Más Tonucci y menos coches

frato

Si los niños fueran más protagonistas en las ciudades todos saldríamos ganando.

Llevo varios días escuchando y leyendo las opiniones/comentarios/reacciones de unos y otros ante noticias como la semipeatonalización de la zona de las Angustias, los inconvenientes que han derivados de las obras que se están llevando a cabo o las consecuencias de la desaparición de una conocida marca por cierre de su tienda del centro y ampliación de su negocio en un centro comercial. Episodios puntuales pero que tienen mucho que ver con lo que se ha convertido esta ciudad en los últimos tiempos y con el modelo de ciudad al que aspiramos y defendemos los que en ella vivimos. También en estos días ando a vueltas con dos libros que son una forma de constatar un problema real como es la hostilidad de la ciudad contra sus propios habitantes, en especial con los niños, pero también la posibilidad igual de real de darle la vuelta a esta situación. La ciudad de los niños de Tonucci y la recopilación de las viñetas de Frato en sus 40 años con ojos de niño son dos libros muy recomendables y necesarios. En ellos se analiza la relación actual de los niños con sus ciudades y como pueden mejorar estas teniendo en cuenta siempre a estos niños como ciudadanos que son.

La ciudad de los niños de Tonucci es un proyecto pedagógico que se inició en 1991 en la ciudad italiana de Fano (Tonucci nació allí) y que en estos más de 25 años ha crecido dando lugar  a una red internacional de ciudades  (entre las que se encuentran 20 ciudades españolas). Desde el respeto absoluto a la infancia, es un proyecto transformador de la ciudad y en consecuencia de la propia forma de vida de sus habitantes, apostando por la vuelta de los niños a la calle. Dice Tonucci que “una vez tuvimos miedo al bosque. Era el bosque del lobo, del ogro, de la oscuridad en donde nos podíamos perder”. Las casas, los barrios, las calles, las ciudades, eran el lugar donde los niños se sentían seguros. En pocas décadas la situación ha cambiado, la ciudad se ha convertido para los niños en terreno hostil, donde no saben o no pueden desenvolverse solos, dependientes de la vigilia de los padres y condicionados por el poder supremo de los coches. 

En el análisis que el pedagogo italiano hace de la ciudad y los cambios que ha experimentado, resulta especialmente interesante como habla de los centros históricos y del despropósito que suponen esas ciudades “modernas” en las que se ha perdido la razón misma que llevó al nacimiento de la ciudad como tal. La ciudad, nacida como lugar de encuentro y de intercambio, se ha vendido. Se ha apostado por la periferia y se ha olvidado a los centros históricos, “diferentes y ricos por provenir de siglos de historia y cultura”, llenos de cosas bellas y no sólo útiles, negándoles además a los niños la experiencia del juego y el paseo en estas zonas. La ciudad ya no tiene habitantes porque no tiene personas que vivan sus calles.Frente a esto, ¿se puede hacer algo? Aquí está lo verdaderamente maravilloso del proyecto de La ciudad de los niños, en el  cómo plantea cambiar esta situación y sobre todo como ya es una realidad el cambio en varias ciudades. Frente a lo que se ha hecho en las últimas décadas pensando, proyectando y evaluando la ciudad tomando como parámetro un ciudadano medio adulto la propuesta ahora es sustituirlo por un niño. No se trata de ofrecer iniciativas o dotar a la ciudad de instalaciones para los niños, se trata de un cambio profundo que supone que cuando la ciudad sea más apta para los niños será más apta para todos. Una ciudad que además aceptará la diversidad y se volverá amable.

Cuando leo estas cosas y pienso en Jerez me muevo entre la ansiedad, el escepticismo, la ilusión…Realmente plantear iniciativas de este tipo es complicado porque son procesos participativos que requieren de la implicación de muchas partes. Gobierno municipal, políticos y todos los ciudadanos tendrían que ponerse a una. ¿Estaría la clase política dispuesta a escuchar a los niños, a respetarlos como proyectistas, a permitirles hacer desde un Consejo de Niños? ¿Sería posible ganarle la batalla a los coches y que el debate sobre el problema de aparcar en el centro desapareciera de una vez? ¿Sería posible que los niños volvieran a ir solos por la calle y se recuperara el juego en la calle? ¿Se lo permitiríamos los adultos? Sería posible, pero exigiría un ejercicio de generosidad muy grande por parte de todos y aquí si tengo mis dudas. Nos falta educación ciudadana y solidaridad.

En algunas ciudades los cambios son ya una realidad (será por eso que sigo pensando que no todo está perdido) y deberían convertirse en referentes a los que volver la vista. Llevo tiempo siguiendo el caso de Pontevedra. En unos años han conseguido que la ciudad de un vuelco total. Y ha sido posible porque en un momento determinado el alcalde conoció el proyecto de La ciudad y los niños y decidió cambiar de prioridades y tomar medidas concretas. Cambios en la movilidad urbana, con priorización del peatón sobre el coche (por una cuestión meramente democrática y es que todos somos peatones). Prioridad peatón, ciclista, transporte público, transporte privado. Medidas como ensanchar las aceras para que sea posible la doble circulación de peatones con un paraguas abierto (dos metros y medio) y dejar previsto espacio adicional para el mobiliario urbano. Esto trae consigo el que la calle para tráfico rodado se estreche y sólo sea posible circular en un sentido y sin aparcar en esas calles. ¿Imposible? No. ¿Complicado? Sí, pero con un plan de movilidad coordinado y coherente y con la buena disposición de la ciudadanía ha sido posible en Pontevedra. Podría contaros más cosas. Como que todos los pasos de peatones en esta ciudad están a la altura de las aceras para las sillas de ruedas y carritos de bebé (son los coches los que suben y bajan). O que desde hace unos años el ayuntamiento invita a los niños de 6 años en adelante a ir  a pie a la escuela y sin adultos que lo acompañen. ¡Y los caminos escolares funcionan! Para que haya salido bien ha tenido que haber la generosidad de la que antes hablaba y la voluntad de trabajar en esta dirección con reformas profundas (transporte público de calidad, implicación de los padres que permiten la vuelta de los niños a la calle, priorización del juego…). 

Tonucci defiende que la autonomía de los niños en la ciudad es un indicador sustancial que determina la calidad de ésta. ¿Hacemos el análisis de este indicador en Jerez? Al final si la peatonalización es mejor o peor para el centro, si el centro está más vivo a más muerto, si preferimos el pequeño comercio o los centros comerciales, son todo flecos de un mismo problema: la falta de un proyecto global de ciudad. Seguimos perdidos pero aún quedamos ilusos que creemos que es posible que las cosas cambien. A lo mejor lo que nos hace falta es una oreja verde como la del señor maduro del poema de Gianni Rodari, con la que “escuchar a los niños cuando cuentan cosas que a una oreja madura parecían misteriosas”.

Archivado en: