La historia de Mustang tuvo final feliz, en gran parte, por la fuerza del resto de viajeros del Alvia en el que viajaba el animal, su dueña Carmen y Alba, otra pasajera que a punto estuvo de ser expulsada del tren por apoyar a la primera.

Sin quererlo, Carmen Muñoz y su mascota Mustang se convirtieron en noticia la pasada Nochebuena. La joven, vecina de Puerto Real, regresaba a casa en el tren Alvia procedente de Madrid para pasar las fiestas. Su perro, un cruce de pincher con bodeguero, viajaba en su respectivo trasportín, aunque ella, para que el animal no sufriera encerrado las cuatro horas de viaje, decidió abrirle la tapa de vez en cuando para que pudiera estirar las patas. Carmen no sabía lo que se le vendría encima cuando llegaran a Córdoba.

El resto de la historia ya es conocida. Si bien el supervisor hasta la capital califal le puso algún reparo, la que le sustituyó para completar el viaje hasta Cádiz le conminó a viajar entre los vagones si es que quería que su mascota no estuviera encerrada —y eso, a pesar de pagar 40 euros extra por Mustang—. Eso le llevó a solicitar una hoja de reclamaciones que nunca obtuvo ante la presunta negativa de la supervisora y de otros trabajadores de Renfe. La alteración de Carmen, apoyada por otros pasajeros del vagón, desembocó en que la supervisora solicitara la presencia de la Policía Nacional en Santa Justa. Fue entonces cuando los agentes invitaron a abandonar el tren tanto a Carmen como a Alba Rodríguez, otra pasajera que también viajaba con un animal y que defendió a la gaditana ante lo que consideraba una injusticia. El apoyo de otros viajeros evitó finalmente que las jóvenes y sus mascotas abandonaran el tren en Sevilla.

Alba, madrileña pero con pareja de Barbate, relata a lavozdelsur.es que se pensará mucho el volver a repetir un viaje en tren si es en compañía de su perro, un american stanford que actualmente apenas tiene un mes de vida. Señala igualmente que denunciará tanto a Renfe como a la supervisora que se negó a darles las hojas de reclamaciones. Afirma que tanto ella como Carmen lo pasaron “muy mal”. “Yo cuando me bajé del tren creía que me desmayaba”, señala, sin todavía entender por qué ocurrió lo que ocurrió. “El animal —por Mustang— no molestó a nadie. Es más, si no pasa nada, nadie se entera de que viajaba en el tren de lo bien que se estaba portando”. Eso sí, si de algo bueno se queda es con el trato que recibió del resto de pasajeros del vagón. “Estaban todos flipando. La gente estaba súper alterada, no entendía nada. Todos vieron un trato nefasto por parte de los trabajadores de Renfe”.Alba recogió con su móvil todo el incidente desde que llegó al vagón la Policía Nacional y la reacción de algunos pasajeros, que se pusieron de su lado. Aquí la transcripción de los hechos:

Alba: ¿Qué obligaciones tengo más que esta? Que yo no he hecho nada, el problema ha sido con ese animal, que tampoco ha hecho nada.

Carmen: A ver si la ley se cumple con todo el mundo, y hay que darse menos golpecitos en el pecho para estas cosas y hay que estar en otras que son más importantes. Y tenemos que llegar a destino, y a ver eso quién me lo paga, y cuando llega el tren con retraso a ver quién lo paga, que me ha pasado más de una vez.

Alba: Y que me nieguen una hoja de reclamaciones. Es que no hay, dice…

Carmen: Es una obligación que haya hoja de reclamaciones.

Pasajera: ¡Que solucionen las cosas en el destino, pero ahora no!

Policía 1: Se lo voy a explicar claramente: sí se les puede sacar si lo dice el supervisor...

Alba: Si hemos hecho algo, ¿no? ¿Sin hacer nada pueden sacar a una persona? ¿Si te lo dice esa persona te lo crees —por la supervisora—, pero si te lo dice un vagón entero no te lo crees? Y yo no los conozco de nada…

Policía 1: Yo no conozco a la supervisora.

Alba: Ah, pero sin embargo a una señorita que no tiene educación ninguna, porque solamente le hemos pedido una hoja de reclamaciones, y ni le ha mirado a la cara.

Policía 2: Venga, que ya está señora. ¡Que tiene usted que bajarse del tren! Y usted también. ¡Venga!

Carmen: Pero que usted no me hable así, que yo le estoy hablando con respeto.

Policía 2: Pero que ya está. Que aquí no vamos a…

Pasajera: A ver, yo aquí me voy a meter sin querer. ¿Pero cómo se van a bajar estas señoritas? Cuando lleguen a su destino, ustedes procedan como tengan que proceder. A ellas les están esperando, es Nochebuena y cuando lleguen a Cádiz, o a donde sea, hablen lo que tengan que hablar.

Policía 2: ¡Que todo el tren también está esperando!

Pasajera: ¡Pues nos vamos todos, porque es que no se tienen porqué ir! ¿Cuál es el motivo de que estas señoritas tengan que abandonar el tren? Es que no hay ningún motivo.

Pasajero: Que venga la otra chica (por la supervisora).

Alba: ¡Que venga a explicar qué es lo que hemos hecho!

La Policía abandona el vagón para hablar con personal de Renfe.

Pasajera: Es que no hay ningún motivo, pero los animales tienen derecho a ir, van en su trasportín, no hay ningún problema, han pagado 40 euros por cada animal, es que esto no es normal, no están incumpliendo ninguna norma. Arrancamos y esto se soluciona.

Alba: ¡Que no me voy a bajar y punto, que conozco las leyes!

Pasajera: ¡Esto es vergonzoso! ¡Y la persona que ha puesto la denuncia que venga aquí y que de la cara delante de todos, coño!

Alba: No te van a echar hija, no te preocupes (a Carmen).

Empieza a hablar todo el vagón.

Pasajero: ¡Los perros no han molestado a nadie!

Pacma: “Los animales son tratados como objetos”

Desde el partido animalista Pacma, su coordinador en Cádiz, Eduardo Aranyó, lamenta el trato que recibieron tanto Carmen y Alba como sus mascotas y afirma “no entender la discriminación que sufren los animales por razón de su peso. Entendemos que debería ser más en razón al comportamiento del animal”.

Aranyó critica igualmente que a pesar de que el Congreso aprobara recientemente considerar a los animales como seres vivos en lugar de cosas, esto aún no parece haberse extendido a todos los ámbitos. “Se vuelve a demostrar que los animales son tratados como objetos, no como seres que sienten, porque se les discrimina y se les obliga a viajar en condiciones enormemente restrictivas, porque van enclaustrados durante viajes de larga duración”.

De esta manera, desde Pacma piden que, al igual que ocurre en otros países de Europa, “se permita el tránsito de animales sin restricciones más allá de las higiénico-sanitarias”.

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Jorge Miró

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