Ser sepulturero en el cementerio de El Puerto: “Hace dos días saqué a mi madre y a mi padre”

El camposanto portuense amplía su plantilla de enterradores cuya misión consiste en trasladar cadáveres, preparar entierros y realizar exhumaciones entre otras labores

Dos sepultureros colocan una lápida en el cementerio municipal de El Puerto.
Dos sepultureros colocan una lápida en el cementerio municipal de El Puerto. CANDELA NÚÑEZ

Existe un lugar que “nos da a conocer un pasado cercano, pero del todo dormido”. Son las palabras que emplea Luisa Victoria Pérez, licenciada en Geografía e Historia por la Universidad de Málaga, para referirse a un cementerio. Los pasillos de los camposantos guardan trozos de historia y son testigos de personas conversando con sus seres queridos, limpiando una lápida o colocando unas flores en un pequeño jarrón.

Además de los cientos de almas que descansan en sus entrañas, hay personas que se levantan cada mañana para realizar labores de mantenimiento, entre otros quehaceres. El cementerio municipal de El Puerto, a escasos metros de la plaza de la Esperanza, es un enclave vivo muy cercano a las viviendas —algo poco habitual. Quizás sea esta característica la que permite que haya movimiento.

“Venir viene gente, si no el de las flores no estaría en la puerta. Hay algunas personas que vienen mañana y tarde”, comenta Miguel, portuense de 64 años. Él se encuentra a las 8.30 horas frente a los nichos no porque haya ido a hacer una visita, sino porque es su lugar de trabajo.

Colocación de un jarrón con flores en un nicho.
Colocación de un jarrón con flores en un nicho.  CANDELA NÚÑEZ

Sepulturero desde 1994. Ese es el oficio que desempeña en este cementerio datado del siglo XIX con unos 35.000 metros cuadrados. Idas y venidas en 350 metros de largo que conoce como la palma de su mano. El portuense tiene grabado en su mente los recovecos del camposanto donde empezó “por necesidad”. Nunca antes había trabajado como enterrador. Pero 28 años no pasan en balde y ya conoce los entresijos de una profesión que, a ojos de la sociedad, nadie quiere desempeñar.

"Empecé por necesidad"

En 1864 se aprobó el primer Reglamento del cementerio y, desde entonces, familias portuenses y de otras localidades han honrado la memoria de sus fallecidos entre hileras de cipreses. Las sepulturas de suelo más antiguas indican años entre 1893 a 1899. “Para acceder a las subterráneas, que hay muchas, hay que abrir una saja, no se puede enterrar por arriba porque la medianera de los nichos están justas”, explica Miguel. En ellas ha visto hasta “seis reducidos a restos con un cadáver”.

Actualmente el camposanto cuenta con una plantilla de ocho trabajadores, concretamente, dos oficiales, un conserje y cinco sepultureros. Miguel es uno de los veteranos y ha vivido las distintas obras que se han acometido en el terreno. “Estos nichos se hicieron nuevos y estos también”, dice recordando la instalación de la solería en los patios que “eran de tierra y cuando llovía se ponía todo de fango perdido”.

Interior del cementerio de El Puerto.
Interior del cementerio de El Puerto.    CANDELA NÚÑEZ

Una mañana cualquiera, junto a él se encuentran dos personas que se han incorporado al puesto hace prácticamente una semana. El Ayuntamiento de El Puerto ha reforzado el personal con la contratación, a tiempo completo, de dos oficiales de segunda con el fin de mejorar el funcionamiento del servicio. Ellos fueron los primeros profesionales que aparecían en la lista de aprobados de la Bolsa de Empleo de sepultureros.

"Lo más duro es enterrar a un conocido"

Santiago, portuense de 59 años, es uno de ellos. El trabajo no le resulta muy ajeno ya que antes de entrar había trabajado como portero de mantenimiento. “Allí había mucha albañilería, como aquí”, dice ataviado con unos guantes. Hoy no hay enterramientos previstos, pero hay que colocar una lápida en un nicho que se encuentra a cierta altura.

Mientras Miguel se sube a la máquina elevadora para picar la pared, los compañeros levantan el mármol. “Yo intento no pensar que estoy en el cementerio, pienso que voy a la faena, nada más. Como me ponga a pensar en la familia de la señora…”, comenta.

Miguel pica la pared de uno de los nichos.
Miguel pica la pared de uno de los nichos.    CANDELA NÚÑEZ
 

Son ellos los que se encargan de trasladar los cadáveres a otras sepulturas y adecentarlas para que estén disponibles, preparar los entierros o realizar las exhumaciones. Para ello utilizan, martillos compresores, palas o espinochas según la ubicación de los difuntos. “Nuestra misión es desalojar, dejarlo limpio y meter el cadáver, pero el oficial es el que tapa”, detalla.

En la actualidad, la incineración es la opción más extendida entre los familiares. Según explican, “hay día que enterramos a uno o a dos, pero cenizas, casi todos los días”. Aunque Miguel está acostumbrado a esta labor, reconoce que hay momentos difíciles en los que el lado humano se acentúa.

Herramientas que utilizan los sepultureros para hacer su trabajo.
Herramientas que utilizan los sepultureros para hacer su trabajo.   CANDELA NÚÑEZ

“Lo más duro es enterrar a un conocido tuyo o sacarlo. Normalmente hacemos exhumaciones de personas que no conocemos, pero cuando te toca una persona que conoces es muy complicado”, expresa el portuense, que ha vivido estas situaciones en más de una ocasión. Sin ir más lejos, “hace dos días saqué a mi madre y a mi padre”.

Desde el camposanto, la muerte, ese término temido por los mortales, se percibe distinto. “Aquí el concepto de la muerte es muy diferente. Hay que vivir el día a día, que después no hay nada, seguro”, dice con una expresión de tristeza en el rostro. Para ellos, lo fundamental para atender tumbas, panteones y nichos es “el respeto”.

Sobre el autor:

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Patricia Merello

Titulada en Doble Grado en Periodismo y Comunicación audiovisual por la Universidad de Sevilla y máster en Periodismo Multimedia por la Universidad Complutense de Madrid. Mis primeras idas y venidas a la redacción comenzaron como becaria en el Diario de Cádiz. En Sevilla, fui redactora de la revista digital de la Fundación Audiovisual de Andalucía y en el blog de la ONGD Tetoca Actuar, mientras que en Madrid aprendí en el departamento de televisión de la Agencia EFE. Al regresar, hice piezas para Onda Cádiz, estuve en la Agencia EFE de Sevilla y elaboré algún que otro informativo en Radio Puerto. He publicado el libro de investigación 'La huella del esperanto en los medios periodísticos', tema que también he plasmado en una revista académica, en un reportaje multimedia y en un blog. 

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