Hace 30 años esta fotografía de Ildefonso Sena ilustraba la primera víctima del Estrecho
Hace 30 años esta fotografía de Ildefonso Sena ilustraba la primera víctima del Estrecho

Era un Día de Todos los Santos, pero de 1988. Dos años antes España había entrado por fin en la Unión Europea, alejándose, aún más, de un mundo que le queda a algo más de doce kilómetros al sur. La frontera física, la distancia geográfica no cambia; la política y la económica, sí. Allí, en la playa de los Lances yacía el cadáver de uno de ellos, uno de esos casi 8.000 muertos reconocidos en estos 30 años de pateras en el Estrecho. La Organización Internacional de las Migraciones cree, sin embargo, que por cada muerto hay dos desapariciones no confirmadas más. Si fuera así, él entonces es uno de esos 24.000 muertos posibles. Miles de víctimas, despersonalizadas con un número, que en la mayor parte de las ocasiones no tienen nombre y que cuando lo tienen es como si no lo tuvieran o como si no importaran.

En España le llaman el día de los muertos. A la madrugada, como no podía ser de otra forma, la noche de los muertos. Aquella mañana de primero de noviembre Ildefonso presenció el comienzo de una triste historia que treinta años después conforma uno de los cementerios más olvidados del mundo. No hay flores, no hay lápidas y no hay nombres. El mar los enterró sin funeral en una fosa común que separa al sueño de la pesadilla. El cuerpo sobre la arena de la primera persona que murió en el naufragio de una patera no estaba solo. Con él viajaban 23 migrantes marroquíes, 18 de ellos murieron ahogados.

"Oye, que en la playa ha aparecido un fiambre", le dijeron a Ildefonso. Dos guardias civiles custodiaban el cadáver. Una patera gris de cinco metros por dos y medio, al lado. "Hice fotos, pero no sabía qué pasaba, era el primer naufragio con muertos y no estábamos acostumbrados a ver aquello", contó a El Mundo en el vigésimo aniversario de la triste efeméride. Los cinco supervivientes hablaban francés y eran marroquíes. "Salimos de noche en la barca desde una playa de Tánger. Vimos unas luces y pensábamos que estábamos ya muy cerca de la playa. El patrón nos dijo que nos tiráramos al agua, que haríamos pie pero no era verdad. Chillamos. Los que sabíamos nadar llegamos a la playa. Los demás se agarraron a la lancha todos desde el mismo lado y la volcaron. Escuchamos los gritos de los amigos ahogándose. Allí se quedaron".

En 1988 el episodio retratado por el fotógrafo tarifeño era algo fuera de la norma. Una media de 260 personas fallecen al año intentando cruzar el Estrecho en busca de una nueva vida en Europa. Probablemente sean bastantes más, aunque lamentablemente no dejan de ser tan solo eso, una cifra a la que no se le pone ni rostro, ni nombre, ni remedio.

Occidente mira hacia otro lado

"La migración no ha empezado con este Gobierno, sino que lo que ha comenzado es la política migratoria que, hasta ahora, no existía y a la que la anterior administración no puso atención ni recursos económicos", recogen las declaraciones del Gobierno español tras un Consejo de Ministros en el que se aprobó un paquete de medidas para coordinar la migración a principios del pasado mes de agosto. "Un mando único para la cooperación operativa de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en la frontera y el Estrecho". ¿El objetivo? "Optimizar los recursos que permitan colaborar en impedir la salida de embarcaciones de migrantes en países de origen y evitar la llegada inadvertida de pateras a España", según Sánchez.

Fuente: Álex Zea (Europa Press)

La estrategia de la Unión Europea pasa precisamente por reforzar las fronteras y construir centros de asilo en el norte de África, algo similar a lo que se quiere hacer para retener el flujo de refugiados en otros países fronterizos con la Unión Europea y que ya se hizo con el gobierno turco en 2016.

"La crisis migratoria ha sido exagerada desde la UE debido a las divisiones políticas que hay en su seno; nos oponemos a ese tipo de centros porque no son parte de nuestra política migratoria", le replicó en Die Welt el ministro de Exteriores marroquí, Nasser Bourita, a la Unión Europea hace tan solo unas semanas. De facto el gobierno marroquí intenta evitar el paso de migrantes hacia el Estrecho a modo de portero de Europa y según han denunciado diferentes asociaciones de derechos humanos a escala internacional, provocando numerosas desapariciones. Una triste realidad que se suma a la de las mafias establecidas en torno a este negocio desde el África subsahariana hasta el norte del continente.

La Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, por su parte, afirma que cuestiona todas estas medidas y las llevadas a cabo hasta el momento ya que actúan "bajo una falsa hipocresía de protección y seguridad" y exige "cambios en las políticas migratorias y de asilo que prioricen de forma absoluta el respeto y la garantía de los derechos humanos por encima de oscuros intereses económicos o dependencias ideológicas". “La sociedad europea va por delante de nuestros gobernantes, insensibles y crueles, supeditados a intereses inconfesables y miedosos ante el futuro. Tenemos que seguir preguntando cuánto tiempo más vamos a tener que seguir siendo testigos de esta barbarie”.

Una patera en una imagen de archivo

Desde el año 2000 a 2018 la Secretaría de Estado de Seguridad afirma haber destinado 249 millones de euros al Sistema Integrado de Vigilancia Exterior (SIVE), que es el encargado de vigilar la Frontera Sur. Para la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía "los miles de millones de euros dedicados a levantar vallas, alambradas, concertinas, patrulleras, externalización de fronteras y alta tecnología para reforzar las fronteras hacen que las personas cada vez se vean obligadas a migrar por rutas más peligrosas". "La represión, el encierro y las expulsiones es la única política de gestión de los flujos migratorios”, asegura la organización. "Se trata de una verdadera política racista que tiene como consecuencia que las personas pierdan su vida durante las migraciones”.

El Mediterráneo, una fosa común

En el sur de Italia, la investigadora siciliana Giorgia Mirto intenta contar y descifrar a los fallecidos en el Mediterráneo a lo largo de los cementerios de regiones como Sicilia o Calabria. En los siete primeros meses de 2018 han muerto más de 1.500 personas; las políticas anti-inmigración del ejecutivo italiano liderado por Matteo Salvini no son nada halagüeñas: ya ni siquiera hay barcos de rescate frente a las costas africanas.

"Hay que pensar que las familias de las personas sin identificar que están sepultadas aquí no han vuelto a tener noticias de ellos. Hay mujeres que no pueden contraer un nuevo matrimonio o hijos que no pueden heredar. Son personas olvidadas en este trozo de tierra", aseguró a El Mundo esta investigadora italiana que en colaboración con Cruz Roja Internacional elabora una base de datos para identificar a los miles de cuerpos sin nombre enterrados en Italia. Cruz Roja Internacional cruza los datos de la investigadora con la información que tiene de los desaparecidos a través de su familiares y cuando tiene suficientes indicios compara su ADN, consiguiendo dar un nombre a casi un cuarto de los migrantes enterrados sin nombre en Sicilia desde 2013. Ahora pensamos que la inmigración es un fenómeno nuevo pero ya en los años 90 llegaban inmigrantes a Apulia desde Albania", sostiene. Nadar contracorriente y poner nombre a las víctimas de una tragedia que continúa, de oeste a este.

Sobre el autor:

Sebastián Chilla.

Sebastián Chilla

Jerez, 1992. Graduado en Historia por la Universidad de Sevilla. Máster de Profesorado en la Universidad de Granada. Periodista. Cuento historias y junto letras en lavozdelsur.es desde 2015. 

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