'Escalera roja en Cagnes' (1923) de Chaim Soutine.
'Escalera roja en Cagnes' (1923) de Chaim Soutine.

Hay un dicho chino que dice que “toda crisis es una oportunidad”.

Entra esta frase en el catálogo de sentencias incontestables para un esoterismo mal llamado “terapia positiva”, para la cual todo es de color de rosa incluso el color negro más renegrido. 

Una crisis es una situación grave que pone en peligro el desarrollo de un asunto o, si hablamos de una persona, una situación personal difícil. En cuanto a la palabra “oportunidad”, significa un contexto (en el espacio y el tiempo) apropiado para obtener un provecho o cumplir un objetivo.

¿Ha habido crisis históricas o personales que han desembocado en oportunidades bien aprovechadas? Sí. ¿Siempre? No. A veces se aprovechan las crisis y otras, no. Incluso pasa a veces que no solo no se aprovechan, sino que se empeoran las circunstancias. Por ejemplo, la crisis económica llamada la Gran Depresión (que se inició en 1929 y se prolongó durante la década de 1930) desembocó en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) en la que se estiman que hubo unos 60 millones de muertos (más de toda la población actual de España y Portugal). Podríamos considerar este ejemplo de cómo no todas las crisis son una oportunidad, al menos para permanecer con vida.

El juicio “toda crisis es una oportunidad” es falso. Tanto desde la perspectiva social como desde la perspectiva personal. No podemos cambiar el “puede ser” por el “es”, sin más. ¿Por qué, entonces, nos empeñamos en repetirlo, una y otra vez? Porque su supuesta verdad está apoyada en otro error similar: querer es poder. Y nada nos gustaría más que fuese verdad para proclamar, definitivamente, la omnipotencia del ser humano. Pues no.

En nuestro mundo las cosas suelen ser inciertas. Y en esta incertidumbre anidan crisis. Todas las civilizaciones tuvieron su última crisis de la que, lógicamente, no lograron sobrevivir: desde Mesopotamia, los mayas y el Impero Romano. A algunas les sucedió una civilización superior, pero no a todas. Algo parecido les sucede a las personas: unas superan sus crisis; otras, no. De forma que, para estas últimas, las crisis no son oportunidades sino serios contratiempos o el inicio que desencadenan trastornos, enfermedades y padecimientos.

En las crisis se sufre. En algunas, mucho. Y no siempre depende su superación del esfuerzo y de la resiliencia personal. A veces, el tsunami arrasa con todo. Otras, es verdad, no oponemos voluntad suficiente. Pero, frente a una esclerosis lateral amiotrófica, frente a un volcán en erupción o una hambruna no nos quedan muchas oportunidades para considerar. ¿Es justo? Ni justo, ni injusto. Pero con el sufrimiento, conviene no frivolizar, especialmente si no es el tuyo. Esta es la cara feroz de la vida en donde algunos se empeñan en escuchar música celestial. Tontamente. Como si la naturaleza estuviera a nuestras órdenes. 

En realidad, somos una mota de polvo en el huracán de la naturaleza y en el torbellino de la historia. Poca cosa, en verdad. No sé de donde han salido todas estas majaderías de endiosar nuestra voluntad para protagonizar una película disneylándica de príncipes azules, serpientes samaritanas y osos amorosos.

El único hecho pertinaz en la historia de la humanidad es la guerra: el dato incontestable de que el ser humano mata a sus semejantes. A veces, incluso, ni siquiera para sobrevivir. Pues no han sido suficiente diez mil años para entender esta monstruosidad que, por cierto, no compartimos con ninguna otra especie del planeta. Mucho menos para desterrarla. Peor aún: a los que se oponen a las guerras les llaman despectivamente idealistas, ingenuos, buenistas… en el colmo del cinismo y de la insensatez.

¿Toda crisis es una oportunidad? Depende. A veces. Con grandísimo esfuerzo. Y con algo de suerte. Para vivir necesitamos certezas, no engañifas.

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