En las últimas semanas han sido varias las voces que han alertado sobre un gran apagón energético en Europa. Sin ir más lejos, el Gobierno de Austria ha alertado a su población del peligro de un “gran apagón” eléctrico a escala europea en un horizonte de cinco años. Los expertos consultados lo consideran poco probable y el Ministerio del Interior austríaco reconoce que “no hay consenso” sobre la probabilidad de que ocurra, pero dadas las actuales circunstancias del mercado energético en Europa, la posibilidad de quedarnos sin luz empieza a no sonar tan remota.
Las teorías acerca de este apagón eléctrico se basan en la posibilidad de que el continente tenga que afrontar un fallo en el suministro eléctrico ocasionado bien por causas naturales, por sobrecargas en el sistema, ataques informáticos o bien por sabotajes en infraestructuras estratégicas. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el sistema eléctrico funciona de manera distinta en cada país europeo. La Red Eléctrica Española aseguró hace pocos días que sería difícil que este apagón ocurriera en nuestro país, donde contamos con una capacidad instalada de 112.384 MW y estamos consumiendo tan sólo el 28%, es decir, 31.584 MW.
Los expertos españoles creen, en su mayoría, que el riesgo sobre el cual advierten las autoridades austríacas o alemanas no tiene nada que ver con la situación en España, considerada una isla energética dentro de la Unión Europea por su menor interdependencia. Sin embargo, no debemos ignorar que nuestro sistema eléctrico también presenta carencias y puntos débiles que suponen cierto riesgo, tal y como avisan los expertos en la materia.
Lo que de ningún modo podría evitar España sería el encarecimiento de los precios de la energía en caso de apagón. Además de que, en tal caso, el restablecimiento del suministro en Europa sería lento y paulatino (las autoridades alemanas estiman el plazo mínimo de recuperación en quince días), las tensiones sobre los mercados energéticos se verían irremediablemente incrementadas debido a la necesidad de aumentar la demanda europea. Eso generaría un aumento sin precedentes en los costes de la energía.
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