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Las naranjas y los limones eran en el pasado tan raros que constituían un regalo muy lujoso. (Seguir leyendo)

Esta mañana he recogido los frutos de mi naranjo y de mi limonero y luego los he apilado en una cesta para regalarlos. En las fiestas de invierno, antes de la sociedad de consumo y de la aparición de los grandes almacenes, los regalos eran sobre todo alimentarios.

En los países del norte, las naranjas y los limones eran en el pasado tan raros que constituían un regalo muy lujoso, reservado a los aristócratas y a los ricos comerciantes. En nuestra ciudad, al contrario, estos frutos son muy corrientes, lo que no les resta valor.

La proliferación de viviendas unifamiliares adosadas en las últimas décadas en Jerez ha permitido a muchos ciudadanos disponer de pequeñas parcelas cultivables. Aprovechemos este espacio para el autoabastecimiento y también para compartir frutos con los vecinos.

Las instituciones deberían apoyar activamente las iniciativas en agricultura urbana para que los jerezanos podamos contribuir al bienestar general de la comunidad.

Un huerto urbano es, además,  un espacio donde desarrollar nuestra espiritualidad, redescubriendo la poesía de lo que tenemos al alcance de nuestra mano. La felicidad que aportan las cosas simples es accesible para todo.a.s,  ¿por qué renunciar a ella?

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