'Sinfonía 1 2/30', de Francisco López.
'Sinfonía 1 2/30', de Francisco López.

Cuatro lecturas, más o menos nuevas, han conformado mi particular y desordenado gabinete de esta primavera de pandemia donde la realidad nos ha golpeado. Lo cierto es que las dos primeras son relecturas persistentes y las dos últimas auténticas epifanías. Asombroso ha sido el hilo invisible que les ha dado sentido. 

Primera lectura: El crimen perfecto

Jean Baudrillard plantea en El crimen perfecto la inquietan hipótesis de la supresión de la noción de realidad. Una vez desaparecida tal noción el mismo hecho de su desaparición se mantendría oculto puesto que esa misma ocurrencia seria imperceptible en el único espacio donde es posible percibir, en el “desierto de lo real”, en palabras de Baudrillard. Seria “el crimen perfecto” pues no quedaría noticia o registro alguno. Si la realidad desaparece, desaparecen también los hechos y los objetos: sin lienzo y sin plano no hay imagen posible.

Esta inquietante hipótesis se adelantó en el tiempo a la actual postverdad. La realidad se ha convertido en una insoportable vecina de la imaginación. El arte contemporáneo que rompió los moldes del figurativismo y el realismo en favor de la imaginación creadora y la comprensión conceptual ha sido colaborador necesario también de este magnicidio. Sin realidad no hay tampoco realidades, mundos posibles, y por tanto pluralismo y diversidad de experiencias.

Segunda lectura. El mundo es la totalidad de los hechos que acaecen

En este año se celebra el centenario (1921) de la publicación de un libro que estaría llamado a tener un fuerte impacto sobre el arte contemporáneo; se trata del Tractatus lógico-philosophicus de Luwing Wittgenstein. En uno de sus pasajes describe al arte como “el objeto visto subaespecie eternitatis” y al mundo como el conjunto de los hechos que acaecen. La segregación de la imaginación, arte, con respecto a la realidad, mundo, ha sido el  puñal con que se ha perpetrado el crimen. Si los hechos ya no son parte del mundo entonces la experiencia estética sustituye y suprime todo experiencia posible y con ello solo quedan los objetos subaespecie eternitatis. Puede resultar chocante este repugnante matrimonio entre Andy  Wahrol y Trump o entre las múltiples retratos de Marilyn Monroe y los “hechos alternativos”. Ya Umberto Eco nos sorprendió situando al movimiento Dadá de antecedente directo de Brigadas Rojas como una especie de estetificación de la acción política, al contrario de lo que pretendían las vanguardias en su programa inicial de politización del arte.  

Tercera lectura. El ojo del observador

Esta semana de mayo tardío he disfrutado de un curioso gabinete de lecturas: por un lado he comenzado a leer el extraordinario trabajo de la historiadora y profesora de la St. John´s University de New York, Laura  J. Snyder. El ojo del observador. Johannes Vermeer. Antoni van Leeuwenhoek y la reinvención de la mirada, en donde realiza un  apasionante  paralelismo entre la influencia de la cámara oscura, antecedente directo de la fotografía,  en la pintura flamenca y la invención del microscopio científico. Arte y ciencia a través de las biografías del pintor Vermeer y del óptico Leeuwenhoek.

Cuarta lectura. La sinfonía de los abejarucos

La otra pieza de este gabinete de mayo es la exposición de fotografías de Francisco José López en el centro cívico de Las Sirenas en la sevillana Alameda de Hércules titulada Sinfonía de Abejarucos. La deslumbrante serenidad que muestran esta serie de fotogramas de abejarucos sobre cable nos engaña sin mentir pues la aparente limpieza pictórica esconde una mirada profundamente comprometida con la realidad. Hay mucha verdad en esos abejarucos que dialogan sobre el cable de una mañana blanca en la marisma. El ojo del observador se rebela contra la destrucción artística de la realidad a manos de la imaginación segregada. Por eso cree el visitante que está ante pinturas no ante fotogramas al igual que el hiperrealismo de Antonio López parecen fotografías y no pinturas. Si el movimiento creó la ilusión del cine, la quietud estática de las objetos de la fotografía recupera la realidad, subaespecie tempus, de las  cosas. 

Conclusión. La realidad nos golpea y nos salva.

Y he aquí el preciso momento en que emerge el hilo invisible que le otorga sentido a este gabinete de mayo: la fotografía de Fran López como la lectura de Laura  J. Snyde nos muestran que el crimen no es perfecto.

 

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