"Yo siempre he querido estudiar Pediatría, y tenía capacidad para sacarme la carrera, pero estaba en la edad del polleo", comenta en público una mujer con carmín rosa, colorete y cabello fino estrangulado en una coleta. "La edad no es importante, las ganas, eso es lo que importa", razona otra mujer de cara lavada y pelo rizado. Al rato emana otra cuestión que unas 10 mujeres gitanas analizan largo y tendido. "Las mujeres hoy en día son madres a los 30 años", dice una con indignación. "¡Mira! Yo a los 40 tenía ganas de hacer un crucero, no de tener niños", enlaza otra. Hablan de estudios, trabajo, maternidad... En dos horas, un corro de mujeres de entre 20 y 50 años se sinceran y cuentan intimidades con el fin de verse reflejadas, de conocer sus miedos y sus ilusiones, de aprender, ganar autoestima y sobre todo, de potenciar las ganas de conseguir un trabajo para tener independencia económica.

"Siempre te están diciendo: Búscate un novio con dinero. ¡No! Ten el dinero tú", expresa con rabia y mucha, mucha fuerza la más mayor del grupo, una mujer gitana de tez parda. "Yo he tenido que reciclarme porque llevo más de diez años sin estar en el mercado laboral. Decidí dejar de trabajar por mis hijos. Me sacrifiqué porque quise... Pero aquí estoy ahora, para incorporarme al mercado laboral", contnúa mirando hacia las demás. Otra, con pañuelo estampado y cabello rubio, desvela que ahora, desde hace unos meses, está trabajando en una cocina. "A mí me sirve psicológicamente", relata sin hacer uso de un contexto. Llevan más de un año contando sus vivencias y profundizando sobre su día a día. No hace falta volver al pasado en todos los encuentros. Y yo soy una mera infiltrada, una oyente. Ni pregunto, ni comento.

"Siempre te están diciendo: 'Búscate un novio con dinero'. ¡No! Ten el dinero tú"

"Cuando me separé no tenía ganas de hacer de comer", comparte la mujer de pelo rizado. "Y ahora hago de comer para dos mujeres que me pagan", añade orgullosa. "Ahí está la clave, no depender de nadie y valorar tu trabajo", interrumpe Felipa Medrano, técnica de Igualdad y directora de orquesta del primer Programa Calí —un proyecto para mejorar la integración socio-laboral de la mujer gitana y luchar contra la discriminación por género y etnia— que lleva a cabo la Fundación Secretariado Gitano. "¡Tú tienes que valerte por ti misma!", vocifera otra. El grupo se crece y la mujer de piel parda relata que cuando se quitó del mercado laboral para cuidar de sus hijos, en parte, perdió su personalidad, su identidad. Pasó a ser solo la madre de. "Ahora quiero encontrar un trabajo para tener independencia económica y mejorar mi calidad de vida", confiesa. Hablan de empoderamiento, de conciliación familiar... Se hacen bromas e incluso analizan emprender un proyecto de negocio entre todas.

Dentro del Programa Calí ellas pasan por diferentes módulos: cómo llevar una buena alimentaciónn, enfermedades de transmisión sexual, nuevas tecnologías, habilidades sociales..., todo, siempre, relacionado al mercado laboral. Y en esta ocasión, se encuentran inmersas en la clase de desarrollo personal impartida por Paula Astilleros, dinamizadora de participación ciudadana del equipo CRAC, de Cádiz. No obstante, se trata de la última sesión y las chicas hacen balance. "¿Qué he aprendido?", aparece escrito en una cartulina blanca. "Confiar más en mí misma, sentirme mejor. Ser más abierta, más compañera, aprender a sacar tiempo para mí, a quererme, a relajarme, a ser positiva, a sacar fuerzas. A expresar mis opiniones y mis sentimientos. A creer en mí misma y a descubrir que soy capaz", son todas las respuestas del grupo. "¿Y de aquí a tres años, cómo te gustaría estar?", pregunta Paula. "¿De aquí a tres años? Me gustaría..., me encantaría ser independiente económicamente", responde una de ellas con perlas y bufanda negra.

"Perder todos mis miedos y tener algo mío, algo como... Vamos, ser emprendedora", contesta una madre gitana vestida de verde. "Id pensando en las pamelas que vais a querer niñas!", bromea. "¡Ea, ya sabemos por donde va a tirar!", ríen a carcajadas todas las demás. Entre sombreros y tocados empiezan a hablar de una boda reciente, que a su vez desemboca en una conversación sobre —aparentemente— el maquillaje. "Mira, yo iba guapísima a la boda. Sí. Pero luego yo me miro en el espejo, o en las fotos y me digo: ¡Yo no soy esta!", comenta Felipa, al tiempo en que una de ellas aprovecha para proponer que el taller formativo que reciban gracias al programa, sea de maquillaje. "¡Ay pues a mí eso no me gustaría. Yo vengo aquí para formarme y si vamos a hacer uno de dirección de empresa yo estoy aquí la primera!", incide la más mayor de todas. "¡Yo quiero uno de costura!", grita una. "¡A mí me gustaría aprender a defenderme!", dice otra.

En el Programa Calí las ténicos hacen seguimientos especializados pero también dicen que trabajar en grupo es fundamental para ellas. "Así se apoyan las unas a las otras y se pueden encontrar en la compañera", estima Paula. Y es que tienen muchas cosas en común. Son mujeres y madres gitanas que quieren mejorar su empleabilidad. "Ellas creen que no están empoderadas, y sí lo están, lo que pasa es que no tienen voz", murmura Felipa mientras recoge el material de la clase. "Ellas vienen aquí buscando un empleo, pero se llevan muchas otras cosas", finaliza.

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Claudia González Romero

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