Es Nochebuena. La familia saca una candela a uno de los pasillos de la corrala. Y junto a la pared, colocan un pequeño altar con la escultura del Niño Jesús. Una vez con la panza llena, empiezan a cantar villancicos dentro. Tras unos cuantos carboneros y peces borrachos, llega el turno del espectáculo flamenco, ahora fuera. Con los primeros cantes, los vecinos se aproximan. Traen sus sillitas y se sientan junto al fuego. De entre todas las vecinas, una mujer pequeña —de 1,30 metros de altura—, de cabello canoso y mirada tierna, se sienta a la vera de la abuela. Se llama Araceli Muñoz Aladro (Jerez, 1924), el próximo 24 de enero cumplirá 95 años y vive sola desde que falleciese su marido, Eduardo Méndez Heredia, el 7 de febrero de 2002. "No se me olvida hija, por desgracia...", lamenta.

Vive en un edificio de la calle León, en Jerez, junto al colegio Madre de Dios. Y aunque ella siempre quiso residir en Madrid, su marido "na' má que quería el pueblo". Han pasado dos semanas. Ya es 2019, y quedan dos días para que lleguen los Reyes. Araceli abre la puerta, saluda entrecerrando los ojos y se dirige al sofá para comenzar la entrevista. Dice que acaba de volver del médico, que le ha abierto los pulmones porque está con bronquitis. Y no miente, en la mesa tiene la tarjeta sanitaria encima de su cartera negra del Real Madrid C.F. "¡Del Madrid hasta la médula!", manifiesta orgullosa. En la vitrina, un autobús en miniatura y un llavero del escudo del club. Y no sale de su casa sin el pin del equipo merengue en su abrigo o chaqueta. ¿Vio el partido de anoche? "Hombre, claro que lo vi, que quedó 2-2. Dios quiera que no venga nadie del Barcelona aquí", expresa con arte.

Araceli durante la entrevista con lavozdelsur.es. FOTO: MANU GARCÍA.

De padre arcense y madre montañesa, Araceli creció en el almacén que sus padres trabajaron en el número 22 de Cerro Fuerte, de ahí su estrecho vínculo con la cantaora jerezana La Paquera —que vivía en el 20—, sobrina de quien más tarde sería su marido. Séptima de nueve hermanos, cuenta que sus dos hermanos varones fueron a la Guerra Civil. Uno en el bando republicano y otro en el nacional. "¡Qué dolor, que se están matando unos a otros!, decía mi madre. Ella sufrió mucho, fue una mártir". Mientras los hombres de la casa se lanzaron en armas, las mujeres "sacamos adelante el almacén y la casa". "Recuerdo a mi madre con un pié en la butaca, acunando a mi hermano pequeño y con las manos despachando. Las mujeres trabajando ná ma". ¿Y tu padre? "Mi padre salía a pagar las letras y nunca regresaba... Se iba de tabancos y se emborrachaba".

Araceli empezó a trabajar en el negocio familiar a los siete años de edad. No obstante, aprendió a leer y escribir en el Beaterio. Estuvo en el almacén hasta los 33, cuando se casa con Eduardo, "un flamenco que era guapísimo, cantaba la de bien y le gustaba vestir bien" —dice mientras señala una foto de su difunto marido trajeado y con gabardina—. Y desde entonces, se dedicó a seguir a La Paquera y a cuidar de su marido. ¿No tuvo hijos? "He estado seca", responde entre risas. "No he podido... Y él no me dejó ir al médico. ¿Pa qué te tiene que ver un gachó a ti?, me decía mi marido", continúa. Ella se planteó adoptar, pero él no quiso. "Me sentí muy mal", confiesa Araceli, al tiempo en que dice: "Mi sueño era tener hijos".

Detalle de la pulsera del Real Madrid de Araceli. FOTO: MANU GARCÍA.

Su familia es su gente: sus amistades de Sevilla, sus vecinas y Loli Ariza, una mujer que no alcanza los 70 años de edad a la cual crió. "No es de mi familia, pero es como si lo fuera. Ella es quien me lleva a todos lados y sus hijas igual". Araceli lleva viviendo en soledad desde hace 17 años, y hace tan solo cinco que tiene asistencia de ayuda a domicilio. "Por aquí han pasado hasta ocho trabajadoras, y ahora están conmigo Sonia y Carmen". Dos empleadas que en muchas ocasiones se quedan esperando en la puerta de la vivienda de Araceli, hasta que esta vuelva de dar su paseo matutino.

Se coge su carrito de la compra, mete una botella de agua, y pa la calle. "A mí no me importa el frío ni nada", destaca. "Ella coge carrerilla y se sale a la calle sola", enlaza Sonia, la trabajadora de ayuda a domicilio, mientras exprime naranjas para Araceli. "Yo me voy al médico, al Día, a misa, a la peluquería, a echar la quiniela...", comparte. Se le ilumina la cara al hablar del Real Madrid. Confiesa que le encantan todos los deportes, "y no sé ni montar en bicicleta". Araceli ha experimentado escenas de lo más variopintas como buena fanática del Real Madrid C.F. Cuenta que invitó a ver un partido de fútbol a un niño del bloque que no tenía cómo ver los partidos por televisión. Vente a mi casa y lo vemos juntos, le dijo. Este asintió y se sentó junto a ella. No obstante, le susurró un comentario que provocó que lo echase de su vivienda: "Yo solo vengo a ver cómo pierde el Madrid". "¡Me cago en to tus muertos! ¡Vete, vete de mi casa!", le gritó. Y desde entonces, aquel niño no ha vuelto a pisar su casa.

Araceli posando tras la entrevista. FOTO: MANU GARCÍA.

También tiene un cuadro enorme del escudo del club que ella misma tejió en punto de cruz, colgado en una de sus habitaciones. Y hace poco, en el mercado de Abastos de Jerez, una mujer la increpó con un comentario antimadridista. "Mejor no entrar al trapo", se dijo a sí misma. Araceli pasa los días leyendo revistas y periódicos, viendo fútbol, tenis, bádminton... Y cose, cose mucho. Le pide a la vida que su familia no se ponga mala, y en cuanto a ella... "Yo digo que ya está bien de tantos años". Ella es totalmente autónoma y va a todos sitios con su carrito o del brazo de alguien. "Hace poco llamé a un taxi para ir al tanatorio y el hombre me preguntó, ¿usted va sola? ¿Usted no es nadie?, le dije. Hace usted el favor y cuando lleguemos allí, me lleva del brazo a la sala del tanatorio, que tengo que cumplir con el muerto", narra. "¿Por qué ha venío? ¡Porque hay que cumplir! Dios quiera que no se muera nadie, porque ya no tengo más ganas de cumplir", termina.

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Claudia González Romero

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