El Espacio Natural de Doñana ha iniciado el verano con unas 16.000 hectáreas de marisma aún inundadas, lo que representa el 47 % de la superficie total, una situación “excepcional” para esta época del año. Así lo ha informado la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC), que destaca el impacto de las lluvias tardías como principal factor de esta anómala persistencia del agua.
Según recuerda el comunicado de la EBD-CSIC, el pasado 19 de marzo se alcanzó el máximo nivel de inundación del ciclo hidrológico, con algo más de 33.000 hectáreas cubiertas de agua, lo que equivale al 97,4 % de su capacidad. Desde entonces, el nivel ha descendido, pero se mantiene muy por encima de lo habitual para el comienzo del verano.
Lluvias tardías y marismas resistentes
El mantenimiento del agua durante tanto tiempo se debe, principalmente, a que la mayoría de las precipitaciones llegaron tarde, al final del invierno y comienzo de la primavera. Esto provocó un aporte continuo de agua desde los arroyos hasta fechas muy recientes, prolongando el funcionamiento de la marisma como humedal activo.
Otro elemento determinante es que este ha sido el segundo ciclo con precipitaciones tan intensas desde que en 1998 se construyera el dique de la Montaña del Río, tras el desastre de Aznalcóllar. “Este dique conectó dos muros previos al norte y al sur e impermeabilizó completamente la marisma del Brazo de la Torre y del Guadalquivir”, explicó Diego García Díaz, técnico del laboratorio SIG y Teledetección en la EBD-CSIC.
A ello se suma que las fuertes lluvias en la cuenca del Guadalquivir y el aumento del nivel del mar durante las mareas vivas han ralentizado el desagüe de las marismas. Este equilibrio hídrico favorece la reproducción de aves acuáticas, pero también puede derivar en consecuencias ecológicas negativas.
Amenazas: especies invasoras y cianobacterias
Según los técnicos, la prolongación de la fase húmeda podría facilitar la proliferación de especies invasoras, como el helecho acuático Azolla, peces exóticos y cianobacterias, cuya aparición está siendo estrechamente vigilada por su posible impacto en la calidad del agua y la biodiversidad.
En contraste, la situación en las lagunas temporales no es tan positiva. Estos ecosistemas dependen del acuífero subterráneo, que se recarga lentamente conforme las lluvias se infiltran. Durante el pico de marzo se detectaron 220 lagunas inundadas, frente a un máximo potencial de 400. A finales de mayo quedaban unas 150, y hoy apenas 54 siguen con agua.
El caso de Santa Olalla, la laguna más emblemática del parque, sigue siendo alarmante. Ha permanecido seca durante tres ciclos consecutivos, una situación sin precedentes que revela la grave crisis del sistema hídrico. Su estado en verano dependerá tanto de la meteorología como de la salud del acuífero.
A pesar de los datos positivos en la marisma, la recuperación global del sistema hídrico será lenta y compleja, y requerirá medidas de gestión sostenida a largo plazo. La restauración de las lagunas y la protección del acuífero son tareas urgentes para garantizar el futuro de Doñana como ecosistema único en Europa.
