Durante 18 años, Sidi Bachir vivió en Guadalcacín, una Entidad Local Autónoma (ELA) de Jerez, donde llegó cuando tenía cuatro años. Lo hizo, como tantos otros saharauis, gracias al programa Vacaciones en Paz.
“Mi integración fue total. Cultural y socialmente siempre me sentí uno más. Yo me crie en Guadalcacín. Perdí el idioma, el vínculo, todo. Mi mundo era Andalucía”, explica a lavozdelsur.es.
Pero desde 2019 está en un campamento saharaui sin poder regresar a España por un laberinto burocrático que él mismo describe como “injustificado” y “arbitrario”. Una adaptación que ha sido complicada, porque no recordaba su lengua materna, ni tenía vínculos con los campamentos donde nació.
“Lo difícil no es vivir en un desierto. Lo difícil es que me siento extranjero en el lugar donde se supone que nací. Yo soy de Jerez”, explica en conversación con este periódico.
Una infancia jerezana y un arraigo completo
Sidi llegó a España con cuatro años, más pequeño de lo habitual en el programa de acogida. Sufría problemas de salud —“un síndrome neumológico”, recuerda— y pasó casi dos décadas en Guadalcacín sin regresar nunca a los campamentos.
Durante esos años, asegura, nunca imaginó que su vida pudiera complicarse por un detalle burocrático: en 2017 dejó que caducara su residencia. “A día de hoy no entiendo cómo después de tantos años seguía teniendo una residencia solo temporal. Nunca lo comprendí”, señala.
En 2019, tras dos años en situación irregular, buscó una solución. Pasó por la delegación saharaui en Sevilla, donde, según relata, le recomendaron viajar a los campamentos para agilizar su documentación, porque el trámite "solo podía hacerse en Argelia".
“Me dijeron que era el camino más rápido. Yo, por desconocimiento, acepté. Y fue un error que me tiene bloqueado desde entonces”, cuenta. Desde su llegada, explica, vive literalmente "atrapado": no puede salir sin un visado y los consulados le han denegado todas las solicitudes, incluso una de estudios.
“Me lo rechazaron por falta de conocimientos lingüísticos para estudiar en España. Yo no hablo árabe. Les entregué mi título de la ESO, pero ni eso valió”, insiste Sidi.
"Una persona no es de donde nace, sino de donde se cría"
Sidi asegura que su vida, su identidad y su sentimiento de pertenencia están en Andalucía. “Una persona es de donde se cría. Yo he sido jerezano toda mi vida. Aquí me siento un extranjero”.
Mientras tanto, el Consulado francés en Cádiz —que en su momento gestionaba documentación de personas saharauis— le ha confirmado que podrían ayudarle… pero solo una vez esté en España. Y ese es precisamente el paso que no puede dar.
“Estoy atrapado por unos documentos. Encerrado en un lugar tan diferente, con una cultura que no es la mía, echando de menos mi tierra”.
Una agresión silenciada: "No quiero manchar la imagen de mi pueblo"
Sidi Bachir evita hablar de un episodio especialmente duro de su vida, ocurrido ya dentro de los campamentos. No quiere, insiste, “manchar la imagen” de la población saharaui.
Sufrió una agresión a manos de un familiar que terminó con varias puñaladas mientras dormía y tres cirugías posteriores. Una de las heridas, en el abdomen, medía más de siete centímetros. Otra le dañó gravemente los tendones de la mano.
“Fue consecuencia de pensar diferente, de haberme criado en otro lugar. Pero no quiero que eso lleve a pensar mal del pueblo saharaui. La mayoría de la gente es buenísima. Aquello fue un caso aislado”.
Siete años de espera y un futuro que depende de un visado
Bachir resume su vida actual en dos palabras: “Desesperación y esperanza”. Desesperación por un bloqueo que se prolonga desde hace siete años; esperanza porque sigue confiando en que alguien encuentre una vía legal para facilitar su regreso.
“Lo cuento porque no veo salida y porque necesito que alguien me escuche. Quiero volver y seguir con mi vida. Formarme, trabajar, tener un futuro. Yo soy de Jerez. Solo pido poder regresar a mi hogar”. Así, desde los campamentos del desierto, Sidi continúa esperando un visado que le permita regresar al único lugar que considera suyo: Andalucía.
