Del monasterio de las maravillas a uno de los yacimientos más importantes de Andalucía, del tesoro de la Catedral a un conjunto histórico-artístico en forma de casco antiguo... En Jerez no es solo BIC la Zambomba, también multitud de bienes muebles e inmuebles que no pueden dejar de visitarse todo el año.
Jerez: 2.965 horas de sol, 142,1 días despejados al año y una temperatura media de 18,1 grados. No dirán que estos registros oficiales no invitan al paseo, al aire libre y a las escapadas. Jerez, con unos 40 bienes de interés cultural registrados o en proceso de declaración repartidos por su amplio territorio municipal, ofrece casi de todo a propios y extraños. Visitas oficiales o por cuenta propia que nos dejarán con la boca abierta. Murallas almohades, fortalezas y manantiales, torres medievales, senderos inexplorados, cuevas solo aptas para espeleólogos, viñedos de albariza, obras de arte pictóricas y escultóricas contenidas en otras obras de arte arquitectónicas, casas-palacio, santuarios, un yacimiento arqueológico por desenterrar, un centro histórico artístico atravesado por un entramado de calles medievales, un alcázar milenario... Más allá de la declaración de la Zambomba de Jerez (y Arcos) como BIC que habrás escuchado durante las pasadas fiestas navideñas, el municipio es de los más ricos de España en bienes de interés cultural. Quizás no los hayas visitado todos, puede que no te esperes que algunos lo sean, pero aquí te proponemos una ruta con diez paradas obligadas por el gran Jerez para conocer algunas de las curiosidades de ese patrimonio con alta protección debido a su incalculable valor histórico y artístico.
Está catalogado como Monumento Nacional desde el 31 de julio de 1856, cuando apenas una docena de monumentos tenían esta consideración en todo el país. Desde su portada renacentista de Andrés de Ribera hasta el retablo mayor, realizado por Juan de Oviedo de la Bandera, todo en conjunto es una maravilla digna de visitar y, por supuesto, de conservar con especial celo. Recientemente se ha sabido que el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente está culminando la obra de una hospedería en lo que fueron las antiguas cuadras del monasterio que ahora ocupan las hermanas de Belén. La sillería del coro de Padres (1550) y el retablo de Alejandro de Saavedra, José de Arce y Zurbarán son algunos de sus tesoros interiores, además de un subsuelo que ya están tardando en abrir a las visitas, con galerías y túneles de función desconocida.
Las tropas francesas llegaron a transformar el monasterio en cuartel, sufrió un expolio brutal que se llevó (muchos de ellos a Cádiz) valiosísimos óleos de Zurbarán, y hasta uno de los mejores ilustradores y grabadores del XIX, Gustave Doré, quedó maravillado de una enigmática Cruz de la Defensión que aún se conserva en el jardín exterior, en la entrada principal a la Cartuja. Un imprescindible al que hay que ir a menudo para digerir todos sus detalles.
El Alcázar, reza en la web del Ayuntamiento, se levantó en el siglo XII y constituye uno de los escasos ejemplos de arquitectura almohade que existen en la Península. Jerez se convierte en este siglo en una de las ciudades más importantes de la Baja Andalucía, como lo demuestra la monumentalidad de su Alcázar y la extensión de la muralla, con un perímetro de 4 kilómetros que encerraba una ciudad de 46 hectáreas y que llegó a tener una población de 16.000 habitantes. Tanto el conjunto monumental, rehabilitado de forma integral hace escasos años, y lo que queda del recinto amurallado con sus puertas correspondientes tienen catalogación como BIC especialmente protegidos desde junio de 1931, según consta en el registro autonómico.
La torre del Homenaje, el molino de aceite, el hamman andalusí y el aljibe, la puerta del Campo, el patio de armas, los jardines… Si el recorrido por el conjunto más emblemático del casco urbano es pura delicia para los sentidos, el Alcázar tiene otros secretos y singularidades más ‘modernas’ que también merecen ser visitadas. En el Palacio de Villavicencio se encuentran la Cámara Oscura, con una visualización del perímetro urbano de Jerez durante 15 minutos, y la antigua farmacia municipal del siglo XIX, con el mueble original de madera bellamente tallada y los albarelos y botamen de farmacia de la época. Dos inserciones más contemporáneas dentro de este conjunto monumental que ofrece unas vistas impresionantes de la Bahía cuando subimos a lo más alto de la torre Octogonal.
También conocida como Colegiata del Divino Salvador, el 4 de junio de 1931 la iglesia, que se convertiría en catedral de Nuestro Señor San Salvador en 1980, pasa a tener consideración de monumento protegido. Se alza sobre parte de los restos de la primitiva mezquita Mayor de Jerez y la antigua Iglesia del Salvador, del siglo XII. Sus obras, a partir del siglo XVII, se prolongaron durante unos 80 años y en ella predominan estilos gótico, barroco y neoclásico. En su interior alberga el valioso Museo de la Catedral de Jerez, con La Virgen niña de Zurbarán como uno de sus buques insignia. El actual campanario, que quiere abrirse a las visitas, pudo estar levantado sobre el antiguo minarete. Aunque eso, como otras leyendas de la Catedral, no dejan de ser razonables especulaciones.
La Virgen del Rosario, de Murillo, y La última comunión de San Fernando, de Bocanegra, son otras de las obras artísticas que pueden disfrutarse en el museo permanente catedralicio, que además incluye otras piezas escultóricas y de orfebrería de enorme valía. El recorrido, que puede visitarse de lunes a sábado de 10 de la mañana a seis y media de la tarde, pasa por el patio de los naranjos, las salas nobles, la sacristía mayor, la sala de canónigos, la sala del tesoro, la antesacristía, la sacristía menor, el sagrario, el altar mayor y la cúpula central. Libros y mapas centenarios, piezas como cálices de oro -uno de ellos regalado por el rey Carlos III-, y ropajes con bordados imposibles, hacen de la visita un encuentro con la historia que abarca mucho más que la mera contemplación de la mole de piedra que constituye la antigua colegiata y su serpenteante reducto.
A 10 kilómetros al este del centro de Jerez, junto a la barriada rural a la que da nombre, próxima al circuito, allí se alza perdida en el devenir de la historia la torre de Melgarejo. Cuenta la leyenda que los dueños de esta torre medieval fueron pasados a cuchillo una noche mientras cenaban, y también se sabe que Fernán Caballero, el seudónimo bajo el que se escondía Cecilia Böhl de Faber, quedó maravillada al cruzar bajo la construcción morisca, tal y como retrata en su libro Cuadros de costumbre (1862). Cuentan los intrépidos hermanos García-Lázaro en su blog entornoajerez.com que el castillo de Melgarejo, obra tal vez del siglo XIV, "cumplía un importante papel en el control territorial de este sector del alfoz y, especialmente, de los llanos de Caulina y de los caminos que conducían a la sierra por Arcos y Bornos".
La construcción, detallan, formó parte del sistema defensivo que integraban un buen número de torres y atalayas dispuestas en torno a la ciudad y desde él se establecía conexión visual con las torres de Santiago de Fe (Mesas de Santiago), Pedro Díaz o Hinojosa, Gibalbín y Espartinas, entre otras. Apenas se mantiene el pie el torreón que es digno de ver aunque sea desde abajo, un reflejo del pasado que contrasta con la torre de Tío Pepe que corona el Circuito de Jerez, aledaño casi a esta torre que es Bien de Interés Cultural (con escasa conservación, desde luego) desde 1985. Décadas antes, hace ahora 60 años, Manuel Esteve Guerrero remitió una nota para su publicación en el Noticiario Arqueológico Hispánico: Hallada una vasija de la Edad del Bronce en el Cortijo de la Torre. Cuando uno va a Torremelgarejo, así pues, no es importante solo mirar a lo más alto.
El BOE de 25 de junio de 1982 recoge la firma de la entonces ministra de Cultura, Soledad Becerril, declarando como conjunto histórico-artístico el casco antiguo de Jerez. Desde la plaza Federico Mayo (actualmente de la Constitución), en la Plata, el polígono protegido comprende la primera corona del centro y en su interior hay cinco collaciones: San Dionisio, San Juan, San Marcos, San Lucas y San Mateo. Parroquias, a su vez, también consideradas como Bienes de Interés Cultural en las últimas décadas. El caserío responde a los modelos habituales en la Bahía de Cádiz durante los siglos XVII, XVIII y XIX, predominando las alturas de tres a cuatro plantas. Hay edificios civiles y religiosos de gran interés en la zona 'extramuros', si bien es a partir de que se traspasan los restos de lienzo de muralla almohade o se atraviesan umbrales imaginarios como la Puerta Real o tangibles como la Puerta del Arroyo cuando el conjunto histórico-artístico, por muy abandonado que se encuentre en la actualidad, cobra toda su dimensión. Una ruta por San Pedro, recorriendo tabancos en la calle Bizcocheros y Valientes; un paseo nocturno por el entorno de la plaza de San Marcos y calle Chancillería; un baño árabe en el hamman frente a la Catedral; y un buen café en la plaza del Mercado, en San Mateo, frente al Museo Arqueológico, bien merecerán la visita a este casco antiguo que a ratos transporta al paisaje semiderruido de La Habana vieja o al de una zona de conflicto bélico. Por supuesto, uno de sus grandes atractivos es el mercado central de abastos, donde los clientes habituales se entremezclan con los curiosos visitantes a los que asombra, especialmente, el ajetreo y la forma de trabajar en la nave del pescado.
El Palacio de Pemartín data del siglo XV y actualmente es sede del Centro Andaluz de Documentación de Flamenco, el mayor centro documental del mundo dedicado a este género patrimonio inmaterial de la Humanidad. Si ya de por si el antiguo CAF alberga tesoros sorprendentes en forma de discos de pizarra, piezas históricas de grandes artistas flamencos y documentos únicos de un valor altísimo, la casa palacio que sirve de sede es una obra arquitectónica de sumo atractivo e interés. La fachada, el artesonado mudéjar que ostenta los escudos de los López y de los Hinojosas, del siglo XV, el jardín trasero, el patio central que distribuye las estancias, sus vidrieras, su salón de recepciones... Todo ello decorado con algún que otro gramófono de época y una sugerente biblioteca flamenca.
La Iglesia de San Miguel es monumento histórico-artístico nacional desde hace 85 años. Su construcción arrancó a finales del siglo XV pero se prolongó durante varios siglos. Esto solo puede significar aún más valor en el conjunto, en el que se conjugan elementos propios del último gótico jerezano con otros del inicio y plenitud del renacimiento y del barroco. Una maravilla con aire catedralicio que alberga en su interior obras y piezas de valor incalculable. Se trata del punto más alto de la ciudad: 50 metros de altura alcanza la emblemática torre de San Miguel. Los orígenes de esta iglesia son leyenda: ¿una súplica de la ciudad a los Reyes Católicos para contar con un templo en el nuevo arrabal de San Miguel? ¿Sería cierto que San Miguel y Santiago prestaron auxilio a las armas cristianas y Alfonso X El Sabio ordenó en el siglo XIII levantar dos templos dedicados a estos santos? Lo que queda fuera y dentro de esta Iglesia es impresionante. Particularmente el retablo de las Ánimas, del siglo XVIII y atribuido a Pedro Roldán, es fascinante, aunque para retablo, claro está, el retablo mayor de este templo, labrado en gran parte por el reputado imaginero Martínez Montañez (La batalla de los Ángeles es el epicentro del conjunto) aunque rematado por José de Arce, autor también del Santo Crucifijo de la Salud, titular de la hermandad de San Miguel. La barroca capilla del Sagrario y sus tres fachadas, especial atención a la del lado del Evangelio (1515), son otras paradas obligadas en un monumento único.
La cronología exacta de esta iglesia es un tanto imprecisa, si bien se conservan restos, como el ábside del Evangelio, que pueden datarse en el siglo XIII. No obstante, la construcción del cuerpo de la iglesia parece contemporánea a la Torre de la Atalaya, construida en el segundo cuarto del XV. Desde muy antiguo se consideró templo de la ciudad, ya que está dedicado a su Santo Patrón. En el exterior, la iglesia presenta tres fachadas. La principal, cubierta por un tejaroz, es abocinada y está formada por un arco apuntado con arquivoltas. Se remata por un nicho avenerado del siglo XVI, flanqueado por dos ventanas geminadas ciegas de gusto mudéjar, rematándose el conjunto por un óculo.
Aparte del valor patrimonial de las otras dos fachadas, menos llamativas que la principal, en ambas vertientes hay dos zonas aledañas ideales para descansar o tomar algo. O incluso, como en el caso de la plaza de la Asunción, deleitarse con la fachada recentista del Cabildo Antiguo. En el otro lado, la plaza Plateros, uno de los puntos de reunión de moda en el centro de la ciudad, con cervecerías y tabancos a cada paso. En el interior de San Dionisio, rehabilitado hace apenas una década, se encuentra la imagen yacente del Cristo de las Aguas, sobrecogedora escultura del siglo XVI, pero también otras tallas de gran valor como la de la Virgen del Mayor Dolor y el Ecce-Homo, titulares de una cofradía que se remonta al siglo XV. No pierdan detalle al artesonado de las naves de este templo en templo que da nombre al Patrón de Jerez, San Dionisio. En la mitología, ya saben, Dioniso, hijo de Zeus y Semele, el famoso Dios del vino. ¿Quién mejor para proteger desde las alturas a la capital del Marco? No sean mal pensados, el hecho de que sea un santo con su cabeza sobre las manos no tiene nada que ver con ciertas características idiosincráticas de la ciudad.
Puede que algunas zonas verdes públicas de la ciudad estén descuidadas pero Jerez alberga algunos vergeles urbanos realmente espectaculares. Tal es así que gozan de protección como patrimonio de interés cultural, aunque en estos casos no estén censados con la terminología BIC, sino como inscritos en la categoría de patrimonio genérico colectivo. Da lo mismo: se trata de jardines en bodegas o incluso en parques públicos, oasis en medio de la ciudad, de enorme belleza. El encanto de los jardines de González Byass, junto con las calles emparradas del conjunto bodeguero, o los jardines de La Atalaya, espacio que alberga los museos del vino y de los relojes (una de las tres colecciones más importantes de Europa), son dos imprescindibles. Pero también hay otros como los de La Rosaleda y El Bosque (con monumento a Shakespeare, incluido), en el parque González Hontoria; los de Tempul, dentro del Zoológico y Jardín Botánico; los de las bodegas Domecq y Harveys; y los jardínes del Recreo de las Cadenas, sede de la Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre y con un palacio que también diseñó, al igual que este espacio de 3.500 metros cuadrados, el francés Charles Garnier, autor de la Ópera de París.