Javier Rosa, el ordenanza que desinfectó el pleno

A sus 51 años, después de más de tres décadas al servicio del Ayuntamiento de Jerez, este empleado público jerezano no trabajó este último jueves de mayo en un sesión plenaria cualquiera

Javier Rosa, en plena desinfección de la presidencia del pleno, este pasado jueves. FOTO: MANU GARCÍA

Javier Rosa se puso su uniforme de ordenanza municipal una mañana más. Volvió a subir bien temprano la cuesta de la Alcubilla, como hace cada día para acudir a su puesto de trabajo. Pero esta mañana de último jueves del mes de mayo era diferente. El pleno municipal reanudaba sus sesiones ordinarias y retomaba sus sesiones presenciales, tres meses después de que toda la Corporación se viera las caras por última vez en el salón del Consistorio jerezano. En formato reducido, solo con algunos representantes políticos, pero allí volvían a reunirse.

Guantes, mascarillas y desinfectantes fueron los aliados del bueno de Javier, que tras más de tres décadas en el Ayuntamiento de Jerez, donde entró muy jovencito, tan joven que fue gracias al Plan Joven que puso en marcha la Junta en los 80 del siglo pasado, abordaba ahora su trabajo de forma radicalmente diferente a como lo había hecho hasta ahora. Siempre con suma educación, atención y pulcritud, pero ahora, rodeado de políticos, luchando contra un potencial enemigo invisible: el SARS-CoV-2 (coronavirus).

Hay más de 1.700 empleados públicos en el Consistorio de esta ciudad de 212.000 habitantes. Javier Rosa Prado es uno de ellos. Tiene 51 años, está casado, no tiene hijos, y es un fanático del Real Madrid. Desde su puesto en la Alcaldía como ordenanza municipal, ha visto pasar a un alcalde y a tres alcaldesas. No le oirán hablar mal de ninguno. Este sí es uno de esos imprescindibles que valen más por lo que callan que por lo que cuentan. Un empleado municipal dispuesto y siempre correcto. Subir la escalera hasta Alcaldía y bajar la cuesta hacia su casa.

Javier pasa un documento a un concejal, este pasado jueves. FOTO: MANU GARCÍA

Como este pasado jueves, cuando Javier no recordó cómo empezó en infraestructuras hace más de 30 años. O cómo ya desde la antigua Casa de la Cultura, en la calle Ancha, coordinó junto a su hermano Manolo —ahora portero de colegio, pero que llegó a concejal con el Foro de Pacheco, y que bien merecería otro artículo— los inicios del popular rastrillo de la Alameda Vieja cada domingo —al cronista más de una vez le pidieron el permiso que había que tener para recoger el tablón y los caballetes, cuando aquel rastro era también un juego de niños, y no la almoneda de subsistencia que es ahora—. Javier también ha estado en Educación, Juventud y también colabora en la Oficina de Atención al Ciudadano. Este pasado jueves, Javier solo recordó que había que frotar a fondo el mobiliario del salón de plenos por la maldita pandemia. Es su trabajo. También esencial.