Estelada en Cataluña en una imagen de archivo.
Estelada en Cataluña en una imagen de archivo.

Asumir la plurinacionalidad del Estado español es un deber de todas y todos los ciudadanos de España, no como valor político e ideológico que cada persona debe tomar como suyo sino como valor jurídico que la propia Constitución de 1978 reconoce. 

Si nos vamos a la norma suprema de nuestro ordenamiento jurídico, España es una nación de naciones, o un Estado fruto de la unión (¿sin consentimiento?) de una variedad de nacionalidades. Aunque hemos de partir de la base del contexto en el que se encuentra ésta referencia, el artículo segundo de la CE. Citando textualmente “La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas”. 

Bien, analizando brevemente el artículo, partimos de la referencia a la unidad de la Nación española y todos los adornos que la acompañan en un afán de garantizar el poder elitista de la España (pos)franquista. Y no lo digo yo, sino uno de los Padres de la Constitución, como así dijo Gregorio Peces-Barba: “Las dificultades del momento histórico, recién salidos de la dictadura franquista, obligaron a añadir alguna retórica que podría desconcertar respecto al objetivo último del artículo [2], especialmente con la expresión reiterativa de indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles. Era una sobrecarga sobre la identificación de la nación común, para tranquilizar al búnker franquista y a los militares que habían hecho la Guerra Civil, y que más tarde explotarían el 23 de febrero de 1981”.

De otro modo la CE reconoce y garantiza la autonomía de las nacionalidades y regiones. ¿Pero a qué se refiere con nacionalidad? Podría parecer ambiguo, y tal vez lo sea, porque la Constitución garantiza la autonomía de las nacionalidades pero fomentando en otro orden la unidad de la nación española. Entonces, ¿existe esa autonomía, o qué es una nacionalidad? El propio Rubén Pérez Trujillano, Doctor en Derecho Constitucional, al definir el concepto de nacionalidad, habla de Nación sin Estado. Estamos por lo tanto en un Estado que dispara diversidad y plurinacionalidad, pero sometido a un poder sobrecargado de unidad de España, inducido por el búnker franquista.

Andalucía es una nación. Como andaluz, y sabiendo que esto puede chirriar a más de uno, soy consciente de que esta frase puede ser polémica, pero también soy consciente de la singularidad histórica, cultural, política, económica y social de Andalucía. También lo soy de las grandes desigualdades que mi propio Pueblo sufre, provocado como bien es sabido por una serie de desencadenantes políticos con antecedentes históricos basados en el abandono, dejadez y represión a cualquier intento de desarrollo para nuestra Tierra. 

Y como Andalucía hay otras tantas naciones sin Estado, sometidas al “yugo del centralismo” y predestinadas a la cola del progreso. En esa situación estamos los andaluces, liderando las tasas de paro, no solo de España sino de toda Europa.

Francisco González Navarro, Catedrático de Derecho Administrativo, decía que España era una totalidad, es decir, la unidad de una multiplicidad, señalando una serie de múltiplos sociales, territoriales, históricos y de naciones, diferenciando tres bloques, la España castellana (el territorio fuerte y favorecido por las instancias de la “Una, Grande y Libre Nación Española”), la castellanizada (como Extremadura, Murcia, La Rioja…) y la no castellanizada (Andalucía, Catalunya, Galiza, Euskal Herría, Baleares, Navarra y Canarias, Pueblos con su identidad). A estos últimos los podríamos llamar como las nacionalidades que componen el Estado español.

En otro sentido de cosas y sabiendo ya la diferencia que da la CE entre nación y nacionalidad, ¿cuál es la que existe entre las nacionalidades y las regiones? Muchos constitucionalistas coinciden en que el sentido que tiene es meramente político. Yo la interpretaría teleológicamente, basándome en el hecho de que la finalidad del artículo segundo es la de hacer una diferencia entre las naciones que estaban predispuestas (en un primer lugar) a exigir su autonomía, Cataluña, País Vasco y Galicia, y su manera de adquisición (también señalada en la disposición transitoria segunda), frente a los otros territorios que en un principio no tenían ese interés. Sin embargo, aparecen latentes los fallos y errores sistemáticos no contemplados originariamente por los Padres de la Constitución, como Andalucía y su interés andalucista (re)despierto en el 77 con las movilizaciones del 4D o la inútiles vías del 151 para acceder a la autonomía.

Negar, por tanto, que España es plurinacional o que Andalucía es una nación, es una simple gilipollez. Porque es una realidad. Y nosotros, los andaluces, así lo hemos demostrado durante toda nuestra Historia, porque está inmerso y hay que despertar en la realidad personal de los andaluces el defender nuestra identidad como Pueblo y nación. Y en estos tiempos de odio y manipulación mediática, los grandes perjudicados somos nosotros, los sujetos pasivos de las nacionalidades del Estado, sometidos a los discursos deleznables fomentados por el españolismo y que tienen la intención de asfixiar más si cabe la capacidad política de los Pueblos de España, mientras beneficia y enriquece a las élites ya preexistentes en el búnker franquista y que ahora están sentados en sus sillones a costa de todos los españoles. No obstante, no quiero entrar profundamente en este tema que da para otro artículo, como el nacionalismo de bandera rojigualda que se expande como la pólvora por nuestros colegios y calles.

Lo que está claro es que Andalucía es una nación, le pese a quien le pese, es una Matria que pide auxilio ante su situación vital. Como diría Blas Infante, somos una nacionalidad porque hay una común necesidad que nos invita a todos a luchar por una común redención, por la de las clases trabajadoras. Y él seguiría, como el propio Ernest Renan nos señala, “lo que constituye una nación no es el hablar la misma lengua o el pertenecer al mismo grupo etnográfico, es haber hecho grandes cosas con el pasado y querer hacerlas en el porvenir”, y sí, a los andaluces nos queda mucho porvenir… muchas cosas por las que seguir luchando.

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