La historia de la grave agresión a una madre en el parque Warner por defender a su hijo con discapacidad

Un hombre dejó sin conocimiento a la mujer tras llamar "mongolito" al pequeño de 11 años por hacer la cola rápida para una atracción

El parque Warner, en una imagen de archivo.
El parque Warner, en una imagen de archivo.

La visibilidad de las personas con discapacidad parece, en teoría, un asunto superado en nuestra sociedad. Pero nada más lejos de la realidad. Porque la falta de humanidad de mucha gente provoca situaciones que ponen la piel de gallina. Los hechos ocurrieron a comienzos del mes de mayo, precisamente en el día de la Madre. Mayte, de 38 años, es madre de Jimy, de 11. Éste sufre trastorno del espectro autista (TEA), una discapacidad invisible, que se padece sin que ninguna apariencia de pistas.

Tras un año duro para la familia por el fallecimiento de la abuela, informa El País, decidieron ir con unas amigas de la madre y sus hijos al parque Warner de Madrid. La organización da unas pulseras a quienes tienen alguna discapacidad para no tener que hacer colas, un gesto que facilita que estas personas puedan disfrutar verdaderamente. Sin embargo, un grupo de hombres percibió que se estaban colando. Ahí empezaron a increparles. Un hombre de unos 50 años comenzó a llamar al niño "mongolito", con las risas de un grupo de acompañantes junto a él.

El chico percibió los insultos y se refería al autor de la agresión verbal como "el hombre malo". Pero posteriormente, en el parque volvieron a encontrarles. Comenzaron los gritos tras el paso por la atracción cuando se encontraron. "¿Eres la madre del mongol?", le dijo. La agredió, la tiró al suelo y dio con la cabeza en el cemento, perdiendo el conocimiento. Acabaría en el hospital con la cara echada abajo y lesiones cervicales. El caso será juzgado como delito grave y no por juicio rápido.

Este tipo de episodios recuerda a las llamadas policías de balcón que durante el confinamiento insultaba a menores o mayores con sus acompañantes por salir a la calle, algo que permitía la Ley porque el encierro es especialmente duro e insuperable para algunos tipos de perfiles de personas con discapacidad. A diferencia, por poner solo un ejemplo, de personas con parálisis cerebral, no hay indicios visuales ni por los gestos ni por miradas ni por la forma de caminar que hagan ver que existe una discapacidad en el caso del TEA. La invisibilidad provoca que muchas personas sin empatía perciban cuestiones como salir a la calle o entrar en colas rápidas en un parque de atracciones como algo injusto, y proceden en muchos casos como el del parque Warner.

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