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La dinámica natural entre Uno Mismo y el Otro permite a cada persona reconfigurar su identidad para adaptarla a las circunstancias siempre cambiantes de las relaciones sociales (seguir leyendo).

La dinámica natural entre Uno Mismo y el Otro permite a cada persona reconfigurar su identidad para adaptarla a las circunstancias siempre cambiantes de las relaciones sociales. En estos días de exaltación de los nacionalismos, esta dinámica se tensa hasta el punto de convertirse en conflicto. Y así, lo que normalmente son fronteras fluidas entre individuos y entre pueblos se transforma en muro. La lógica del muro es el absurdo del temor a que la propia identidad desaparezca, diluida en la del otro. El muro nos hace creer que “español” o “catalán” son identidades opuestas y estancas, o que para seguir siendo europeos debemos rechazar al inmigrante. Y olvidamos que cuanto más aceptamos al otro, más uno mismo somos.

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