El largo confinamiento de Moisés y sus cinco hijos, "apretados" sin ingresos ni apenas comida

El hispano senegalés llegó a España en 1982 y se ha dedicado a la venta ambulante o ha vendido neumáticos. Ahora, recién operado y en plena cuarentena, no puede trabajar ni llenar la nevera

Moisés, leyendo en el sofá de su casa, con algunos de sus hijos al fondo. FOTO: MANU GARCÍA
Moisés, leyendo en el sofá de su casa, con algunos de sus hijos al fondo. FOTO: MANU GARCÍA

Moisés nació en Dakar, la capital de Senegal, en 1961, pero lleva residiendo en España más del doble de años que en su país natal. Desde 2000 tiene la nacionalidad española, como la mayoría de sus hijos, siete de sus once vástagos. Con cinco de ellos convive como puede en un pequeño piso del barrio de San Miguel de Jerez, una ciudad en la que reside desde hace ocho años. Mientras uno de los pequeños hace los deberes, otro duerme tapado con una manta de cuadros en el sofá que hay junto al escritorio. Los mayores ayudan en las tareas de la casa, limpian, recogen o ayudan a los pequeños con la tarea.

“Estamos bastante apretados”, comenta Moisés, que vive con sus hijos en una casa “vieja y pequeña”, como la describe, con apenas dos habitaciones. Por eso los mayores duermen en el salón, componiendo su particular Tetris, dos de sus hijas en una de las habitaciones, y él en la otra con los más pequeños. “Estaba antes en casa de un amigo, pero ahí no podía quedarme con mis niños”, cuenta. Entonces buscó su actual vivienda, por la que le cobran 250 euros de alquiler, aunque adeuda varias mensualidades. “Debo también recibos de luz”, confiesa, porque hace meses que no tiene trabajo.

En septiembre del año pasado estuvo en Francia cortando uva, contratado por una empresa de Valencia. “Desde entonces no he trabajado nada”, señala. Para colmo, a finales de febrero fue ingresado en el hospital aquejado de lumbago, por lo que estuvo 20 días hospitalizado. “Tenía los riñones inflamados”, dice, “estuve en la UCI, ahora estoy bastante mejor, pero un riñón me falla”, cuenta Moisés.

Cuando salió del hospital, el país estaba inmerso en pleno estado de alarma, por lo que tuvo que confinarse junto a sus hijos en el pequeño piso en el que viven, sin ingresos, y sin apenas ayudas. “Todo lo que tenía se gastó”, reseña Moisés, que cumplirá 59 años en pocos meses, y que reside con hijos de entre 24 y dos años. Su mujer está en Senegal. El inicio del confinamiento la pilló en el país africano y no ha podido volver. “Ya tiene visado”, cuenta Moisés, pero las restricciones de desplazamientos la obligan a permanecer en Dakar, donde está con su madre y sus hermanos.

El pequeño de la casa duerme mientras su hermano hace los deberes. FOTO: MANU GARCÍA

“No se puede hacer nada. Estamos todos en casa”, relata apenado el hispano senegalés. “Cuando los niños están en el colegio hay varios que comen allí y es menos gasto”. Pero ahora tiene que alimentar seis bocas, incluida la suya, sin recursos y sin posibilidad de conseguir ingresos. “No puedo levantar peso”, dice Moisés, “pero trabajo de conductor sí puedo desempeñar, tengo carné de conducir (español) desde 1989. Y ya conducía en mi país”. La CNT le lleva comida cuando puede, y hay ONG que lo asesoran y le apoyan, como CEAin, pero se siente abandonado por las administraciones.

“Nunca pensé en verme así”, señala, “siempre he sido muy trabajador”. En 1982 se compró un billete de avión y se desplazó hasta las Islas Canarias, donde se dedicó a la venta ambulante y hasta llegó a regentar una tienda de ropa, que tuvo que cerrar con el tiempo. Luego vendió neumáticos de segunda mano, que compraba en España y llevaba hasta su país natal. “Me iba bien”, confiesa. De Senegal salió porque su padre no podía mantener a todos sus hijos. Durante una temporada trabajó en su pequeña joyería, pero no daba para mucho. Eran demasiados.

En España ha hecho de todo. La mayor parte de su vida laboral se ha dedicado a la venta ambulante, pero lo dejó “porque tenía dolor de lumbago”. Con sus escasos ahorros, se compró un coche de segunda mano y dio algún que otro viaje hasta su país para vender allí juguetes, zapatos, ropa y muebles. “Lo que pillaba”, dice. Lo cargaba y hacía en unos pocos días los 3.500 kilómetros que hay entre Jerez y Senegal cada dos meses aproximadamente. Hasta hizo en una ocasión de Rey Baltasar unas navidades en un centro comercial.

Moisés (a la derecha), con sus cinco hijos, en el sofá de la vivienda. FOTO: MANU GARCÍA

Ahora no tienen nada. Dos días después de su último viaje al continente africano para lograr vender productos y volver con algo de dinero, ingresó en el hospital, “y todo lo que tenía se gastó”, cuenta Moisés, a quién le cuesta llenar la nevera. Lo hace gracias a la ayuda de CNT, a los alimentos que le aporta Cáritas o la asistenta social, aunque hace más de cuatro meses que no recibe un cheque para comprar alimentos. “Estoy enfermo y no trabajo, y tampoco cobro nada del Estado. Los dos últimos cheques que recibí los tuve que ingresar directamente a la dueña del piso”, cuenta el hispano senegalés, a quién ayuda de vez en cuando un sobrino suyo.

Mientras, siguen llegando cartas de luz y agua reclamando unos importes que no tiene, y hasta amenazan con llevarlo a juicio por sus deudas de alquiler. “He trabajado mucho, he ayudado a mucha gente y nunca en mi vida pensé que nos iba a faltar un céntimo. Pero la vida cambia”, reflexiona Moisés. La suya ahora, y la de sus hijos, tiene un futuro más incierto que nunca. Solo espera que el confinamiento se levante cuanto antes y pueda buscar trabajo. Sus hijos adolescentes están en un instituto de la ciudad. Uno solo piensa en ser futbolista, a otra se le dan bien los estudios y cree que llegará lejos. Una que ya es mayor de edad tiene cursos de cocina y el carné de manipulador de alimentos, pero no encuentra un empleo con el que aportar a la economía familiar.

“En mi casa nunca ha entrado ninguna ayuda, todo me lo he buscado yo solo”, relata Moisés, quien está pasando el confinamiento a muchos kilómetros de su mujer, cuidando lo mejor que puede de cinco de sus hijos. “Ella, si no fuera por el coronavirus, estaría aquí… en mayo le caduca el visado”, señala, por eso espera verla antes de esa fecha. Una pequeña televisión les sirve de distracción y también la conexión a internet que mantienen, de momento. Hasta mediados de abril tienen contratado. “A ver si tenemos algún ingreso para cargarlo. Vale 20 euros”, dice Moisés. ¿Lo tendrá?

Sobre el autor:

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Francisco Romero

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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