Alertan de un estafador que vende papeletas en Chiclana: "Se va corriendo con tu billete".
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San Agustín decía que sabía lo que era el tiempo pero que si se lo preguntaba ya no lo sabía. Eso mismo le ocurre al dinero. Sé lo que es el dinero a condición de que no me pregunten qué es el dinero. Esto le ocurre a todos los conceptos que están tan interiorizados en el imaginario colectivo dominante, también llamado sentido común, que parecen obvios cuando son todo lo contrario a obvios. Sin embargo cuando esos conceptos son observados desde fuera aparecen como extraños, siniestros, sorprendentes, misteriosos.

¿Pero existe realmente el dinero? Sí pero como existen las palabras, los símbolos o los números: son construcciones sociales. ¿Pero qué tipo de construcción social es el dinero? ¿Un hecho social como el lenguaje natural? No. El dinero es un producto político y junto con la ley son las dos grandes obras del Estado. Sin Estado no hay dinero. Puede haber reglas de cambio en mercados informales, al igual que hay reglas de conducta informales no sancionadas por el derecho; pero eso no es ni dinero, ni ley. Recientemente el Tribunal Supremo español lo ha dejado claro en una histórica sentencia sobre las monedas virtuales: “el bitcoin no es dinero” (sentencia aquí). ¿Por qué? No tiene respaldo del Estado.

Al igual que la esencia de ley es la potencia sancionadora pública, la esencia del dinero es la creación (reconocimiento) de deuda. Lejos queda la “historia sagrada” del dinero que fabuló la economía neoclásica y que hasta el mismo Marx compartió. La llamada Teoría Monetaria Moderna (TMM) ha desmontado la invalidez histórica de este relato mítico fundacional del mercantilismo por el cual el dinero sería una evolución natural del trueque primitivo. Como ha demostrado la Teoría Monetaria Moderna (aquí) o la Escuela regulacionista francesa (aqui): el dinero es una ficción política como el derecho es una fictio iuris. Por eso la simple expresión deuda externa constituye una contradictio in terminis, es como hablar del entorno del universo. Si un Estado reconoce deuda pública es que reconoce que ya no es un Estado, o sea que de algún modo se comporta como una “colonia”.

John Searle en un magnífico artículo publica en el Cambridge Journal of Economic devela como el gran engaño, que no ficción, de la ontología neoclásica del dinero subyace en la idea de que la moneda es una expresión, significante, de un valor externo que la respalda. La preocupación por la naturaleza del dinero ha vuelto a resurgir después de la crisis del 2008, un ejemplo es el número monográfico donde se inserta el citado artículo de Searle. Se ve que cuando se mueve el suelo debajo de nuestros pies empezamos a interesarnos por los fundamentos. Vivimos en una sociedad donde el capital financiero es el puto amo y cuya base material es inmaterial, otra contradictio in terminis.

La crisis sanitaria del Covid-19 va a desvelar aún más la desnudez del rey. La esencia nihilista del dinero. Todos los Estados van a tener que superar en mucho su balanza fiscal o no hay salida alguna. Y esto será especialmente relevante en los estados de la OCDE. La Unión Europea tendrá al final que mutualizar la deuda, lo haga de hecho, que es lo más probable, o de derecho, coronabonos. No habrá repunte de la inflación, otros de los mitos neoliberales recurrente. Al final habrá como siempre una enorme quita (aquí). Y quedara claro que ni el clima, ni la biodiversidad, ni la energía, ni la salud global son el valor de referencia que respalda al fantasma del dinero.

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