La guerra como un hongo

setaa.jpg

A medida que avanza el otoño, la palabra “guerra” se propaga en los discursos de los políticos y de los medios tan discretamente como crece un hongo (seguir leyendo...)

En estos días he salido a pasear por la Sierra, para descubrir setas y disfrutar del otoño. He encontrado muchísimas y muy diversas, pero no he cogido ninguna. Me ha bastado con admirarlas.

Las setas son la parte aérea, más o menos visible, del cuerpo de los hongos. Los hongos no son plantas, ni tampoco animales ni algas. Parecen plantas pero no producen hojas, ni tallos, ni raíces ni flores. Las paredes exteriores de su cuerpo son quitinosas como las de los insectos, a través de las cuales absorben el alimento como hacen algunos gusanos parásitos, pero no son ni lo uno ni lo otro. Los hongos se asemejan en cierto modo a las algas, pero no producen clorofila ni carotenos, razón por la cual necesitan alimentarse de otros seres vivos, como hacen los animales, aunque tampoco son animales.

Es decir que los hongos sólo pueden definirse por lo que no son. Como los sueños. O como la locura. O como la guerra.

Proliferan discretamente, alimentándose de restos (hojas muertas, tallos muertos, carne muerta), transformando el entorno con la dudosa promesa de beneficios futuros para el bosque que los alberga.