Un año del "tranquilidad absoluta" de la Junta y el "estamos en buenas manos" de Pedro Sánchez

Ni políticos ni expertos predijeron la fuerza con la que llegaría la pandemia, aunque en aquel febrero de 2020 comenzó a ser noticia

El portavoz del Gobierno andaluz, Elías Bendodo, con Jesús Aguirre, consejero de Salud, en febrero de 2020. FOTO: Junta
El portavoz del Gobierno andaluz, Elías Bendodo, con Jesús Aguirre, consejero de Salud, en febrero de 2020. FOTO: Junta

Este primer día de febrero se ha convertido en una fecha marcada por el aniversario del claro aumento de debate sobre la situación sanitaria en España. Hace un año, el covid no era más que una amenaza lejana de la que apenas se tenían detalles. Tanto la Junta como el Gobierno central ya habían comenzado el seguimiento de la enfermedad. El 27 de enero, el Comité Asesor andaluz. Ese 1 de febrero se realizó una reunión del Comité Interministerial entre Ministerio de Sanidad y comunidades autónomas.

Acababa de conocerse el primer positivo en España, un turista alemán. En realidad, el virus ya estaba en el país, como muestra el hecho de que apenas 10 días después ingresara y muriera un español que venía de un viaje de Nepal. Pruebas realizadas en las aguas residuales de Barcelona habrían indicado que fue incluso antes cuando ya había restos de coronavirus, y Francia lo ha establecido incluso en 2019.

Asimismo, en esas fechas se había descartado un caso de un turista chino en Granada, que estuvo ingresado en el hospital. Pocos días después llegarían dos elementos que marcaron la agenda pública, cómo los medios recogían la amenaza: la creación de un hospital en el lugar más afectado, Wuhan, en apenas unos días, por un lado; y la cancelación tras días de debate del Mobile World Congress de Barcelona, por otro. Mientras, el seguimiento de la situación en el hotel confinado de Tenerife.

Pasarían varias semanas de otros hechos clave en ese febrero: los primeros contagios producidos en España -el primero demostrado, en Sevilla-, reuniones de mandatarios, la primera vez que la ciudadanía ponía cara a los dirigentes de la OMS, médicos en tertulias televisivas...

El 1 de febrero, aún había cierto optimismo respecto a la situación. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, señalaba sobre el contagio del turista alemán que el coronavirus, "preocupar preocupa, pero estamos en buenas manos. Hay que "dar confianza" al personal técnico sanitario español". Salvador Illa, ya ex ministro de Sanidad, indicaba que iban a "seguir trabajando en la misma línea, con coordinación con las comunidades autónomas, con las autoridades europeas, con seguimientos diarios y toma decisiones basadas en las opiniones de expertos". El responsable técnico del coronavirus, Fernando Simón, dijo una frase que ha quedado marcada "España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado". En esa rueda de prensa, de 31 de enero, llegó a decir que "con la información que tenemos ahora mismo, hay indicios de que esta enfermedad sigue sin ser excesivamente transmisible", y que, "por lo tanto parece, según número de casos diagnosticados día a día, que la epidemia comienza a remitir".

En Andalucía, Jesús Aguirre, consejero de Salud, iba más allá. "Tenemos perfectamente articulada toda la estrategia si hay primeros casos, tenemos los sitios donde irían los aislamientos, el estocaje, mascarillas, guantes, todo preparado que, ojalá, no lo tengamos que utilizar". "Andalucía está perfectamente preparada", en base a los programas puestos en marcha en 2006 y 2007 por la amenaza de la gripe aviar, cuando "se armonizó toda la respuesta nacional". "Todo el sistema sanitario andaluz está perfectamente engrasado para lo que pueda venir", junto a "la medicina privada, que está también integrada", por lo que remachaba con un "tranquilidad absoluta".

Lo que vino después sobrepasó cualquier previsión de expertos y responsables políticos. El sistema sanitario no resistió porque los contagios eran masivos y, de ellos, una parte requerían asistencia médica con respuestas para las que los médicos no estaban preparados, porque desconocían cómo luchar, dudas muchas de ellas no conseguidas aún, pues aún falta investigación y nuevos medicamentos.

Además, faltaron mascarillas para sanitarios y para población y eso fue clave para que el confinamiento no lograra acabar con la amenaza más que cuando habían pasado casi tres meses, una vez que el mercado internacional volvió a abastecer parcialmente las demandas de los estados. Lo que está claro es que en el futuro los responsables políticos, probablemente, serán más cautos a la hora de tratar de tranquilizar a la población. Esos optimismos son ya cosa del pasado. De la vieja forma de hacer política. Ahora, visto desde febrero de 2021, se mira con los ojos de esta "nueva normalidad" que ha traído la pandemia que nos cambió.

 

Sobre el autor:

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Pablo Fdez. Quintanilla

Licenciado en Periodismo y Máster en Comunicación Institucional y Política por la Universidad de Sevilla. Comencé mi trayectoria periodística en cabeceras de Grupo Joly y he trabajado como responsable de contenidos y redes sociales en un departamento de marketing antes de volver a la prensa digital en lavozdelsur.es.

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