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Una sociedad madura necesita de un consumidor responsable.

No es necesario rebuscar demasiado para encontrar, un día cualquiera al abrir el periódico, historias obscenas sobre el egoísmo, la ambición y la impunidad de las grandes empresas:

Un bull dog inglés fallece de golpe de calor al ser tratado como una maleta en la pista de un aeropuerto y pasar más de una hora al sol en el mes de julio. Para evitar el alboroto, al dueño lo tienen esperando un buen rato desesperado a la espera de su perro y retrasan la noticia hasta que el resto de pasajeros se ha marchado, al tiempo que el ofrecen un bono descuento de 100€ para su próximo viaje con la compañía (Público, 13 de octubre de 2013).

Un magnate británico con negocios en diferentes sectores, entre ellos la aviación, decide cambiar su domicilio fiscal a la isla caribeña de Necker para no pagar tantos impuestos (El País, 13 de octubre de 2013).

Una anciana gana un juicio contra una compañía aérea por daños morales al negarle volar dentro de la UE con el pasaporte caducado de un mes, cuando la reglamentación comunitaria lo permite hasta con uno 5 años caducado. La cuestión es que un juzgado de Huesca falla a favor de la anciana con una multa a la compañía de 2.000€ que no pueden cobrar porque la única cuenta que tiene la aerolínea en España tiene un saldo de 67€ y una comisión rogatoria internacional tardaría años en solucionarse (El País, 13 de octubre de 2013).

No obstante la indignación, e incluso la más vehemente de las repulsas de taberna, que suelen provocar estas noticias, la gran mayoría de lectores que tuviera que buscar vuelo ese mismo día, incluiría a estas compañías en sus cábalas y compraría el billete que mejor le cuadrara en precio, horario y destino.

En una economía de consumo es el consumidor, más que cualquier otra fuerza, quien tiene el poder sobre qué tipo de sociedad quiere construir. Nada teme más una gran compañía que una mala campaña publicitaria provocada por un problema de consumo que retraiga nuevas operaciones. Pero lejos de ser conscientes de nuestra fuerza, nos dejamos arrastrar por los anuncios, por los anzuelos hábilmente colocados en cualquier gran superficie, por la inercia de manada que apuesta por lo que la mayoría consume; y así es más fácil para los pastores manejar a su antojo el ganado.

El futuro será aquel que entre todos construyamos, habría que plantearse esto cada vez que arrancamos el coche en lugar de ir a pie cuando el destino es próximo, cuando elegimos una prenda fabricada en dudosas condiciones laborales, cuando damos nuestra confianza a los que agotan recursos o alteran el medio ambiente. Todo influye, nuestras decisiones afianzan modelos económicos, hacen que ciertas empresas prosperen o se hundan, que regiones enteras prosperen o caigan en desgracia, que un bosque se salve o que un ecosistema se derrumbe como un castillo de naipes.

Una sociedad madura necesita de un consumidor responsable, que recuerde que el aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo.

 

Saulo Ruiz Moreno

Sobre el autor:

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María Luisa Parra

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