Javier Carnero, junto a Susana Díaz y a Manuel Jiménez Barrios en una foto de archivo.
Javier Carnero, junto a Susana Díaz y a Manuel Jiménez Barrios en una foto de archivo.

Son las 4 de la tarde de la canícula hispalense. Martes, 31 de julio de 2018. Mucha gente en la playa o desconectada de la información. En la calle, un calor insoportable. En el Parlamento de Andalucía, Javier Carnero, consejero de Empleo de la Junta, tiene unos cuantos folios preparados, que a buen seguro le han escrito sus asesores, para leerlos como los niños leen en voz alta delante de la maestra. Podría haber puesto un plasma o a un robot a leer, pero el buen hombre ha tenido el gesto de salir de su despacho y acercarse a ver qué le tienen que decir los grupos políticos de la oposición, los representantes del pueblo.

No le tiembla ni la voz. Ni se le cae la cara de vergüenza. Mira cómplicemente a sus asesores y a los diputados del PSOE, que le hacen gestos de camaradería. Javier Carnero, consejero de Empleo de la Junta de Andalucía, comparece para responder a los interrogantes sobre el pago de 15.000 euros con una tarjeta bancaria en un puticlub de lujo de Sevilla, el mismo día que José Antonio Griñán, expresidente de la Junta de Andalucía, modificó su Ejecutivo, en marzo de 2010.

En otras palabras, cargos públicos del PSOE pagaron con dinero de los andaluces explotación sexual y trata de mujeres con una tarjeta que el presidente de la Fundación Fondo Andaluz de Formación y Empleo (Faffe) tenía a su libre disposición. Eran los tiempos en los que el PSOE andaluz ataba los perros con longanizas. Mientras Andalucía lideraba las clasificaciones de paro, desigualdad y pobreza, a quienes los andaluces votaron para gestionar sus vidas se gastaban el dinero en puticlubs y vete tú a saber en qué más. Sin control, con alegría y desenfreno.

Muchas preguntas en el aire y el consejero no responde a ninguna, porque no viene en lo que le han escrito sus asesores. ¿Sólo el presidente de la Faffe, Fernando Villén, tenía tarjeta bancaria de libre disposición o la tenían todos los presidentes de la gran cantidad de chiringuitos abiertos por la Junta en los años de las vacas gordas para escapar de los controles administrativos y de la oposición y donde mucha gente entró a trabajar a dedo?

¿Qué cargos públicos tenían tarjetas bancarias además del presidente de la Faffe? ¿Cuántas noches de desenfreno hemos costeado los andaluces sin que lo sepamos? ¿Cómo es posible que los altos cargos tengan una tarjeta bancaria sin límite para gastar a placer en una tierra donde hay criaturas que se arrastran por las calle de sus pueblos para conseguir una peonada con la que cobrar 420 euros al mes y rifan manojos de espárragos, tagarninas y pequeños electrodomésticos para ir bandeando la emergencia social que sufre Andalucía desde antes de que estuviéramos en crisis?

¿Cómo es posible que los miembros de un gobierno que se hacen llamar socialistas, progresistas, feministas y abolicionistas de la prostitución, se permitan ir a explotar mujeres con dinero público? ¿Cómo es posible que hayan tenido que pasar ocho años para conocer el episodio? ¿Es normal que Susana Díaz, la presidenta de los andaluces, no haya respondido a una sola pregunta y desapareciera de la anterior sesión de control al Gobierno para evitar tener que responder por este grotesco caso de inmoralidad?

Primero de autocracia

En lugar de ir al Parlamento de Andalucía a responder las preguntas de la oposición, el consejero de Empleo le ha dado al play y no ha respondido ni una sola pregunta. Marisa Bustinduy, diputada socialista por Málaga, se ha dedicado a gritarle a la oposición: “Ustedes quieren manchar el buen nombre de Andalucía”, ha espetado durante la comisión, sacada de sí. Andalucía es el PSOE y si cuestionas sus modos de gobernar estás manchando el bueno nombre de Andalucía. De primero de autocracia. Es la actitud de los puteros: soberbia, impunidad y te callas que aquí pago yo, que esto es de mi propiedad y hago lo que me da la gana.

Probablemente, la justicia no condenará a los responsables, pero da igual. No se está hablando de un caso de corrupción, sino de algo mucho peor, de un caso de inmoralidad extrema que define una forma de ejercer el poder y airea la impunidad, ligereza y falta de control con la que el PSOE ha gastado el dinero público de los andaluces. Seguramente sea legal que tengan tarjetas y que gasten el dinero libremente, como si fuera suyo, como si en Andalucía la gente viviera a cuerpo de rey, como si nunca nadie fuera a decirles que viven fuera de la realidad, desconectados de una tierra donde el 40% de sus habitantes duerme cada noche en el umbral de la exclusión social.

El consejero de Empleo ha terminado su comparecencia. Fuma, habla por teléfono y camina a ninguna parte en uno de los patios interiores del Parlamento. En menos de dos horas se ha despachado el caso de abuso de poder más grotesco del PSOE andaluz. Fuera no hay nadie y la noticia saldrá como una más en los medios de comunicación a los que jugosamente riegan con dinero público de manera arbitraria, sin normas de igualdad de acceso, para silenciarlos y hacerlos dependiente para que haya una diferencia abismal entre lo que sucede y lo que se cuenta. Y quien se atreva a ser más libre de lo permitido, que sepa que se quedará sin publicidad institucional. Sólo en seis meses de 2018, de una sola empresa pública, la de Turismo, la Junta de Andalucía ha regado con 7,5 millones de euros a los medios de comunicación que hacen propaganda en lugar de Periodismo.

¿Qué tiene que pasar en Andalucía para que sea considerado un escándalo? No son los 15.000 euros, que al parecer fueron 38.000, según ha afirmado el consejero en el Parlamento de Andalucía; no es el prostíbulo de lujo; no son las tarjetas bancarias; no es la ligereza con la que se ha gastado el dinero público y la de chiringuitos que se abrieron para eludir el control administrativo durante el tiempo en que se ataban los perros con longaniza. Es la impunidad, el abuso de poder, lo grotesco, lo inmoral y el desprecio a los ciudadanos, a su dinero y a las instituciones democráticas como forma habitual de gobierno de un partido al que los andaluces nunca han votado para que se fuera de putas. Ni con el dinero destinado a sacar a la gente del paro ni con ninguno.

Sobre el autor:

Raúl Solís

Raúl Solís

Periodista, europeísta, andalucista, de Mérida, con clase y el hijo de La Lola. Independiente, que no imparcial.

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