Mar Gallego, frente a una pancarta desplegada en la Sala Paúl durante las II Jornadas Feministas Andaluzas. FOTO: CLAUDIA GLEZ. ROMERO.
Mar Gallego, frente a una pancarta desplegada en la Sala Paúl durante las II Jornadas Feministas Andaluzas. FOTO: CLAUDIA GLEZ. ROMERO.

La periodista Mar Gallego (Chiclana, 1983) entró en el feminismo deconstruyéndose como mujer mientras echaba unas hojitas de hierbabuena al puchero. Desde entonces, accedió con una condición: contar otras historias. Partió de la raíz. Le daba más importancia a una conversación con sus abuelas, entre pipas a la fresquita, que a una tarde de lectura de Simone de Beauvoir.

Creadora del proyecto Feminismo andaluz: Como vaya yo y lo encuentre…, en 2012, Gallego se dedica a recoger todos los suspiros de las mujeres pobres y mayores de la vieja Andalucía que, por un discurso hegemónico, no tienen voz en la historia, ni en el movimiento feminista actual. "Me dije, ¿que no existe un feminismo andaluz? Como vaya yo y lo encuentre...", ríe.

"Las personas que limpian y cuidan son a las que más deberíamos escuchar", señala la periodista gaditana durante su ponencia Barruntando un feminismo andaluz, en las II Jornadas Feministas Andaluzas Feminismo y Olé, celebradas en Jerez. "Nos creíamos que la gente pobre no puede ser un referente, porque los pobres solo eran pobres, no ricos y ya está. Pero no, la gente pobre, además, era otra cosa", continúa. Para ella, todas las personas que han sido marginadas en la sociedad, "son resistentes a una norma capitalista, de ahí surge el feminismo andaluz".

Actualmente reside en Granada, donde trabaja como periodista freelance sobre temas de género, a la par que ofrece talleres sobre los discursos y los silencios, desde el humor y la crítica. En su conferencia en Jerez, la periodista mezcla lo académico con la calle y hace alusión a referentes internacionales del feminismo, al tiempo en que reivindica las referentes feministas cercanas, de Andalucía. "No hay por qué buscarlas en otros tiempos o en otros países", insiste.

¿En qué momento abrió los ojos?

Cuando nací. (Ríe).

"Lo que pasa es que la cultura andaluza no te suma, te resta"

Me refiero, sobre la discriminación que sufría solo por ser mujer.

Desde el hogar. Evidentemente, como todo el mundo, yo he nacido en un entorno bastante machista y por ejemplo, recuerdo como un hito muy grande cuando teníamos que hacer las cosas de la casa y yo tenía que hacer la cama de mi hermano. Me acuerdo que yo eso nunca lo viví con normalidad, sino con mucho dolor, incluso lloraba, pataleaba... Y siempre me preguntaba el porqué. Siempre tuve un sentido de injusticia. Fue ya luego, cuando hice un máster de Género en la Universidad de Cádiz, cuando empecé a poner más palabras a las cosas que había empezado a sentir.

Ha comentado durante su ponencia que fue en un viaje de Cádiz a Murcia, en Blablacar, cuando se dio cuenta de la cuestión andaluza dentro del movimiento feminista.

Sí. Me di cuenta que Andalucía tenía una cultura distinta. Que no es lo mismo leer tu identidad territorial desde una cultura extranjera, que es lo que se presupone el Estado español, que es una identidad diversa. En el Estado español hay muchísimas culturas y nos intentan imponer que solo hay un modelo. Es decir, se viven en los pueblos expresiones culturales, pero no como una cultura con una epistemología propia. Un saber propio. Entendí que a nivel cultural no era lo mismo, y que la gente tendía a leer a Andalucía desde un punto de vista... en el que tenía en cuenta unos conocimientos pero no ponía en valor lo que, por ejemplo, yo he vivido en mi casa. Cómo se viven los espacios públicos y los espacios privados, los saberes populares...

¿Y qué diferencias hay entre lo que vive una mujer en Andalucía y lo que vive una mujer, por ejemplo, de la capital?

Yo creo que todo depende del territorio en el que te encuentres. Es decir, digamos que tu territorio y tu identidad está sometida a determinados discursos. Pero esto no quiere decir que existan diferentes rasgos que son los que componen tu identidad y diferentes discursos que te discriminan. Es lo que se llama feminismo interseccionalidad. Tienes que cruzar el factor clase y el factor etnia, con el territorio donde vivas. Todo depende. Claro, la diferencia es lo que ocurre cuando nos trasladamos. Es decir, las identidades y las discriminaciones dependen del territorio de donde estés. Es posible que una andaluza de clase alta, a lo mejor en Andalucía es la reina del mambo, pero en Madrid o en Barcelona, es ninguneada. Creo que, por ejemplo, lo que pasa es que la cultura andaluza no te suma, te resta. Y sin embargo, una cultura como la catalana, la vasca o la madrileña, te suma. Suma a tu identidad, tu eres percibida como una sujeta legítima de decir lo que sea, que te van a dar valor. Y nosotras tenemos que hacer malabares para que se nos dé valor, simplemente porque hemos vivido en un territorio que históricamente ha sido ninguneado, que su historia ha sido silenciada... y esto tiene sus propias consecuencias.

¿Y se vivió de manera diferente el 8M en Bilbao o en Barcelona que por ejemplo en Sevilla o en Cádiz, o hubo unanimidad?

Yo creo que lo que tiene que ver el movimiento feminista en cuanto a violencia de género, es unánime. Hay temas que se rebaten en todos los territorios, pero también hay formas de ver las cosas en las que los movimientos feministas no siempre están de acuerdo. Hay siempre dos o tres debates en los que no existe unanimidad, pero hay otra serie de debates, como es la violencia de género, que existe total unanimidad. O como cuando lo de la Ley del Aborto, que con lo de Gallardón todas salimos en masa a la calle, o con el caso de 'La Manada'. Existe unanimidad en el apoyo. En el 8M, en la forma de hacer protestas puede haber diferencias. Por ejemplo, en las manifestaciones de Sevilla, Málaga o Cádiz, se hacen reivindicaciones artísticas que tienen que ver con la tierra y se usan como reivindicación. En la de Sevilla hubo un grupo de chicas que se subieron a unas sillas y se pusieron a cantar flamenco reivindicativo. Eso sí es algo territorial. Usar cosas populares como denuncia. También recuerdo que en Málaga algunas chicas iban con peinetas, o con lunares... Y reivindican un poco desde la identidad. En Málaga uno de los cánticos que siempre se ha usado es: "Ele, ele, arsa. Yo machista no quiero en mi casa". Es coger una coplilla andaluza para hacer reivindicación.

"En Málaga uno de los cánticos que siempre se ha usado es: 'Ele, ele, arsa. Yo machista no quiero en mi casa'. Es coger una coplilla andaluza para hacer reivindicación"

¿Cómo vivió el 8M, dónde se encontraba?

Yo estaba en Granada. Y me impresionó muchísimo. Tengo que reconocer que yo estoy más vinculada al feminismo desde la generación del discurso. Estoy trabajando en la red, trabajo como periodista con perspectivas de género... Y claro, estábamos desde Pikara Magazine apoyando para que la gente fuera a la convocatoria. Di a conocer la historia de Las Cigarreras, para que la gente se animara... Pero no tenía mucha fe en que el paro fuese tan secundado. A mí me sorprendió para bien. Cuando yo entré en la marcha de Granada y me vi que no se podía avanzar, y la energía que allí se estaba moviendo... Se vio que había traspasado  el movimiento feminista que nosotras conocemos y que ha llegado a muchísima gente que antes no se nombraba como feminista.

Tras la sentencia de 'La Manada', los colectivos feministas y una gran marea de indiganados han tomado las calles. En uno de esos encuentros, escuché que esta sentencia era una respuesta al gran apoyo que tuvo la huelga feminista del 8M. ¿Qué piensa?

Creo que es una respuesta de una institución que no se ha hecho mirar el discurso, y que tiene un discurso que es machista, que no pone en valor el relato de la víctima y que al final está de lado de los agresores. Yo creo que es una sentencia fruto del machismo y de un sistema judicial que todavía no se ha revisado en cuestiones de género. Tal y como está pensado el sistema judicial, de cómo tienen en cuenta las pruebas... El sistema judicial está hecho para que las víctimas de violencia de género estén desamparadas. Y claro, luego desde la institución se anima a denunciar, que es un discurso muy hipócrita, porque estamos viendo qué es lo que ocurre cuando se denuncia. ¿Una respuesta a una pataleta? No lo sé. Pero a mí me parece más una cuestión de lo mismo de siempre, que el sistema judicial es bastante machista.

En esta última semana, desde lavozdelsur.es, hemos adelantado que una joven de Zahara de los Atunes ha denuciado haber sido violada en grupo en la pasada Feria de Vejer. ¿Se está creando una moda de drogar y violar en grupo, o es algo que ha ocurrido desde siempre? 

No sabría contestarte. Que violar esté de moda me parece una afirmación un poco...

"Siempre ha existido una cultura de lealtad masculina que nos quieren hacer creer que no es así"

Le digo sobre todo, porque ver a un grupo de amigos hablando por WhatsApp de planear una violación, es algo difícil de entender...

La cosa es que yo sí que lo entiendo, porque creo que forma parte del sistema en que vivimos. Lo que pasa es que es tan duro reconocer que eso es así, que muchas veces ante las realidades tan duras que tenemos sobre las cuestiones machistas, nosotras mismas no nos las creemos. Es tal la crudeza, que es muy difícil asimilarlo. Entonces siempre tendemos a pensar que eso no puede ser. Pero realmente ese no puede ser es que es. Lo que estamos intentando decir las feministas todos los días.

Claro. Aclarar que no son casos aislados, que los que lo cometen, no son descerebrados, sino hombres.

Claro. De hecho, hay muchísimos casos de violación, que son la mayoría, en el seno de la familia que están totalmente silenciado. Y un discurso que nos dicen siempre que las personas extrañas son las de afuera. Cuando la mayoría de las violaciones se producen en los entornos familiares por parte de tíos...

Lo que sí que me parece que es sintomático de esta cosa del WhatsApp es una cosa que existe y que siempre ha existido en la masculinidad hegemónica: la alianza entre los hombres, eso que se llama "manada". De hecho, el grupo se llamaba así. Existe una alianza masculina, entre lo masculino hegemónico, los cis (no estoy hablando de hombres transexuales) que siempre ha existido que consiste en taparse los boquetes unos a otros, incluso en indifelidades... Es algo que he vivido en mi día a día. Todas hemos escuchado el típico marido que se iba al club de alterne y se tapaban entre ellos. Siempre ha existido una cultura de lealtad masculina que nos quieren hacer creer que no es así. Y que además están enfocadas y tienen como objetivo, generar violencia y taparse entre ellos. Entonces me hace mucha gracia cuando se ridiculiza la alianza entre mujeres cuando históricamente ha existido una alianza masculina y esto se ve perfectamente en los grupos de WhatsApp.

Me ha llamado la atención que en Pikara Magazine escribe de una forma, y en su blog, Feminismo Andaluz, de otra manera muy distinta. ¿se siente liberada al escribir así, como habla?

Totalmente. De hecho es un debate que tenemos en Pikara. Nosotras hablamos mucho de estas cosas. Y al igual que el sistema judicial tiene que mirarse desde el esquema en que trabaja... Cuestionamos muchos los contenidos, pero no la forma de la que se trabajan al fin y al cabo esos contenidos. Y el periodismo es una mirada totalmente hegemónica que para empezar, habla de un concepto como la objetividad, que ya estamos dando por sentado que la objetividad no existe, o sea, toda persona que escribe tiene su punto de partida; tiene una serie de jerarquías de género, como considerar mucho más valioso un reportaje que una entrevista, y unas serie de cosas que perjudican a la mirada feminista.

Yo pongo siempre un ejemplo, que es el de la pirámide invertida, la pirámide invertida te dice que los acontecimientos más importantes para contar ese relato, se tienen que contar arriba, y luego vas desgranando y cuentas las cosas de menor importancia. Pero como he hablado de mi proyecto, las cosas que tienen que ver con la clase pobre, la clase popular... siempre han sido contadas como cosas sin importancia. Entonces, es muy difícil contar un relato desde ahí cuando realmente el relato de la víctima o lo que tiene más carnaza de violencia de género tienen que ver con esos detalles que no se ven. Por ello hay que desmontar todo ese concepto, toda esa cuestión, para contar este relato de una forma que no revictimice. Lo que consideramos voces expertas y no expertas. Hay un montón de cosas dentro del periodismo que yo sí que las vivo con mucha angustia, y para mí, aunque Pikara sea un medio que se cuestione, yo inconscientemente me pongo en el lugar de cómo tengo que ser como periodista y caigo en ese rol. Pero sí que estoy intentando contar cada vez más la historia desde un punto de vista más situado. El único porblema es que al hacerlo así, sé que voy a llegar a mucha gente, pero otra persona va a considerar que no soy tan profesional como una periodista como si nacieran de la nada, con ese concepto de universalidad, que no existe.

Hace poco, cuando iba caminando por la calle, un hombre, mientras se fumaba un cigarro, me dijo: "¡Ole, ole!". Y yo le contesté: "¡Ole, ole!". Él, entonces, insistió: "¡Ole, ole!". Y yo rematé con un: "¡Ole, con ole y olé!". Fue entonces cuando el hombre vio que no me agradaba la situación, y prefirió concluir diciéndome: "¡Hija, es que eres muy guapa!". A lo que yo le concluí con: "Pues no hace falta que lo digas". Me gustaría que me contara la última situación de acoso callejero que ha vivido, y veo que es algo muy de Andalucía, porque Ana de Miguel me comentó que, "al ser del Norte", jamás había recibido "piropos" por la calle. 

Yo pensaba que en otros sitios sí que lanzaban piropos... Pero claro, es cierto que en Andalucía somos mucho de hablar, de expresarnos, y somos mucho de este tipo de cosas. Lo que yo considero hacer muchas veces para cuando me pasan estas cosas y no sentirme más violentada es... Es decir, no creo que deba haber un manual para contestar esa violencia callejera, sino que cada una haga lo que le pida el cuerpo en ese momento. Hay veces que he decidido pasar y he dicho, mira hoy no me vas a dar el día y no voy a gastar ni una sola palabra. Y otras veces que me enfrento. La última vez, además, recuerdo que fue en mi barrio, en el típico bar donde solo hay hombres y donde la persona que te está agrediendo verbalmente es la misma que te ha visto crecer con dos años. Es algo súper asqueroso. La misma persona que me ha visto de niña, me ve ahora de mayor, y te sexualiza. Fue que yo pasé, y la mirada, ¿no? Iba mirando, mirando, mirando... Y me dijo algo. Me paré delante de él y le dije: "¿Qué me estás diciendo?". En seguida noté que se le cambió la cara. Y seguí diciéndole: "Estoy andando por la calle y tengo derecho a pasar por aquí sin que tú me digas nada. Así que la próxima vez, no me vas a decir eso que me acabas de decir".

Hay algo que está sucediendo dentro del feminismo que ni nosotras mismas nos lo estamos creyendo. Como por ejemplo las manifestaciones del 8M. Y es que el sistema heteropatriarcal es un sistema, tuvo un comienzo e inevitablemente va a tener un fin. Llegará un momento en que tendrá un fin. No un fin como que acabe el machismo, sino que habrá una progresión, una mutación. Es algo que nosotras mismas no nos creemos. Es un sistema que no ha estado toda la vida, de hecho han estado otros sistemas diferentes. Creo que a veces no nos acabamos de creer de que está surgiendo esta cosa de que se está poniendo un fin a todas las personas que han abusado de su poder. No solo lo estamos viendo en el feminismo, sino en el movimiento en su día del 15M, todo lo que ha pasado con Cifuentes... Son una serie de privilegios que han tenido simplemente por ser hombres o por tener un estatus de poder y económico grande. Lo dijo muy bien Oprah Winfrey: "Vuestro tiempo ha acabado".

"Lo que tenemos que hacer es sentarnos y escuchar a las personas que han sido víctimas. No podemos hacer un feminismo sin víctimas"

Ha dicho durante su conferencia, que tiene la necesidad de deformarse, ¿de deconstruirse de qué? 

Sí, deconstruirme de lo que me han enseñado, que es el deber ser.

Sí, ha hablado también de las expectativas que tienen las mujeres al nacer. En una serie muy reciente de Netflix, El Alienista, hay una escena en la que salen hablando Daniel Brühl y Dakota Fanning, en mitad de un parque. Ahí, él le dice a ella, de algún modo, que las mujeres están condenadas por tres expectativas en la sociedad: casarse, tener hijos y sonreir. 

Claro. La labor muchas veces de cuestionar las miradas que nos han enseñado a construirnos dentro de los feminismos. Evidentemente deconstruirte es volver a construirte, pero a mí me parece mucho más interesante el primer proceso, la deconstrucción: todo lo que me han enseñado me lo tengo que ir quitando del cuerpo para sentirme más libre. Quitarme discursos para yo sentirme más libre y formarme desde el punto de vista que yo quiera conocer. Para mí, hablar de feminismo andaluz sin hablar de lo que mi cuerpo me dice... El silencio es súper importante, porque si sustituimos los saberes hegemónicos por otros saberes que tengo que aprender por muy reivindicativa que sea, esa persona me está marcando la agenda. Y yo creo que una revolución feminista sería entender que todas las personas tienen algo que aportar y que todas, desde su punto de vista, tienen algo que decir. Y sobre todo poner en valor a las víctimas. No podemos hacer un feminismo sin la sabiduría de las víctimas. Esas personas tienen que hablar y no podemos hacerles ver que se tienen que formar para hablar. Lo que tenemos que hacer es sentarnos y escuchar a las personas que han sido víctimas. No podemos hacer un feminismo sin víctimas, que han sido personas que se han tenido que deconstruir".

"Siempre he luchado mucho por no parecer tonta"

Para terminar, ¿cuál ha sido la frase machista que más le ha ofendido?

Sí he sentido quizás ataques muy duros por mi orientación sexual. Yo soy bisexual, pero durante los últimos años he mantenido más relaciones con mujeres, y sí que recuerdo un momento en mi pueblo. Yo trabajaba en una empresa y tenía una red social, el Fotolog. Y hubo una persona que me conocía y veía todas las cosas que yo ponía de mi vida amorosa. Y recuerdo que, anónimamente, que fue lo que más me dolió, me empezó a decir: "Bollera de mierda".  Y en plan: "¡Qué tonta eres!". Esa es una palabra, por ejemplo, que me duele mucho: tonta. Aquello fue una agresión en toda regla y lo pasé muy mal. Por ejemplo, en Pikara, una persona que te quiere quitar el relato lo primero que te dice es: "Bollera, lesbiana". Pero sí, que por alguna cuestión que no sea por la diversidad sexual y que sea por ser mujer, creo que tonta. Y es que creo que, a pesar de todas las cosas que he hecho en mi vida, siempre he tenido complejo de inferioridad. Siempre he luchado mucho por no parecer tonta.C

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Claudia González Romero

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