El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, sugirió el jueves a los sanitarios que investigan cómo acabar con el coronavirus que inyectasen en los pulmones de personas contagiadas dosis de desinfectantes y luz a alta potencia. Haciendo una analogía con la forma de acabar con los virus en superficies, consideró posible que tuviera efecto positivo en seres humanos.
Esto va contra cuestiones básicas de la medicina. Si bien los desinfectantes acaban con el virus, lo hacen también con elementos orgánicos, porque, evidentemente, estos líquidos no distinguen entre un virus y una célula básica para la vida. Las consecuencias de ello serían envenenamientos y disfunciones irreparables en los órganos.
Pues bien, poco más de 24 horas más tarde, se han reportado alrededor de un centenar de casos de personas que ingirieron líquidos usados para la limpieza con el fin de acabar con el coronavirus. A pesar de las advertencias que aparecen en los etiquetados de productos, las palabras de Trump tuvieron consecuencias.
En concreto, la mayor parte de estos casos se reportaron en dos de las zonas más afectadas, los estados de Nueva York y de Maryland. Asimismo, sanitarios declararon a la cadena de noticias de televisión estadounidense ABC que se multiplicaron todo tipo de llamadas directas a los hospitales tratando de conocer cómo podrían hacerlo para acabar con el coronavirus ingiriendo estos productos.
La falta de cultura sanitaria entre la población resulta un asunto serio, lo cual provoca que si bien el ciudadano medio entienda que no puede ingerir, abre la duda de si el propio presidente estadounidense cuenta con ella, toda vez que si bien no dijo que pudieran beberse líquidos nocivos, sí dijo en rueda de prensa oficial que su uso era una posibilidad para la cura de la Covid-19, algo que los propios expertos en la Casa Blanca tardaron minutos en negar.
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