Madrid, "capital" mundial del flamenco

Nació en Andalucía, y como el ser andaluz, se universalizó. La presidente madrileña, o está mal asesorada, o confunde el flamenco con el chotis

La cantaora Paqui Lara acompañada de Manuel Peralta.
La cantaora Paqui Lara acompañada de Manuel Peralta.

La presidenta madrileña, Díaz Ayuso, manifestó en Estados Unidos que Madrid es la capital mundial del flamenco. Por tanto, Andalucía tiene poco que contar en esta historia. 

Para ser ecuánime, es cierto, como ocurrió con escritores y artistas en todo tiempo, que Madrid era la plataforma para darse a conocer o proyectarse en el mundo comercial. También, para flamencos menores —conocidos por los "de atrás"— la oportunidad de trabajar en algunos de los tablaos o salas de fiesta de la capital. Las discográficas se hallaban allí y era la única forma de darse a conocer. Madrid fue y es sede de esa industria, nadie lo pone en duda.

Sin embargo, de ahí a que la capital de España, por obra y gracia de Ayuso, se convierta en el centro mundial del flamenco, la expresión cultural europea más internacional, va un trecho imposible de salvar. Y, desde luego, supone un desdén a la tierra donde nació lo jondo; a las bienales, festivales, cátedras y aulas de flamencología, trabajos de investigación y encuentros que tienen lugar a todo lo largo de la misma. 

Madrid, como pueda serlo hoy Barcelona o incluso Bilbao, supo convertirse en un escaparate de esa cultura fuera de su origen, pero sin olvidar que fue construida por andaluces emigrados. 

En este sentido, haciendo algo de historia, el arte andaluz viviría en los 70 del siglo pasado una década especialmente brillante, cuya plataforma se desarrollaba, en buena medida, en el circuito comercial y en teatros madrileños.

A la industria discográfica se unía una importante afición. En esos años se crearon asociaciones y peñas, como la de Silverio, y las de los barrios populares de Vallecas, Fosforito, y de Tetuán, Charlot. También el mundo universitario con la actuación en los colegios mayores de la contestataria vanguardia flamenca andaluza. 

Pero detrás de todo ese impulso se hallaban flamencólogos y escritores andaluces. José Manuel Caballero Bonald produjo grabaciones y escribió letras, y Fernando Quiñones realizó una labor de estudio y divulgación que continuaría en las dos décadas siguientes. 

Como ejemplo, referiré el año 1970. Discos Vergara editó Archivo del Cante Flamenco (formato de la época, álbum y seis vinilos LP), conteniendo setenta y seis cantes y texto guía de Quiñones. Voces de Juan Talega, Rafael Romero, Pericón de Cádiz, Tomás Torre, Fernanda de Utrera, José Moreno Onofre, y los jóvenes El Lebrijano y José Menese, entre otros. Esta importante aportación se unía a las antologías que ya habían publicado los sellos discográficos Hispavox y Columbia. A esta iniciativa plenamente diseñada y elaborada por escritores y cantaores andaluces, hay que añadir otra gran obra del mencionado Caballero Bonald, quien produciría en 1972 la edición de Cantes de Triana y Cantes de Utrera y Alcalá.   

Entre estos intelectuales de la “diáspora” andaluza se hallaba el andalucista Manuel Ríos Ruiz, que bebió el flamenco desde niño en el popular barrio jerezano de Santiago, y fue productor del cante en la reconocida firma Hispavox. El malagueño José Luis Ortiz Nuevo realizó interesantes aportaciones en cuanto al enfoque político de este arte. Junto a ellos, sin ser andaluces, pero identificados plenamente con su cultura, destacaron Félix Grande y el crítico de la revista Triunfo, Francisco Almazán, que nunca dejaron de reconocer su admiración por lo jondo y su cariño por Andalucía.

Y en Cataluña, otro foco de la cultura popular andaluza debida a su importante emigración, quien fuera diputado andalucista en el Parlamento catalán Francisco Hidalgo Gómez. 

Una labor, que realizaban en Andalucía Julio Vélez Noguera, Manuel Barrios, José Guardia Rodríguez o Luis Soler Guevara. Sin olvidar a José Heredia Maya y Juan de Loxa, quienes pusieron letra a la emblemática obra Camelamos naquerar.

Porque no hay que olvidar el origen netamente andaluz del teatro popular flamenco surgido a mediados de los 60 del siglo pasado. Teatro Estudio Lebrijano, impulsado por el jovencísimo y malogrado Juan Bernabé, con obras como Oratorio rompió con los moldes existentes hasta ese momento en la escena. Una línea que habría de continuar Salvador Távora con su Quejío.

En el tiempo actual el flamenco es reconocido y está presente en toda la geografía española y es registrado como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Nació en Andalucía, y como el ser andaluz, se universalizó.  La presidenta madrileña, o está mal asesorada, o confunde el flamenco con el chotis.

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