"Tenemos ventaja por MUCHO, pero están intentando ROBAR las elecciones. Nunca se lo permitiremos. Los votos no puecen contar después del cierre de las urnas". Con este mensaje, el presdente de Estados Unidos, Donald Trump, ha encendido la mecha. Twitter lo marcó como contenido engañoso, en su política de lucha contra los bulos. Ha superado sus expectativas electorales y llegan igualados, o incluso con algo de ventaja para Trump, a un recuento final que se alargará por la gran cantidad de votos por correo. Ya en 2016, Trump insinuó que no reconocería la derrota si perdía. En 2020 ha hablado de presunto fraude en el voto por correo, porque desde hace meses, por la pandemia, se sabía que ocurriría. Y se intuye, por las encuestas, que éste favorecerá a su rival, los demócratas.
Estados Unidos se pertrechó ante posibles protestas violentas. Y es que cuestionar la limpieza de las elecciones, en la primera democracia del mundo, es algo sin precedentes recientes. No ocurre en general en las democracias asentadas occidentales. Ha puesto en duda las reglas del juego.
Pero, ¿qué ha pasado? Hay varias cuestiones que dan contexto. Lo primero es que hace justo 20 años, una disputa legal de semanas fue la que decidió la presidencia de George Bush, por las llamadas papeletas mariposa de Florida. Hoy son cuatro estados los que están hirviendo: tres por el voto por correo (Pensilvania, Michigan y Wisconsin) y otro por un incidente, la rotura de una tubería en un colegio electoral en Georgia. Todo se pondrá en duda.
El líder de los demócratas más a la izquierda y derrotado en las Primarias frente a Biden, Bernie Sanders, daba un dibujo de la situación. Indicaba en una entrevista que las dudas puestas sobre la mesa desde hace meses por Trump se aventuraba a adelantar lo que ocurre actualmente, que los recuentos le dan ventaja a los republicanos pero que el voto por correo daría la vuelta a los resultados en los últimos metros. Y que entonces aseguraría tener razón por cumplirse esa profecía y que, si lo sabía, es porque lo que sabía era que se iban a robar las elecciones. No que el voto por correo favoreciera a los demócratas por simple realidad, sino porque era la manera de emitir votos fraudulentos. Lo que quiere Trump es que suene ya el silbato del final del partido sin contar esos votos, porque ya le valdría para ser presidente.
Lo que está claro es que Trump tiene intención de torpedear todo el proceso de las elecciones y llegará a sede judicial salvo que los resultados le den la victoria antes. Podría ocurrir que se contara por orden de tribunales estatales los votos por correo y que resultara ganador el actual presidente. Pero si no, el camino es la Corte Suprema. Y en enero, sea como sea, debe haber un nuevo presidente. Ya a media noche americana, los inscritos en el Partido Republicano recibieron un mail pidiendo donaciones para las costas de la batalla legal.
Los demócratas llevan semanas alertando de que Trump haría lo que hiciera falta para mantenerse en el poder, alertados por las declaraciones de que no ganaría la derrota. En paralelo, hay un equipo de juristas que han previsto sus acciones legales para cada una de las posibles acciones del presidente, desde militarizar el país hasta incumplir el mandato electoral e impedir el traspaso de poderes. Cuestión de tiempo ver qué pasará. Pero, salvo sorpresa, este cuatro de noviembre no acabará con un presidente electo.
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