A Dolores Joya le cuesta recordar su año de nacimiento. Cumplió 76 primaveras el pasado mes de mayo, por lo que haciendo la cuenta resulta que fue en 1943 cuando llegó al mundo, siendo la cuarta hija de una familia humilde, “de campo”, que tuvo otro hijo más después que ella. Lola, como la conocen todos, nació en Granada, aunque siendo muy pequeña sus padres se trasladaron hasta instalarse en el rancho Los granaínos, situado en la Junta de los Ríos, un núcleo rural de Arcos de la Frontera, antes de recalar en la Entidad Local Autónoma de Guadalcacín (Jerez), donde ha pasado gran parte de su vida.
Lola recibe a lavozdelsur.es en su casa de la ELA, donde vive sola, ya que se quedó viuda muy joven —su marido falleció cuando apenas tenía 37 años—, por lo que ocupa su tiempo involucrándose en todas las causas que se le ponen por delante. “No puedo con las injusticias”, dice esta mujer que, desde muy pequeña ayudó a su familia en tareas agrícolas. “Mis padres siempre tuvieron tierras propias, que se las quitaron después de la guerra, pero luego se las volvieron a dar”, cuenta Lola, quien confiesa que por eso “nunca pasamos hambre”.
Con apenas diez años ya empezó a ir a la parcela familiar, ayudando a recoger algodón, y con los años acudió con más regularidad, para aportar a la economía familiar. “Íbamos todas las mañanas”, señala, y cuando terminó sus estudios primarios y comenzó a trabajar por cuenta ajena, las jornadas eran maratonianas. Desde las ocho de la mañana hasta las seis de la tarde, aunque había días que sumaba otras tres horas —de seis a nueve— “limpiando olivos”, dice, “trabajábamos como mulas”.
Lola es una de las 2,2 millones de mujeres que viven en el mundo rural andaluz, que el pasado 15 de octubre celebró el Día Internacional de las Mujeres Rurales, que se viene conmemorando desde hace un cuarto de siglo tras ser instaurado por la Organización Mundial de las Naciones Unidas. Esta jornada sirve para recordar que las mujeres suponen más de un tercio de la población mundial y el 43% de la mano de obra agrícola, y para reivindicar su empoderamiento y su importancia en las pequeñas poblaciones para erradicar la pobreza rural.
Lola, sentada en un banco del patio de su vivienda. FOTO: MANU GARCÍA
“Me levantaba a las cuatro de la mañana para ir a recoger algodón, y llenaba las sacas hasta arriba, pesaban 40 kilos o más, lo apretábamos para que entrara más, así estamos de los riñones…”, se lamenta Lola. Por las noches, en ocasiones, también acompañaba a su padre a regar. “Estaba toda la semana en un cortijo y el fin de semana en la parcela de mi familia, donde además de algodón sembraban lechugas, remolacha o rábanos, entre otras hortalizas.
Lola recuerda que, a pesar de hacer el mismo trabajo que los hombres, las mujeres cobraban menos. “Siempre fue así”, dice, pero “antes no se protestaba, y eso que yo soy de las mujeres que protestan”. Ella se considera feminista, “siempre ha defendido mucho a las mujeres”, y lo ha hecho desde las diferentes esferas en las que ha ocupado alguna responsabilidad. Primero como miembro de la Asociación de Madres y Padres de Alumnos del CEIP Tomasa Pinilla de Guadalcacín, donde estuvo cuatro años, abanderó las reivindicaciones del centro. “El colegio estaba fatal, se mojaban los libros porque tenía goteras, por eso nos presentamos en Cádiz para pedir mejor, y algo conseguimos”, recuerda.
Lola Joya es una de las numerosas algodoneras de Guadalcacín que, durante varias décadas —la ELA nació en 1954 como pueblo de colonización y en los años 90 se redujo drásticamente la superficie destinada a esta fibra—, pasaba horas y horas al sol para recoger algodón y sustentar a su familia tras el fallecimiento de su marido. Cuando a principios de los años 80 del siglo pasado se fundó la asociación de mujeres progresistas Las Rosas de Guadalcacín, ella, que es “socialista pura y dura”, no dudó en ayudar a su constitución y en presidirla poco después,
Gracias a Las Rosas se han mantenido activas Lola y otras muchas mujeres de Guadalcacín —actualmente forman parte de la asociación más de 60—, realizando todo tipo de talleres, de pintura, baile, costura o pilates. “Mira lo que he hecho”, dice Lola, levantándose y mostrando orgullosa un mantón y un monedero a juego que ha elaborado ella misma. A su edad, sigue colaborando en el funcionamiento de la asociación, elaborando buñuelos para recaudar fondos para costear monitoras, o usando su coche para cualquier cuestión que requiera Las Rosas. "Soy la única que conduce", dice entre risas.
Lola Joya, durante un momento de la entrevista. FOTO: MANU GARCÍA
“Siempre he bregado mucho”, recuerda Lola Joya, que también formó parte de la Federación de Asociación de Mujeres Rurales Sol Rural, que aglutina a representantes de las distintas poblaciones del término municipal de Jerez. “Estuve cuatro años cuando la presidía Paquita Gago”, dice Lola, que recientemente también ha asistido a la creación de la Coordinadora Andaluza de Mujeres Rurales (Coamur), que integran asociaciones de mujeres de la Sierra de Cádiz, Sevilla, Jaén, Málaga o Almería.
Lola dejó de ser vocal en el Ayuntamiento de Guadalcacín cuando se celebraron las pasadas elecciones municipales, "pero me siguen llamando para que participe en actos", señala. "Me he ido pero no me he ido", explica su manera una mujer que lleva toda su vida luchando, y que todavía le quedan fuerzas para seguir haciéndolo a sus 76 años.
Andalucía trabaja en un Estatuto de la Mujer Rural
La Junta de Andalucía anunció recientemente que quería impulsar un Estatuto de la Mujer Rural, una figura que ya tienen comunidades como Castilla-La Mancha o el País Vasco, para "feminizar sectores productivos donde la presencia de la mujer está reducida", como por ejemplo el agrícola y el pesquero. Un análisis del Plan de Igualdad de Oportunidades entre hombres y mujeres recoge que sólo un 25,5% de mujeres trabajan en el sector agrícola, sólo el 23% son empresarias y apenas el 11% son asalariadas fijas a tiempo completo.
El Plan de Igualdad también analiza el sector pesquero en Andalucía, donde la presencia de la mujer en el trabajo en los buques se reduce al 9,5% y al 10,9% en la acuicultura, frente al 51,6% en la industria de transformación. Por ello, la Junta defiende que se realicen diferentes medidas, como impulsar la entrada de las mujeres en el mercado de trabajo agrario y pesquero incorporando criterios de valoración que las prioricen; apoyar el movimiento asociativo y las redes de mujeres; fomentar la presencia y participación de las mujeres en los órganos de decisión; o incorporar a la mujer en la interlocución con la Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Desarrollo Sostenible.
No obstante, las mujeres rurales están reivindicando su espacio y ya representan el 37% del total de perceptores de las ayudas de la PAC y el 33% de los perceptores de las ayudas concedidas en materia de desarrollo rural, un terreno que hasta hace poco les estaba vetado.
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