23 años sin Ana, la lucha sigue

El asesinato de la granadina, que relató en Canal Sur los malos tratos recibidos durante 40 años por parte de su exmarido, sirvió para impulsar la Ley contra la Violencia de Género

Calle dedicada a Ana Orantes en Sevilla.
Calle dedicada a Ana Orantes en Sevilla.

“Me cogía de los pelos, me daba contra la pared, no podía respirar, yo no sabía hablar, era una analfabeta, no valía un duro...; pero no tenía dónde irme, tenía que aguantar que me diera paliza sobre paliza”. El escalofriante relato de Ana Orantes (Granada, 1937 - Cúllar Vega, 1997) estremeció a un país que no estaba acostumbrado a mirarle a los ojos a la violencia de género. Durante 40 años, esta mujer sufrió malos tratos por parte de su exmarido, que apenas trece días después la quemó viva en el patio de su vivienda en la localidad granadina de Cúllar Vega.

El testimonio de Ana, emitido en el programa De Tarde en Tarde de Canal Sur, presentado por Irma Soriano, le terminó costando la vida. Este 17 de diciembre se cumplen 23 años del brutal crimen machista cometido por su exmarido, en el mismo lugar donde fue agredida, maltratada y vejada en innumerables ocasiones durante su largo matrimonio. “Ella marcó un camino, no fue la primera, pero lo que le ocurrió montó una revolución”, aseguraba la presentadora hace un año, en la misma cadena que emitió la entrevista de Orantes. “Fue valiente porque cuando se fue nos dijo que cualquier día la mataba. Vino y lo pagó con su vida. Y eso fue lo que le puso nombre a la violencia de género que es real y existe”, recuerda Soriano.

“Me daba un puñetazo, me dejaba muerta; me hacía el boca a boca; cuando respiraba otra vez, me daba otro puñetazo…”, llegó a contar Ana en televisión. La granadina pidió el divorcio en 1996 por primera vez, aunque el juez se lo denegó porque se “conmovió” por el marido. A la segunda lo consiguió, pero siguieron viviendo juntos, a pesar de tener 15 denuncias interpuestas por malos tratos. Algo impensable hoy en día, pero que a mediados de los años 90 un juez consideró viable.

Su caso provocó cambios legislativos. En 1999 se reformó el Código Penal y la Ley de Enjuiciamiento Criminal, agregando la persecución de oficio de los malos tratos, las órdenes de alejamiento y la violencia psíquica como delito. La Ley Integral contra la Violencia de Género se aprobó en 2004, con José Luis Rodríguez Zapatero como presidente del Gobierno, siete años después del fallecimiento de Ana Orantes y, casualmente, apenas un mes después de la muerte de José Parejo, su asesino, que sufrió un infarto en la cárcel cuando cumplía los 17 años de prisión a los que fue condenado.

El trágico final de Ana Orantes “consiguió que una amplia capa de la sociedad cobrara conciencia de la amplitud y gravedad de un problema que había permanecido en muchos casos oculto, mantenido en secreto por las propias víctimas”, reconoce el estudio el estudio sobre Mujer, Violencia y Medios de comunicación, publicado por RTVE en 2002sobre “el tratamiento informativo de la violencia doméstica contra las mujeres”. Desde su fallecimiento, “se multiplica la difusión de noticias sobre malos tratos en el ámbito doméstico”.

En 1997, cuando fue asesinada Orantes, no había estadísticas oficiales sobre las denuncias interpuestas por malos tratos, ni de las víctimas de violencia de género, que en aquella época ni se denominaban así en los medios de comunicación —se hablaba más de “crímenes pasionales”—, y los números oscilan según el organismo. El Ministerio del Interior contabilizaba 17.587, el de Sanidad, sin embargo, recogía 18.882, y un informe del Defensor del Pueblo habla de 24.641. Las cifras son sensiblemente inferiores a las actuales. En 2019, el último año completo, se interpusieron 168.168 denuncias.

 

“Tu testimonio, ese con el que rompiste un silencio para denunciar un matrimonio de más de 40 años de maltrato, ha quedado marcado en la memoria de un país que hoy en día te recuerda; que muchas mujeres ven reflejado su dolor en tu dolor; que gracias a ese acto de valentía impulsaste, por fin, la creación de una Ley integral contra la violencia de género; y que, en muchos casos, denuncias como la que tú realizaste no quedan impunes”, decía Raquel Orantes, en una carta escrita a su madre en el 20 aniversario de su muerte.

“Aún recuerdo con angustia cómo, ante cualquier ruido, me levantaba con ese bate de béisbol que antaño sirvió para el juego, y que transformé en un arma de defensa. Con el número de la policía siempre a mano. Con la desazón de dejarte en muchos momentos sola porque tenía que trabajar. Tu angustia era la mía, cada mañana y cada noche”, agrega la hija de Ana. “Me encantaría decirte que todo ha cambiado. Que hay voluntad política, que las movilizaciones sociales son a una, y que todas las personas que trabajan para que se erradique la violencia hacia la mujer han conseguido avanzar. Ojalá decirte que hoy en día hijos e hijas de mujeres valientes como tú no somos los grandes olvidados de la barbarie”, expresa.

“Desearía contarte que nos protegen —agrega—, que ya ningún niño ni niña llora en silencio su desgracia, acurrucados como lo hacía yo en la soledad gris y triste de su habitación. Que esos críos ya no son maltratados, mutilados psicológicamente, arrancados de sus hogares, asesinados en muchos casos… Pero, mamá, eso no es así. Las víctimas, palabra que no me gusta porque somos supervivientes de la violencia —y tú lo sabes mejor que nadie—, siguen siendo las mismas. Siguen asesinando con impunidad; seguimos siendo, desgraciadamente, ciudadanas de segunda; y ley, hoy por hoy, no ha conseguido todo lo que debería”.

José Parejo, en palabras de Raquel, era “un ser destructor, autoritario, frío y agresivo en casa, pero gentil y agradable de puertas para afuera”. El padre de Ana Orantes lo definía como un “candil de puerta ajena”, “alguien que no mostraba su verdadera faceta, alguien a quien desde bien pequeña no he tenido más que miedo, pavor y, aún sin saber muy bien por entonces su significado, desprecio”, apuntala Raquel. Un caso —y una lucha— que no debería olvidarse.

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Francisco Romero

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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