El Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico (IAPH) ha concluido la restauración de 13 thangkas tibetanos pertenecientes a la Fundación Rodríguez-Acosta. Las restauradoras Lourdes Fernández y Carmen Ángel han liderado este proyecto durante dos años, y destacan la riqueza y diversidad de los tejidos utilizados en estas obras, algo que no estaba documentado en la bibliografía existente.
Los thangkas, que son tapices religiosas de representaciones artísticas tibetanas de Buda y otras deidades, se encuentran habitualmente en museos como el Metropolitan de Nueva York o el British Museum de Londres. Sin embargo, la colección de la Fundación Rodríguez-Acosta conserva una variedad textil poco común, como el lampás, un tejido en desuso desde el siglo XIX que combina seda con fibras papeleras metalizadas. Este hallazgo subraya la destreza de los talleres tibetanos y la relevancia de estas piezas.
Las pinturas y bordados de los thangkas están enmarcados en elaborados textiles que cumplen tanto una función estética como divulgativa. Las piezas, datadas entre los siglos XVII y XIX, muestran evidencias de haber sido enrolladas para su transporte, lo que añade valor histórico a su estudio y conservación.
Esta restauración marca la primera vez que el IAPH interviene en una colección de thangkas tibetanos. Para Carmen Ángel, con tres décadas de experiencia en el centro, lo más sorprendente ha sido la calidad de los materiales y técnicas empleadas, como rasos, sargas, tafetanes y el inusual lampás. Este material había caído en desuso en Oriente a finales del siglo XIX, lo que hace de su hallazgo un hecho relevante en el campo de la conservación.
Las restauradoras destacan la precisión con la que los artesanos tibetanos trabajaban estos tejidos, utilizando una gran cantidad de hilos que requerían una habilidad excepcional. A lo largo de los dos años de trabajo, aún siguen sorprendiendo por la cantidad de detalles presentes en las pinturas y bordados, como señala Lourdes Fernández, quien también participó en el proyecto.
El tratamiento de las escenas centrales de los thangkas ha sido mínimo, limitándose a una limpieza sutil para conservar las marcas de uso que permiten contar su historia. Estas piezas fueron adquiridas a principios del siglo XX por el coleccionista José María Rodríguez-Acosta y son algunas de las primeras en llegar a Occidente, cuando los thangkas tibetanos se convirtieron en objetos de deseo por su calidad y exotismo.
Para el análisis de los materiales, el IAPH utilizó técnicas no invasivas que permitieron estudiar los tejidos sin tomar muestras físicas. Entre ellas, destacan la Fluorescencia de Rayos X (XRF), la Difracción de Rayos X (XRD) y la Espectroscopia Infrarroja por Transformada de Fourier (ATR-FTIR). Estas herramientas fueron clave para obtener información precisa sin dañar las delicadas piezas.
Cada thangka ha sido tratado como una obra única, lo que ha requerido un plan de restauración específico. Los técnicos del IAPH se enfrentaron a problemas como roturas, deformaciones, arrugas, manchas de humedad, y alteraciones cromáticas. Estos desafíos fueron resueltos con un enfoque multidisciplinar que respetaba la integridad de cada obra.
El taller de tejidos del IAPH asumió un reto considerable con esta restauración, adaptando sus dinámicas de trabajo a las necesidades de los thangkas. El equipo ya cuenta con una amplia experiencia en la restauración de bienes culturales, como las sargas del Alcázar de Sevilla y los efebos de Pedro Abad, que ahora forman parte del Museo Arqueológico de Córdoba.
La colección de thangkas de la Fundación Rodríguez-Acosta se exhibe actualmente en el Claustro de Legos del Monasterio de la Cartuja, en Sevilla. La exposición estará abierta al público hasta el 15 de diciembre, ofreciendo una oportunidad única para admirar estas valiosas piezas en horario de martes a viernes de 10 a 13 y de 17 a 20 horas, y fines de semana en franjas reducidas.
