80 años enterrados en el olvido de Pico Reja: "A solo 20 centímetros del suelo ya es posible hallar cadáveres"

Familiares y asociaciones memorialistas piden a las autoridades que salden esta “deuda pendiente” con los asesinados por el franquismo y sepultados en la fosa común del cementerio de Sevilla

Concentración en el cementerio de San Fernando por la delimitación y exhumación de la fosa de Pico Reja.

Sevilla fue la primera ciudad peninsular que cayó ante el Golpe de Estado militar de aquel verano de 1936. Días después de la toma de la ciudad comenzaron los asesinatos. La fosa de Pico Reja, situada en mitad del cementerio sevillano de San Fernando, fue la primera en colmatarse. Apenas unas semanas después del inicio de la Guerra Civil ya albergaba a más de 1.000 cuerpos sin vida arrojados en su interior. Hoy, los familiares de aquellos represaliados claman justicia. Es con la llegada al gobierno municipal de Juan Espadas (PSOE) cuando las asociaciones memorialistas presentan ante el Ayuntamiento de Sevilla una moción pidiendo la dignificación de aquel lugar, que aún se encuentra sin delimitar. “La gente pasa por encima porque no existe nada que indique que allí debajo hay personas”, explica Paqui Maqueda, presidenta de la asociación sevillana Nuestra Memoria.

En la fosa común de Pico Reja, tan solo una de las seis que se encuentra en este cementerio, al menos se distingue el contorno gracias a un gran jardín que, sin embargo, pasa desapercibido al visitante. Ni una placa, ni un monumento. Solo algunas de las fotografías de las personas fusiladas por el bando nacional. “A tan solo 20 centímetros bajo el suelo ya sería posible encontrar cadáveres”, claman las familias afectadas.

Un primer contacto con la fosa llevó a las instituciones a abrir la fosa y constatar que efectivamente contenía cuerpos con signos de muerte violenta y que están arrojados de cualquier manera. En mayo del año pasado, algunos familiares fueron citados en el laboratorio municipal de María Auxiliadora para tomar muestras de su ADN. Pero desde esa fecha el asunto “está parado”, con la incertidumbre que se extiende en el horizonte debido a un cambio de rumbo ideológico y político en la Junta de Andalucía.

Algunas de las fotografías de los enterrados en Pico Reja sobre el espacio sin delimitar de la fosa común.

La visita de europarlamentarios impulsada por el Intergrupo de Memoria Histórica a la fosa común en la mañana del viernes reabre la necesidad de continuar con la investigación, justo en un momento convulso en el que los familiares reprochan que “llevan 82 años sin ser escuchados”. Su paso por Sevilla también les llevó a otro punto clave del conflicto de memoria histórica: la tumba del General Gonzalo Queipo de Llano, situada en el interior de la Basílica de la Macarena. A este militar franquista se le atribuyen miles de víctimas entre las que se encuentran las de la matanza de la desbandá, que se produjo en la carretera de Málaga a Almería.

Las historias enterradas y silenciadas de Pico Reja

Un grupo de familiares se agolpa alrededor de los visitantes parlamentarios. Todos necesitan expresar lo que sienten, el abandono que han sufrido por parte de las autoridades durante tantos años, 41 de etapa democrática. “No les interesa sacar esto”, grita una mujer que sostiene una fotografía de su familiar. Lourdes Farratell es una de las familiares afectadas que no ha querido perderse la visita. Joaquín Farratell (1881-1936), su abuelo, era periodista de la publicación republicana Canela en Rama, situada, según la historia, en el número 11 de la calle Puente y Pellón, en el centro de Sevilla. Una publicación de corte crítico que se erigía en contra de todo lo injusto desde una visión mordaz. Una especie de “Charlie Hebdo de la época”, explica su nieta. Un periodista bastante reconocido en Sevilla escondido tras pseudónimo de El loco.

“Era un hombre culto y fiel a sus creencias”, indica Lourdes, una de las mujeres más jóvenes de la reunión. Se había metido en varios líos por defender a gente del pueblo y por enseñarles a leer y escribir, ya que su mujer, Lourdes Martínez, procedía de San Juan de Aznalfarache. “Mi bisabuelo, su padre, llegó a ser alcalde de San Juan”, explica Lourdes. Esto demuestra que “la nuestra era una familia acomodada, de gente culta a la que la guerra se lo arrebató todo”, explica.

“Mi investigación comenzó después de leer un artículo en prensa sobre la fosa de Pico Reja. Me dio por pensar que mi abuelo podría estar allí porque yo el tema de las cunetas no me lo he creído nunca”. Tras escribir un correo a una de las asociaciones que figuraban en la pieza de prensa, Lourdes comenzó a tirar del hilo. Enseguida la pusieron en contacto con otras personas que podrían saber más sobre su abuelo. Fue así como llegó hasta el historiador José María García Márquez, que sostenía que reconocía a su abuelo entre las personas que había estado estudiando en los últimos años. “Después de un tiempo de investigación me citaron en la fosa común. Ese día estaba muy emocionada porque mi padre siempre pensó que su padre podría estar allí”. Pasar por el monolito de Monumento (otra de las fosas comunes de San Fernando) donde él está enterrado para esclarecer esta causa “fue un hecho muy emotivo”.

La abuela de Lourdes, mujer del periodista Joaquín Farratell.

Joaquín Farratell, periodista de la publicación 'Canela en Rama', enterrado en la fosa de Pico Reja.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Está segura de que a su abuela “se la cargó la pena”. Lourdes Martínez murió muy joven, víctima de un cáncer. Cuenta su nieta que tras el arresto y “desaparición” de su abuelo “le echaron la casa abajo”. Ellos vivían en Triana, y tras la guerra tuvieron que mudarse a un basurero durante cuatro años. “De tener una vida acomodada a vivir prácticamente en la calle”, declara la nieta. Es por eso que considera que también su padre es “un represaliado, aunque no haya estado en la cárcel” que pagó las consecuencias de una guerra injusta. “Con tan solo siete años tuvo que salir a pedir por las calles de Sevilla”.

Francisco Farratell, su padre, era el segundo de cinco hermanos. Con esa misma edad se iba cada día a la Iglesia de la O con otros niños callejeros. Después de escuchar misa, accedían a una cartilla de racionamiento que les daba derecho a una determinada cantidad de comida.

La clave para esclarecer toda la historia fue una partida de bautismo de su abuelo que coincidía en fecha con la de su padre. Posteriormente, supo que el sacerdote Pedro Ayala tenía una buena amistad con Joaquín y un año antes de que estallara la guerra les propuso bautizar a toda la familia porque “la cosa se estaba poniendo muy fea”.

https://youtu.be/c_cAnCIQy48

Sabe a ciencia cierta que su abuelo se encuentra en la fosa de Pico Reja porque fue uno de los primeros en caer. “Lo asesinaron el 29 de agosto, un mes después del comienzo de la guerra”. La fosa de Pico Reja fue la primera que quedó colmatada. Con el avance del enfrentamiento bélico fue la de Monumento la que se abrió meses después. La investigación también ha puesto sobre una nueva pista a Lourdes. “Creía que mi abuelo tenía 45 años cuando fue asesinado, pero eran 10 más”. Esto es de vital importancia según los investigadores, ya que no es lo mismo el cuerpo de un hombre de 45 que de 55. “Me basta con encontrar un trozo de la falange del pie de mi abuelo, para sentir que se ha hecho justicia”, comenta Lourdes, que se ha unido además a la denuncia colectiva presentada ante la justicia argentina.

Ana Sánchez busca “cerrar heridas” con dos de sus familiares. Ramón y Antonio Sánchez eran dos jóvenes muy concienciados políticamente que pertenecían al partido comunista. Su familia procedía de un pueblo de Huelva, Nerva, pero se habían venido a Sevilla en busca de una mejor vida. “Al principio vivían en las chabolas de Villalata, lo que hoy es Amate, pero le tocó la lotería a mi abuelo y pudieron comprarse una casita en el Cerro”, cuenta. Sus tíos eran unos jóvenes muy implicados con el barrio y “eso no gustaba”, comenta. En el caso de Ramón, zapatero de profesión, “solía tener muchas discusiones con mi abuelo porque a la mitad de la gente no les cobraba”, explica Ana.

Su tío Ramón, caracterizado por una cojera, es uno de los que se encuentran en la fosa de Pico Reja. La fecha de defunción aproximada (puesto que no fue fusilado oficialmente) se sabe que fue el 22 de julio. “Lo mataron en el Parque de María Luisa y lo dejaron varios días allí”, indica Ana. Con una doble intención: “la de servir de aviso y la de propiciar que alguien lo reconociera”. A Antonio lo fusilaron en diciembre, por lo que todo indica que su cuerpo se halla en la fosa común de Monumento.

Ana Sánchez, como el resto de familiares afectados decide romper el silencio cuando se entera de que una asociación de víctimas del franquismo, Nuestra Memoria, se reúne junto a familiares afectados el último sábado de cada mes en la plaza de la Gavidia de Sevilla. “Mis padres tenían asumido que eso pasó y que no se podía hacer nada, pero yo desperté y me di cuenta de que eso no era cierto”, asegura.

Blas Infante, uno de los que se encuentra en la fosa común

María Jesús Naranjo Infante es otra de las familiares que pide justicia. La nieta de Blas Infante asegura que nunca se le comunicó nada a su abuela Angustias sobre el fusilamiento de su marido, pero que “al ser uno de los primeros fusilados tras el Golpe de Estado, todo parece indicar que el cuerpo se encuentra en Pico Reja”, indica.

Respecto a la recuperación de los cuerpos se muestra algo escéptica. “Encontrar los restos y poder exhumarlos es el objetivo de todos los familiares que se encuentran en nuestro mismo caso. Pero, siempre se ha comentado que una vez muertos los calcinaban con cal viva”, explica. Pero lo que sí que espera “es poder mostrar el respeto y dignificación que estos hombres y mujeres se merecen". Y cómo no, darles "su lugar en la historia y el reconocimiento como luchadores por la libertad”.

No siente que el Estado tenga una deuda con ella o con su familia, pero sí le gustaría que se anulara la sentencia dictada en aplicación de una ley franquista del año 1939 por ser “una barbaridad e infamia jurídica”. Dicha Ley la dictó el Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas el 4 de mayo de 1940. Debemos condenar y condenamos a D. Blas Infante Pérez, como incurso en un caso de responsabilidad política de carácter grave a la sanción de pago de dos mil pesetas. Sentencia que se dictó “cuatro años después de muerto y con una ley que se promulga posteriormente al hecho”, explica María Jesús. Fue recientemente, con la aprobación de la Ley de Memoria Histórica en 2007, cuando la sentencia se declara ilegítima, aunque no nula, de ahí la petición de la nieta del considerado padre de la patria andaluza.

“Mi abuelo, desde su niñez, ya visualizaba la pobreza y la desprotección que el jornalero sufría a manos de los terratenientes. Su vida fue una aventura por intentar dar respuesta a ello. Ese ideal andaluz que compartieron algunos de los ateneístas y que les llevó a crear los centros andaluces primero y, luego, las juntas liberalistas, no tenían otro fin que intentar dotar a Andalucía de un ente que administrara sus recursos para no seguir siendo una colonia de España”, explica.

Un momento convulso para la familia Infante debido al triunfo de las ideas supremacistas que han llegado al parlamento andaluz. No obstante, María Jesús expone su talante más conciliador: “Estamos en una democracia. Todas las ideas deben estar visibles y deben ser respetadas, aunque con unas personalmente nos sintamos más identificadas que con otras”, indica. “Ya Blas Infante en aquellas charlas del Cristina de principios de los años 30, manifestaba que Andalucía debemos construirla entre todos. Todos tenemos la obligación de luchar por su liberación” zanja citando una cita de su abuelo.

El deseo de las asociaciones memorialistas

La iniciativa de la apertura de la fosa nace gracias a una moción presentada ante el Ayuntamiento de Sevilla en la que se pide la retirada de simbología, una mayor apuesta por la educación histórica y la exhumación de los cuerpos de las fosas comunes del cementerio. Hace dos años se crea la Oficina de la Memoria, una institución con una sola funcionaria al frente que no puede con la multitud de solicitudes que llegan a diario por parte de familiares e investigadores.

Ahora, las asociaciones temen que el proceso quede paralizado por el reciente cambio de gobierno en la Junta de Andalucía. “Lo único que queremos es dejar de recordarles la deuda pendiente que tienen con miles de familiares y que se dignifiquen estos lugares en el cementerio de San Fernando”, sostienen Eva Oliva y Paqui Maqueda, presidentas de sendas asociaciones de memoria democrática. “A día de hoy las fosas no están delimitadas y cualquiera puede pasar por encima, reconocerlas y erigir un monolito no es tan costoso”, indica Eva sumándose al deseo de todas las familias. Un deseo que ojalá “no peligre” con el nuevo gobierno.