Crónicas desde la frontera griega (III): Zaporeak, gente brillante haciendo cosas brillantes

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Espero en la entrada del campamento de refugiados de Souda a Daniel Rivas, de Zaporeak. ¿Qué es Zaporeak? Pues una ONG gastronómica de origen vasco que nació en Etiopía y que, ante la eminente y dramática situación humanitaria que se está produciendo con los refugiados que llegan a las costas griegas, han decidido mover su campamento base hasta las instalaciones de esta isla fronteriza con un proyecto llamado Sabores solidarios. Daniel me dice por teléfono que, por favor, cruce sólo el campamento porque está atendiendo ya a refugiados. Me preparo y voy a ello.

 

Me cruzo con diversas nacionalidades a lo largo del camino. Prácticamente todos saludan al pasar al percatarse de la entrada de un nuevo occidental en las instalaciones. Cientos de tiendas de Acnur me rodean conforme voy adentrándome aprovechando el paso de una pareja de seguridad que va delante de mí. Llego al puesto de Zaporeak. Acaba de llegar otra de las furgonetas con las comidas que han preparado horas antes y con las que alimentan a las miles de personas que habitan desde hace días, algunos desde hace meses, en Souda.

 

Nada más llegar, Dani me presenta al equipo. Aparte de vascos hay alguna catalana e incluso un senegalés que habla un entendible español. Mientras aguardo tras ellos, veo cómo los refugiados se van hacinando en una cola medianamente perfecta. Eso no quita que algún pícaro sonriente intente saltársela para coger algo más de lo que le corresponde.

 

¿Cómo han llegado hasta Chíos? Por recomendación de la otra ONG vasca, Salvamento Marítimo Humanitario, ya que en esta pequeña isla también estaban llegando gran cantidad de refugiados pero no había tanto voluntario como, por ejemplo, en Lesbos. Les pregunto cómo se financian para aguantar y me dicen que mediante fiestas gastronómicas, como las que montaron hace días en Donosti y donde el lema era Un pintxo tuyo = una comida para un refugiado. En estos eventos también intentan sacar rendimiento económico mediante la venta de productos de merchandaising, como por ejemplo, camisetas con el logo de la ONG. Este tipo de técnicas no les ha ido mal, me dicen, y es que ya llevan repartidas desde sus comienzos más de 200.000 comidas. Y no ha sido fácil. Su cocina ha sido alguna vez destrozada por racistas isleños contrarios a la llegada de refugiados.

 

Mientras me voy haciendo a la zona, un refugiado se me acerca y comenzamos a hablar. “Yo era ingeniero mecánico”, me adelanta. Le pregunto, como es habitual, su lugar de procedencia. Es sirio. Nos alejamos del gentío para seguir hablando y le pido que me escriba en la diminuta libreta que llevo su nombre ya que, al decírmelo oralmente, no logro identificar cada letra que lo conforma. Marwan-Al-Alí se llama. Posteriormente me escribe, sin pedírselo, su teléfono móvil, no sé con qué intención. Le doy las gracias y tampoco sé con qué intención. Me comenta que sus dos hijos, uno del Real Madrid y otro del Barcelona, están en Alemania con su esposa. Le dejo que se explaye. Sus hijos, me comenta ante la orilla, aprendieron inglés con vídeos de Youtube. Más adelante me daría cuenta de que es la técnica mayoritaria que utilizan para aprender el idioma y poder desenvolverse mejor al hablar con gentes de países occidentales. En cambio él, según me confiesa, aprendió mediante noticias de la BBC que escuchaba en la radio… desde la cárcel. Le pregunto intrigado por qué fue prisionero y me dice que sus opiniones no eran iguales que las del Gobierno. Se despide. Debe volver a la cola para comer algo y aguantar otro día más.

 

Vuelvo a la zona restringida donde los voluntarios de Zaporeak no paran ni un solo segundo estando coordinados con otras ONG satelitales. Ellos dirigen cada movimiento, cada relevo. Acompañados de un traductor no cesan en su tarea. Todo funciona mediante cartas de racionamiento. Los refugiados las muestran y la ONG las controla, entregando a su vez el pedido correspondiente, compuesto por arroz, patatas asadas y trozos de carne en salsa pero, claro… no en todas las culturas se permiten según qué alimentos y eso a veces se vuelve un problema. También lo acompañan con una pieza de fruta y hoy toca melocotón. Son un equipo bromista y revientan el tópico del vasco seco en cuestión de segundos. Dan dos comidas al día y esta es la primera. En poco más de hora y media han terminado con su labor. Es hora de recoger, comer, descansar y preparar la entrega de mañana. Gente brillante haciendo cosas brillantes.

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Pablo Muñoz

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