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Uno de los mecanismos de defensa que podemos utilizar en la comunicación con el otro es la negación.

Uno de los mecanismos de defensa que podemos utilizar en la comunicación con el otro es la negación. Dice Ana Freud que el yo infantil tiene la libertad de negar cuanto le produzca displacer en la realidad, conservando intacto su juicio acerca de la misma. En ocasiones seguimos echando mano de este yo infantil para defendernos de nuestra propia angustia.

La actitud evitativa tiene en su base la utilización del mecanismo de defensa de la negación de una realidad que resulta molesta o directamente amenazadora. Aparece así un comportamiento fóbico frente a la angustia que posibilita la huida (negarse a afrontar) mediante una artificial restricción de la libertad de acción. Encerrarse en sí mismo o incluso físicamente.

Cuando se produce un comportamiento “avestruz”, un miembro de la pareja sabe o sospecha qué cosa le puede resultar amenazadora y utiliza alguna estrategia para no abordar ese asunto. Un caso frecuente consiste en agarrarse al significado inmediato de las palabras, huyendo del sentido de la conversación. Con mucha probabilidad, la persona que utiliza este mecanismo sabe con claridad qué es lo que está planteando el otro pero le resulta molesto abordarlo. Este no afrontamiento de la realidad dificulta la comunicación y provoca en el otro una cierta sensación de impotencia como si estuviese frente a un frontón que te devuelve sistemáticamente la pelota.

Por ejemplo:

(Ella) -Cariño, tenemos que hablar.

(Él) -Mi vida, ¿pero no te parece un poco tarde?

(Ella) -Lo sé, pero es que no me puedo dormir. Estoy muy triste.

(Él) -Pero muy triste por qué, si ya sabes que te quiero mucho…

(Ella) -Porque no nos comunicamos…

(Él) -¿Cómo que no nos comunicamos? ¿No estamos hablando?

(Ella) -Tú nunca quieres hablar.

(Él) - ¿Qué nunca quiero hablar? ¿Pero no estamos hablando? Estamos hablando ¿no? Pues si estamos hablando es que nos comunicamos… ¿Cómo dices que no hablamos si son las doce de la noche y estamos hablando? ¿O qué estamos haciendo?

(Ella) – …………..

(Él) – Bueno, pero si quieres mañana seguimos hablando… aunque mañana tengo un mal día… el día que tú quieras… Porque ¿tú quieres que hablemos o no?

(Ella) - ……………

Esta actitud es diferente de la que denomino “yunque de platero”. En esta otra lo que sucede es que directamente no interesa en absoluto lo que expresa el otro, ni sus deseos, ni sus intereses, ni su mundo personal, en definitiva. Cada cual está en su mundo y es como si ambos tuviesen una doble conversación.

Ejemplo:

(Ella) – Estoy preocupada por la salud de mi madre. La veo regular y los médicos no terminan de encontrar el diagnóstico. Yo ya no sé qué hacer, si llevarla a otro médico o seguir con la medicación que tiene ahora.

(Él), que en ese momento está haciendo un crucigrama, le dice: - ¿Yunque de platero?

(Ella) - Pues lo que te iba diciendo, que no sé si llevarla a otro médico…

(Él) – Este maldito crucigrama no hay quien lo termine…Yunque de platero, tas.

(Ella) –No sé cómo puedes estar ahí como si nada.

(Él) –Enseguida termino. Qué impaciencia… Este maldito crucigrama no hay quien lo termine. A ver, ¿qué le pasa otra vez a tu madre?

(Ella) –Déjalo, total, da igual…Ya veré lo que hago…

(Él) –Como tú quieras…

Tanto en el avestruz como en yunque de platero, ambos participantes están centrados en su propio yo y las necesidades del otro están a miles de kilómetros. Parece que no quisiéramos ponernos en su lugar para poder entenderlo, por cualquiera sabe qué razón. Como si existiera una pantalla aislante entre ambos, un muro de cristal utilizado como defensa que nos hace sordos a las necesidades del otro. De manera similar a lo que sucede “un día de lluvia”:

(Ella) -Estoy hecha polvo. Estoy harta. Nadie me escucha. Mis hijos van a su bola. Mis padres siempre con sus penas y con sus males, siempre con su cantinela. ¿Y tú, qué quieres que te diga? O estás con tus amigos o viendo el fútbol en la televisión… ¿Y a mí quién me escucha? ¿A quién le cuento mis cosas? Yo también necesito que alguien me atienda…

(Él) -Perdona, ¿está lloviendo hoy mucho? Es que tengo el coche recién lavado y no quiero que se me vuelva a ensuciar. ¿Qué estabas diciendo?

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