Imagen de archivo de una marcha feminista. Hombres, ¡Debemos ser feministas!
Imagen de archivo de una marcha feminista. Hombres, ¡Debemos ser feministas! MANU GARCÍA

Sí, los hombres debemos ser feministas. El feminismo como tal se ha escenificado con mayor o menor intensidad en la historia de la humanidad, reflejándose de forma menos opaca con la llegada del sufragio universal. Las mujeres nunca han tenido un camino fácil, sino más bien al contrario: un camino repleto de obstáculos impuestos por los convencionalismos de una sociedad patriarcal y machista. En la actualidad, no cesan el batiburrillo de ideas que ponen en cuestión el movimiento feminista e incluso exponen una frase que me parece un tanto irónica: "el feminismo de ahora no funciona, solo trata de perseguir al hombre e inferiorizarlo". Es curiosa la deslegitimación de un movimiento que realmente siempre ha estado ahí, pero que ahora es cuando ha podido ser escuchado con mayor intensidad. ¿Acaso no es la libertad de expresión de las mujeres lo que violenta a estos vociferadores? Ellas que hasta poco más de medio siglo han sido dominadas y tuteladas por el varón.

Sin embargo, el machismo más que erradicado se mantiene estable, quizás por el propio interés del hombre en mantener su posición hegemónica o por ciertos partidos políticos que combustionan aún más ese sentimiento constante de peligro ante la pérdida del trono. Y ahora bien, retomando la idea principal, los hombres debemos ser feministas por diferentes cuestiones que nos afecta -tanto a hombres como a mujeres-. 

En primer lugar, un hombre conformado por una sociedad patriarcal es dominante, tomando una personalidad carente de cualquier emoción visible a ojos del resto de mortales, lo típico de “los hombres no lloran”. Esa dominación vista durante diferentes periodos históricos, le otorga la potestad de posicionarse en superioridad respecto a la mujer, una mujer dominada y servidora de placer, aspecto que, aunque en menor medida, aún no ha desaparecido en su totalidad. Establecido este canon en el que la masculinidad tóxica se presenta tenuemente, el varón deconstruido sufre el ataque de lo que a mi parecer considero como antidemócratas. 

Sin dejar atrás la dominación, el hombre desde bien temprana edad se ha sentido respaldado por influencias que se alejan con ferocidad del plano igualitario, ya sea en su entorno familiar, el entorno laboral, los medios de comunicación e incluso la cultura. ¿Cuántos referentes en el mundo intelectual han sido expuestos por docentes en los centros educativos? Posiblemente, la lista sea breve y podemos percatarnos del androcentrismo en la cultura, dónde el hombre es protagonista y director de la historia. 

Por otro lado, los hombres debemos ser feministas, y no para conseguir mantener relaciones sexuales con chicas, como despotrican los “machotes” contrarios al movimiento morado, sino para convivir en igualdad y libertad. Para que no solo el hombre, sea quien en las relaciones sexuales resulte complacido; ni los que conformen la totalidad da las aulas en grados universitarios orientados a la ingeniería o a la informática; ni los únicos protagonistas en deportes como el fútbol o el automovilismo, y no resulte ser la mujer la que tiene que ser acosada sexualmente; la que con miedo pise las calles por la noche; la que se encargue de las tareas del hogar; la que sacrifique su carrera profesional por la crianza; o la que tenga que reivindicar la igualdad y manifestar la desigualdad. Es por ello que os digo: hombres, ¡tenemos el deber para conseguir eliminar lo que ellas no deben sufrir! 

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