, pero tampoco es un ensayo académico. De hecho, no pretende serlo. La primera mentira (Postmetrópolis, 2021) es la obra colaborativa que ha coordinado Daniel Jiménez Martín, un historiador y arqueólogo de Arcos de la Frontera que pretende desmontar algunos de los bulos más comunes en la enseñanza de la historia.
“Desde que estudié la carrera siempre quise encontrar una perspectiva crítica. Me di cuenta de que había ciertas dinámicas que no me gustaban”, señala el investigador sobre la historiografía, una disciplina donde asegura que se enseñan cosas que suenan “algo anticuadas” o que poco tienen que ver con la sociedad de hoy.
Este licenciado en Historia por la Universidad de Sevilla, carrera que compatibilizó mientras trabajaba en Alemania, se inclinó por la Egiptología antes de montar una empresa de arqueología experimental, Albanta Educación. Con ella, lleva la arqueología a los más pequeños. “En la universidad te das cuenta de que hay mucha especialización. Los historiadores a veces estamos perdidos. Nos dedicamos a un friso de tal tipo y tal época... es algo que no tiene conexión con la vida”, dice. La reflexión también le llevó a emprender un camino muy distinto: la divulgación.
La portada del libro deja entrever alguna de sus preocupaciones: una torre de marfil enclaustrada en sí misma con unos libros desperdigados por el suelo. “Es la universidad. Todo el conocimiento está dentro pero no hay puerta de acceso. A veces vomita libro pero nada más”, dice señalando la ilustración. Es el fiel reflejo de lo que ha visto durante sus años como estudiante y luego como profesor de secundaria.
Para la realización del libro elaboró una lista de mitos que se iba a encontrando en clase. “Fue tan fácil”, dice. En su desarrollo como docente, tomó conciencia de cómo se enseña la historia “y todo lo que hay que hacer”. “Hay mucho protagonismo de la vida pública de los grandes reyes cuando en el fondo no es lo más interesante. Es una historia de la élite”, explica indignado. Algo similar sucede con el enfoque de género. “Las mujeres que se estudian siempre asumen un papel masculino: Juana de Arco o Isabel La Católica. No interesa otra cosa”, lamenta.
Para enfrentar esas dinámicas, redactó unas quince ideas y buscó investigadores que estuvieran dispuestos a desarrollarlas. “Mi intención era que todos fueran profesores de universidad, no por el conocimiento, sino porque creo que es una forma de abrir la puerta de esa torre de marfil”, señala. Y un poquito se ha abierto. Pese a que no fue fácil, encontró una editorial y consiguió “bajar” el tono de sus colegas, con objeto de hacer una obra más reflexiva y divulgativa.
Al contrario de lo que se pudiera pensar, el título le vino por una canción de Silvio: el primero que mintió. Pero ¿hay una primera mentira? “No hay una primera mentira como tal”, responde. Al menos no la hay en su libro. Sin embargo, algo nos hace pensar que se le acerca.
Dividido de forma diacrónica, el libro contiene varios temas de epistemología y de los diferentes periodos históricos, desde la Prehistoria a la Modernidad. Tomando como referencia ese marco, la primera mentira bien podría ser contada al inicio de la secundaria. “Se sigue diciendo que la caza era cosa casi al 99% de los hombres. Y sí, las mujeres cazaban. Lo otro es mentira, nos la han colado y los niños siguen escribiéndolo en los exámenes”, dice.
“Después de analizar cientos de libros de historia, solo aparecen mujeres en un 5% y casi siempre en un tercer plano. En los libros e texto no se habla de ellas… ¿qué autoconcepto le enseñamos a las niñas? ¿Qué hacemos cuando hablamos de la evolución del hombre y no del hombre y la mujer?”, se pregunta. Luego, está el peligroso interés de manipular la historia para según qué intereses. “Enciendes la tele y lo ves. Nos sentimos medio vikingos cuando vamos al gimnasio”, ríe. Como vacuna ante ello, Daniel cree que solo puede protegernos la enseñanza de la historia con “sentido crítico”.
El historiador reconoce que es complicado revertir la tendencia. Desde su labor en la arqueología experimental busca huir del tópico del arqueólogo, entre tesoros y dinosaurios. “Hacemos talleres de museos vivenciales, desde la prehistoria a Roma y al-Ándalus. Para la arqueología traemos tierra en cajones y los niños excavan. Lo que pretendemos es que los niños se queden con que el arqueólogo no es Tadeo Jones, sino un científico que tiene una metodología”, explica.
En esa línea, entiende la publicación del libro colaborativo como una oportunidad ante ciertos silencios impostados y algunas barbaridades que tienen eco tanto fuera como dentro de la academia. El objetivo es hacer “otra historia”, tomando conciencia del sesgo heteropatriarcal, etnocéntrico y academicista. Para comprobar si lo ha conseguido no hace falta que le sometan al polígrafo. Lean su libro.
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