Operarios de ambulancias, en el Hospital de Jerez en una fotografía de archivo.
Operarios de ambulancias, en el Hospital de Jerez en una fotografía de archivo. JUAN CARLOS TORO

El pasado 26 de diciembre acompañé a un familiar cercano a Urgencias del Hospital General de Jerez. Estaba aquejado de un fuerte dolor en una pierna y presentaba una excrecencia también dolorosa en la ingle que nos hizo sospechar algo anormal. Después de varias pruebas y de ser reconocido por un doctor que aconsejó su ingreso “inmediato”, decidimos marcharnos a casa por el cansancio acumulado debido a las largas horas de espera, once o doce al menos, no sin antes dejar constancia de este último punto en el libro de reclamaciones. En efecto, las Urgencias estaban colapsadas, había un caos total y el joven doctor que nos atendió estaba exhausto y agobiado por la cantidad de informes y papeles que tenía que rellenar, pero aún así nos atendió de la forma más amable y profesional posible, como todo el personal que hemos encontrado en el centro hospitalario.

Al día siguiente, sin embargo, decidimos volver, pues el informe médico nos había creado una cierta alarma. Mi familiar fue recibido relativamente pronto por otro doctor que determinó el ingreso de inmediato a la vista de las pruebas. El problema es que pasamos unas trece horas aguardando de nuevo, parte en las salas de espera, parte en un sillón de la sala de observación, del cual fuimos desalojados para ubicar a otro paciente al parecer con una dolencia más grave, y parte simplemente de pie, ya que no había asientos disponibles en las salas de espera ni tampoco camillas en la sala de observación.

A nuestras repetidas preguntas sobre cuando iba a tener lugar el ingreso, primero se nos respondió que entre cinco y media y seis de la tarde, después que entre siete y media y ocho, y después que podía ocurrir en cualquier momento, incluso a las tres o las cuatro de la madrugada. Cuando sobre las diez y media de la noche se nos dijo que iba a venir “el celador” —lo que hace suponer que no había más que uno— para llevar a mi pariente a planta, después de un cuarto de hora de pie junto a un mostrador, se nos aconsejó que volviéramos a la sala de espera, por cierto increíblemente sucia, pues el celador estaba ocupado con una urgencia cardíaca y no sabían cuando podría terminar. Finalmente, alrededor de las once se pudo materializar el ingreso, con el inconveniente de que a las cinco o las seis de la madrugada mi familiar es desalojado de su cama, que debía ser ocupada por un paciente más grave, y trasladado a otra habitación.

Puede parecer surrealista, pero esto pasa en el Hospital de Jerez todos los días, especialmente en los periodos vacacionales. Y no sólo en Jerez, sino en los hospitales públicos de toda Andalucía, como también tuvimos ocasión de comprobar hace unos ocho años en el Virgen del Rocío de Sevilla. En pleno mes de julio no había camas para pasar a planta a una persona muy allegada que tuvo que morir en la sala de observación sin poder tener a su familia al lado. También interpusimos las oportunas reclamaciones y una denuncia ante el Defensor del Pueblo Andaluz, que después de haberse quejado a todas las altas instancias del SAS, no recibió más que explicaciones difusas, poco convincentes y sin duda calculadas para estas ocasiones. Y es que no se sustituyen las bajas ni las vacaciones del personal y a veces se cierran plantas enteras e incluso hospitales, como sucedió entonces con el Pabellón Vasco, adonde suelen enviar en Sevilla a los enfermos terminales.

Volviendo a Jerez, una vez en la habitación, muy pequeña por cierto, pudimos comprobar que, al encontrarse en la parte más antigua del hospital, el llamado “Hospital Viejo”, que data de 1968, las duchas están fuera —de las dos que hay, una de ellas averiada—, el aseo es minúsculo, no hay cortina de separación entre las dos camas, con lo cual la intimidad es inexistente, los sillones articulados están totalmente raídos sin que funcionen los mandos de uno de ellos ni tampoco las luces de cabecera, el interfono estropeado, cuando se piden sábanas limpias responden que no hay, una de las tuberías del oxígeno tiene una fuga...

Más: los tres ascensores internos de esta zona se paran con mucha frecuencia, con lo cual hay que “pasearse” de uno a otro hasta encontrar el que sube y baja correctamente, pero al lado de ellos hay un letrero que invita a subir por las escaleras porque “escalera es salud”: ¿También las camillas y las sillas de ruedas tienen que mejorar su salud? En varios lugares del hospital aparecen recomendaciones sobre la conveniencia de guardar silencio, pero estuvimos en el área de quirófanos, y en la sala de espera anexa había un ruido atronador. También se recomienda que no haya más de un acompañante por enfermo, y se habla en los carteles de horarios y tarjetas de visita que hay que devolver cuando uno recibe el alta, cuando la media de acompañantes por habitación es de cuatro o cinco personas y el horario de visitas es ininterrumpido durante todo el día. Sin duda, la presencia de familiares ayuda en el cuidado del enfermo al desbordado personal del centro, y por lo tanto conviene que no se retiren.

Hemos conocido los casos recientes de un anciano de 82 años que con un infarto ha pasado 18 horas en una butaca en el pasillo del hospital y el de otra señora de 88 años que se llevó 28 horas en una butaca y después otras 25 en la sala de observación hasta que pasó a planta. Se habla de que la epidemia de gripe colapsa las Urgencias del hospital y de los centros de salud, pero son los recortes en Sanidad los que los colapsan, recortes que no revierten en la mejora del servicio, como sería lógico, sino que van a parar en forma de “complementos de productividad” a los bolsillos sobre todo de los altos cargos del SAS, de los directores de hospitales y centros de salud, pero también, en menor cuantía, a los de médicos, enfermeros y administrativos, según su grado de cumplimiento de los “objetivos”, que no son otros que ahorrar al máximo a costa de la salud de los andaluces. Es el perverso sistema de gestión de la sanidad pública, que además hasta ahora se ha nutrido en proporción excesivamente alta de trabajadores eventuales, precariedad laboral que también ha producido en Andalucía errores de diagnóstico muchas veces irreparables, e incluso muertes.

El médico granadino Jesús Candel, promotor de la Marea Blanca andaluza, va a crear la asociación Justicia por la Sanidad, en la que participarán tanto ciudadanos como profesionales del sector. En Jaén ha quedado también constituida una plataforma por la defensa de la Sanidad pública y de calidad que piensa salir a la calle para reivindicar una sanidad digna. Hay previstas también movilizaciones en Málaga, Sevilla y Huelva el 15 de enero. ¿Qué pasa con Cádiz y Jerez?

Fuentes:

Antonio Mariscal Trujillo.

Viva Jerez, jueves, 29 de diciembre de 2016, pag. 9.

Abc de Sevilla, Andalucía, miércoles, 4 de enero de 2017, pag. 35.

Abc de Sevilla, Andalucía, jueves, 5 de enero de 2017.

Diario de Jerez, jueves, 5 de enero de 2017, pag.11.

Diario de Cádiz, viernes, 6 de enero de 2017, pags. 15 y 20.

lavozdelsur.es, viernes, 30 de diciembre, lunes 2 de enero y miércoles 4 de enero.

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