El año pasado, mientras salíamos a las ocho de la tarde a aplaudirles desde el balcón, cuando la mayoría de atenciones eran telefónicas por las restricciones de la peor pandemia en un siglo, únicamente la provincia de Cádiz registró alrededor de una agresión a un profesional sanitario cada dos días y medio.
Este médico de familia, que prefiere mantenerse en el anonimato, ha sido uno de los últimos en sufrir esta lacra en sus carnes. Ocurrió hace unos meses en un centro de salud de la provincia y su testimonio a lavozdelsur.es sirve para poner voz a esta alarmante situación y denunciar una escalada de coacciones y violencia verbal y física que no solo no cesa, sino que “va a más”.
Su voz es la de los 140 profesionales de la sanidad pública que fueron agredidos, insultados y amenazados el año pasado en Cádiz, en plena pandemia, sin contemplaciones. Después de 35 años ejerciendo como médico de familia, “con todo lo que cuesta llegar a ser médico; después de haber incluso salido escoltado en los tiempos de la heroína porque corté el grifo del tráfico de pastillas a los yonkis”, este doctor no arroja la toalla, pero reconoce que a veces “vivo paranoico por lo que pueda pasar”.
En su caso, todo quedó en un intento de agresión, pero “la situación de desamparo es muy frustrante”. Como si le hubiesen vapuleado, no solo su agresor, sino también las instituciones e incluso, apunta, las fuerzas de seguridad y la propia Justicia. “Lo de la consideración de los médicos como autoridad es una bacalada, no se cumple. Tenemos un botón de alarma que ni suena, la Policía llega y al agresor ni lo detiene, le pide filiación y ya declarará… Luego, en los juicios... vamos con miedo, todo el mundo testifica mirando para otro lado por lo que pueda pasar... ellos quedan absueltos”.
“Nunca salí aplaudir ni a que me aplaudieran, sabía que eso era pan para hoy y hambre para mañana. El año que llevamos encima no importa, no es más que mi trabajo y me siento muy orgulloso del trabajo que han hecho los sanitarios el año pasado y siempre. Sigo con ilusión, no me voy a jubilar todavía y voy a seguir trabajando todos los días, intentando darle más cariño a la gente, estar más formado, pero dices, joder… ya es que vives con paranoia. Hay mucho egoísmo, pensamos que lo nuestro es lo más importante, y muy poca educación. Afortunadamente, estos energúmenos son minoría, pero ellos hacen que cambie toda la visión de cómo se hacen las cosas, hacen que nos sintamos desprotegidos y coaccionados por la violencia”.
Este revelador testimonio coincide con la concentración que delegados del sector de Sanidad de CSIF Cádiz han mantenido este miércoles, junto a miembros de otras fuerzas sindicales y trabajadores del Centro de Salud Ribera del Muelle, en Puerto Real, para mostrar su apoyo a otro médico que fue agredido físicamente el pasado sábado mientras atendía a un paciente. En este caso, un doctor de unos 30 años, le dieron un puñetazo y le arrojaron encima una silla de ruedas. Todo, porque se retrasó ligeramente en atender una dolencia que no era urgente. Tras las amenazas, el médico trató de que esta persona moderara el tono, “que no eran formas”, y el acompañante, que esperaba fuera, entró en la consulta, ya mientras atendía a otra persona, y la emprendió a golpes.
“Más vigilantes, más personal, más formación, leyes más contundentes..."
Ante estos casos de extrema gravedad, desde el sector sanitario reclaman a la Junta de Andalucía —autoridad competente— cuantas medidas sean necesarias para garantizar la seguridad de los profesionales de la sanidad, ya que, con las que hay actualmente, las agresiones no disminuyen. “Más vigilantes, más personal, más formación, mejores instalaciones, leyes más contundentes y con mayor poder disuasorio… creemos que el SAS y la Junta de Andalucía deben poner más de su parte para evitar esta lacra”, añaden los delegados de Sanidad de CSIF Cádiz.
Para CSIF es necesario, además, una campaña pública, contundente y a largo plazo, para concienciar a la población de que ningún trabajador merece ser agredido por cualquier contratiempo o problema. Desde este sindicato se insiste en que hay mecanismos para canalizar cualquier reclamación o queja sobre la labor de los profesionales, sin que se tenga que llegar a episodios violentos como el vivido el pasado sábado en Puerto Real (y tantos otros como se siguen sucediendo). “Hay un desamparo enorme, una doble victimización que sienten los profesionales ante estas situaciones porque, en los juicios rápidos, los agresores en la mayoría de los casos salen absueltos”, aseguran fuentes de este sindicato.
"Trabajar con miedo no es agradable para nosotros ni beneficioso para nuestros pacientes"
“¿Qué tengo que hacer?”, se pregunta el médico gaditano que sufrió un intento de agresión mientras estaba en su puesto de trabajo. “Trabajar con miedo y tensión —reflexiona— no es agradable para nosotros pero tampoco beneficioso para nuestros pacientes. Delante del individuo que me estaba amenazando tuve que ponerla la cabeza para pararle, como en el fútbol. Con el teléfono en la mano y la Policía diciéndome que lo que tenía que haber era un vigilante jurado. Mis compañeros en sus consultas metidos, asustados; y luego llegó la Policía y la actitud conmigo era agresiva, sin empatía, declararon que yo estaba nervioso y que la otra persona estaba tranquila”. “¿Esto cuánto tiempo se puede aguantar? Esto no tiene sentido, no podemos permitirlo más tiempo. Estamos totalmente sin respaldo de nadie. Los maestros, los policías y guardias civiles, los sanitarios… estamos en una espiral de violencia que no se sabe cómo va a acabar si todo el mundo mira para otro lado”, enfatiza.
En una asistencia telefónica, este médico de familia gaditano recomendó a la paciente que atendía un tratamiento alternativo, “porque lo que estaba tomando no estaba indicado”. A partir de ahí, empezaron los gritos e insultos al otro lado de la línea telefónica. El doctor colgó el teléfono harto de los malos modos. A las horas, irrumpieron en la consulta a amenazarle e intentar agredirle físicamente, algo que por suerte, y por esta vez, pudo repeler. “O nos ponen medios para protegernos, o se aplican medidas coercitivas de verdad para que la gente se lo piense, o no sé… Es una agresividad incontrolada, un problema social de base que va a peor y la verdad es que nadie tendría por qué trabajar bajo amenazas, coacciones y miedo”.
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