Antonio Ruiz Soler, el bailarín que nunca debió ser olvidado

El mundo del flamenco celebra el centenario de este genio del baile. Rosalía Gómez, Rubén Olmo o Javier Barón cuentan a lavozdelsur.es qué supone Antonio 'El Bailarín' para la danza española

Antonio Ruiz Soler, en un detalle del programa de mano del Teatro Alhambra de París (1960).

"La técnica depurada de un gran bailarín y el son especial de un formidable bailaor". Esto dijo Chicho Ibáñez Serrador sobre Antonio 'El Bailarín' en La gente quiere saber, el mítico espacio de TVE, dejando así una de las definiciones más completas sobre el insigne artista sevillano.  Antonio Ruiz Soler —Antonio El Bailarín—, dominaba la técnica  como nadie y fue uno de los coreógrafos y bailarines más completos de la historia, tenía control de todas las disciplinas y creó montajes memorables de folclore, danza estilizada, escuela bolera y flamenco. Para la historia quedan célebres coreografías como el Vito de gracia que interpretó junto a Rosario, su pareja artística, para la película Hollywood Canteen (1944), o el Zorongo gitano que interpretó junto a Pepa Flores —Marisol—.

Nació en el año 1921 en la calle Rosario y en el 29 ya estaba bailando en la Exposición Iberoamericana. En el 36, con 15 años, se fue con Rosario a Argentina (donde estaba Carmen Amaya) y en el continente estuvieron doce años girando. Despertaba pasiones allá por donde iba y en Moscú lo llamaban "El Paganini de la danza". De hecho, Mikhail Baryshnikov o Rudolf Nuréyev (genios del ballet clásico coetáneos a Antonio), fueron admiradores del sevillano. Tuvo maestros como Realito, Juana la Macarrona, Fernanda Antúnez, Pericet y Otero; compañeros como Rosario, Rosita Segovia, Flora Albaicín y discípulos como Antonio Márquez o Javier Barón. Se retiró en el 79 en Japón y a su regreso, pero ya apartado de los escenarios, pasó a ser director artístico del Ballet Nacional de España, tras Antonio Gades. En el 74, un año antes de la muerte de Franco, estaba en Arcos de la Frontera y por una blasfemia se pasó seis meses en la cárcel, lugar del que consiguió salir gracias a la alta burguesía madrileña.

Ahora, en el centenario de su nacimiento, múltiples personalidades del mundo del arte, el flamenco y las letras quieren rendir homenaje y reivindicar a este maestro, injustamente olvidado. En Sevilla se acaba de inaugurar la exposición sobre Antonio 'El Bailarín', que permanecerá abierta hasta el 9 de enero de 2022 en la Sala Santa Inés; el Ballet Nacional con Rubén Olmo al frente está presentando un repertorio en su homenaje y La Casa de las Poetas y las Letras de Sevilla también se ha sumado a este centenario con una serie de coloquios para conocer mejor el legado artístico que dejó este genio de la danza.

El exilio de la memoria de Antonio

“Esta exposición muestra la grandeza de la danza española, lo que supuso Antonio como embajador de España y la importancia de la danza española para el mundo”, cuenta Rosalía Gómez, comisaria de la muestra.

"De Antonio no podías apartar la mirada, es la diferencia entre un buen bailaor y un genio".

Pero, ¿qué paso con Antonio Ruiz Soler para que su legado se haya diluido con el paso del tiempo? “La figura de Antonio se olvidó por problemas sociopolíticos. La generación del 98 atacó mucho al flamenco y en la Transición también estaba mal considerado, antes de que el flamenco entrara en la Universidad. Lo han catalogado como el bailaor del franquismo”. Esto es algo que la historia de la danza debe recuperar y sanar, tener presente un legado que nunca se debió perder. Para Rosalía, Antonio era un imán: “No podías apartar los ojos de él. La diferencia entre un buen bailaor y un genio es esta, y de Antonio no podías apartar la mirada”.

El Ballet Nacional de España, dirigido por Rubén Olmo, también se ha sumado a este homenaje y abrirá el próximo febrero el Festival de Jerez con su ‘Centenario Antonio Ruiz Soler’, en el Teatro Villamarta.

“A nivel profesional he aprendido de Antonio que es importante tener muchos caminos abiertos en cuanto a disciplinas y técnicas, para poder tener esa amplitud para montar espectáculos de diferentes ballets. He sido fiel a lo que yo pensaba sin tener que ir con la moda del momento. He creado espectáculos con todo mi corazón, y esto lo he aprendido de Antonio”, apunta Rubén Olmo, quien recientemente ha estrenado junto a la compañía del Ballet Nacional este espectáculo en el Teatro Real de Madrid.

Respecto a su paso por Jerez, las piezas del repertorio serán fieles a su diseño original, precisamente por este motivo, por la fidelidad aprendida de Rubén Olmo al maestro Antonio Ruiz Soler.

Centenario Antonio Ruiz Soler, por el Ballet Nacional de España.   PABLO GUIDALIO

El arte en la danza de Antonio Ruiz Soler

La Casa de los Poetas y las Letras también ha acogido una serie de conversaciones en torno a su figura. Javier Barón, Premio Nacional de Danza, afirmó rotundo que “Hace cien años que nació y Sevilla le debe muchísimo”. La bailaora Charo Cala afirmaba que “para mí era un creador único, un genio adelantado a su época”.

"La verdad rotunda es que estamos ante una figura excepcional y deslumbrante de la danza internacional".

Juan Manuel Suárez Japón, Catedrático de Geografía Humana y autor del libro Sinelo Calorró. Conversaciones con Manuel Morao, afirmó sobre Antonio: “La verdad rotunda es que estamos ante una figura excepcional y deslumbrante de la danza internacional. Hablar de Antonio es hablar de la historia de la danza. Un artista oceánico. Es una persona que supera sus miedos, pieza fundamental para la internacionalización de la danza española y el flamenco”. Sobre su personalidad, añadió: “Antonio era una persona carismática, temperamental, detallista, disciplinada, creativa, exitosa, vanidosa, egocéntrica, soberbia”.

Fragmento del programa de mano del Teatro La Fenice (Venecia, mayo 1963).

El Catedrático recordó algunas de las anécdotas que compartió Manuel Morao con él, como el encuentro artístico entre Antonio El Bailarín, Manolo Caracol, Antonio Mairena y el propio Manuel Morao: “Al parecer Caracol hizo un soniquete por bulerías y Mairena se arrancó a cantar. Antonio dio una pataíta y después de eso lo contrató”, recordó entre risas el biógrafo de Morao.

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