Juan y Pepe, los ludópatas que no habrían caído en Portugal: "Allí no se ven tragaperras en los bares"

Pepe Guillén y Juan García, ludópatas en lucha contra el juego, sueñan con que España sea como Portugal, donde no se ven tragaperras en los bares. "Allí, no habríamos caído en esto", dicen

Una casa de apuestas en el centro de Jerez. FOTO: MANU GARCÍA
Una casa de apuestas en el centro de Jerez. FOTO: MANU GARCÍA

El juego se ha convertido en una lacra cada vez más popularizada debido al incremento del número de casas de apuestas en todas las ciudades, en cada barrio. Rondan ya el centenar. Se han convertido en el espacio propio en el que ver partidos de fútbol. Entre los factores que pueden influir, el hecho de que el fútbol sea completamente de pago y en estos locales siempre lo emitan. Pero, sobre todo, la enorme publicidad gracias al enorme negocio que mueve. Alrededor de 42.000 millones de euros anuales. Lo dice una de las empresas del sector, Codere.

José Guillén y Juan García son ludópatas de los que podría decirse rehabilitados, aunque advierten que uno es ludópata toda la vida. Apenas salen con unos euros en la cartera, los que necesitan para café, tabaco o algún gasto menor. “Vivo así más tranquilo”, dice García, encargado de relaciones institucionales de la Hermandad Andaluza de Jugadores Anónimos. Guillén es su presidente en Jerez.

Ambos llevan años sin recaídas, explican. Y lamentan que lo que les llega del proyecto de Ley que prepara el Gobierno, con el ministro de Consumo, Alberto Garzón, a la cabeza, les parece insuficiente. Porque suelen ver casos de chicos “de 18 años con cuatro metidos en el lío. Empezaría por quitar el pago con tarjeta para jugar online. Los menores cogen la tarjeta del padre y las vacían”. Para entrar en las casas de juego, denuncian, “falsifican el carné, o no te lo piden”.

Guillén, hace unos días, explica que tenía que hacer unos asuntos y en una hora libre, se sentó frente a una casa de apuestas del centro. “Eran las 12 de la mañana. Allí vi entrar a un grupo grande de estudiantes, y en apariencia, por lo menos la mitad, eran menores”.

Los daños del juego no son, quizás, conocidos por quienes lo promocionan. O quizás, sí. “Es importante que no haya futbolistas en la promoción. Tienes un ídolo como Messi, Ronaldo, o el entrenador del Atlético o presentadores de televisión. Si crees que son gente respetable, deberían medirlo, porque te están metiendo por un camino que hace daño”, dice García. “Si quitaron el tabaco, el alcohol… ¿por qué no quitan esto?”.

Para ellos, directamente, “no debería haber publicidad”, ni siquiera en las calles. “La distancia de los colegios de 150 metros es mínima. “Los horarios no deberían ser de 24 horas, como hay locales”. Y no deberían animar con los anuncios en la calle a la apuesta, con rostros de deportistas y ofertas de bebidas, indican. La mecánica es ofrecer cerveza, o café, o refrescos, a precio de costo, denuncian, “lo que hace daño a los negocios tradicionales”.

Las vivencias de ambos hombres, adictos al juego compulsivo, es la de las tragaperras. García llegó a acumular una deuda de 9.000 euros. Cuenta que su perdición llegó cuando perdió la percepción de lo que gastaba a la llegada del euro. “Me podría haber llevado a la cárcel. No vives. Yo estoy viviendo ahora. Pasaba el día pensando en si le llegarían las cartas a mi mujer de mis deudas. Llevaba una doble vida. El sábado jugaba, el domingo, no. Mi mujer se acabó enterando por mí, por mi carácter, porque el juego te aísla”.

Y ven esas mismas actitudes en los jóvenes que llegan. “Las casas de apuestas en Madrid no las ponen en la Gran Vía, las ponen en Vallecas, en los barrios. Somos todos una calcomanía, los que están entrando. Les decimos que se quiten ahora que pueden, que son chavales. Yo entré en la asociación con 50”, cuenta García, que lleva alrededor de una década de abstinencia.

A la hora de detectar si una persona tiene un problema con el juego, indican que es “muy difícil”, porque la ludopatía “no es como el alcohol, aunque físicamente también nos deterioramos”. Sufren depresión, aislamiento. “Te hace infeliz, un desgraciado. Cuando juegas a la tragaperra, vives para un cajón de luces”. El atractivo en las casas de apuesta, lo cual hace que nadie esté a salvo, es que “si vas y ves que alguien con 5 euros se puede llevar 3.000, dices ‘voy a echarlo’. Y ya, si te toca, ya está”. La pregunta es “dónde se para”. Para el jugador, una apuesta que gana es una ilusión, el hecho de pensar que ha multiplicado, cuando, estadísticamente, la casa siempre gana. Aunque sea a largo plazo. “Ves una satisfacción en que ha ganado alguien 200 euros en un bar, y se ilusiona, se lo creen. Lo que pasa es que a lo mejor ha ido cinco o seis veces a cambiar billetes de 20 euros, pero te dice que los ha sacado con sólo 20 euros. Somos muy mentirosos, muy manipuladores”.

En ese sentido, atestiguan que “para afrontar la ludopatía, primero tenemos que perdonarnos a nosotros mismos”. Y para eso, antes, “es la persona la que tiene que querer. Con los años que llevamos, sabemos cuándo una persona nos está mintiendo. Se ven porque titubean, se contradicen, no miran a la cara. Primero lo niegan si los has visto, les da vergüenza aceptarlo”, expresa Guillén. “Yo no hablaba en las reuniones cuando seguía jugando, porque mentía. A los tres años de llegar a la asociación tuve una recaída, y ahora llevo nueve sin jugar”, añade García.

En Portugal, donde ambos han ido juntos, celebran que no hay juego en las calles. “Tienes que irte a un sitio, fuera, a un casino. Si Portugal, lo ha hecho… ¿No será más pobre Portugal? Entonces, ¿por qué allí sí y aquí no? Allí, no habríamos caído en esto”.

La nueva legislación defendida por Garzón pretende poner trabas a la publicidad, aunque la mantiene durante los espectáculos deportivos a partir de las ocho de la tarde, y aun así con restricciones. ¿Si tuviera que hacer la Ley, qué harían? “Que se cumplan las autoprohibiciones y que no dejen entrar a los menores en las casas de apuestas”.

Lamentan que “para las casas de apuestas, las multas son pequeñas. Tendrían que ser mayores. Hay que endurecer la ley. No vale que si detectan menores, sigan luego funcionando, hay que precintar. Pagan las multas muy a gusto”. Y se preguntan a quién puede interesar tanto. “Siguen con su publicidad, nadie hace nada… Cuando salte una autoprohibición o intente entrar un menor, que suenen las alarmas como si hubieran entrado a robar”. Eso, que se sepa, no pasa en Portugal. Pero así es la Ley que harían quienes han sufrido el juego.

Ambos facilitan dos números de teléfono: 687748115 y 603584259. "Que llamen". Del juego no se sale solo. Ellos lo saben.

Sobre el autor:

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Pablo Fdez. Quintanilla

Licenciado en Periodismo y Máster en Comunicación Institucional y Política por la Universidad de Sevilla. Comencé mi trayectoria periodística en cabeceras de Grupo Joly y he trabajado como responsable de contenidos y redes sociales en un departamento de marketing antes de volver a la prensa digital en lavozdelsur.es.

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