Fue Franco quien nos trajo la democracia

Cristóbal Orellana.

Licenciado en Filosofía (US), Diplomado en Geografía e Historia (UNED), Máster en Archivística (US), Máster en Cultura de Paz y Conflictos (UCA), de profesión archivero, de militancia pacifista, de vocación libertario, pasajero de un mundo a la deriva.

Miguel Primo de Rivera y Urquijo. FOTO: PLAZA Y JANÉS
Miguel Primo de Rivera y Urquijo. FOTO: PLAZA Y JANÉS

En la prensa conservadora —cada vez más— de la ciudad de Jerez se desgañitan los periodistas del grupo Joly no solo en defensa de José María Pemán, sino también a favor de personalidades del franquismo como Miguel Primo de Rivera y Urquijo. A algunos, ya cercanos a la sesentena, no nos sorprende esta pasión nostálgica de remembranzas de un pasado supuestamente idílico por parte de quienes en aquella época declaran haber sido felices y comido perdices (por ejemplo en elefantiásicas cacerías en Montes de Propios). El Diario de Jerez —en una carta del director de 9 de diciembre pasado— arremete broncamente, sin ambages, contra el gobierno del PSOE y sobre todo contra la izquierda local que lo apoya por no iniciar ya un proceso de beatificación del político franquista, a quien se presenta como un excepcional tecnócrata más allá del bien y del mal, más allá de la política y de la, supongo, ineficaz y aburrida democracia.

Entonces, que quede claro... la memoria histórica es (según esos periodistas) una memoria selectiva, vengativa, antisocial, injusta y totalmente en contra de la verdad. Que quede claro que, frente a la cantinela izquierdosa de la memoria histórica y sus aburridas víctimas del fascismo en Jerez, con más de 600 muertos aún no sabemos dónde, han de brillar en el firmamento eterno de la verdad imperial estrellas rutilantes como la labor apolínea de Miguel Primo de Rivera y Urquijo, alcalde perpetuo de Jerez. Amén, y viva la mitificación de la Transición y el inmovilismo de la Constitución del 78 y también, ya que estamos, una Casa Real que ha dejado ejemplos de degradación institucional mucho más que graves.

Bueno, que conste que, a pesar de las ironías, no me alegro de la muerte de este hombre, a quien no he conocido, y que si hablo de él es, sencillamente, porque a Miguel Primo de Rivera se le concedieron las máximas distinciones en vida: medalla de oro de la ciudad, título de hijo adoptivo, etc., no siendo comprensible que el director de Diario de Jerez escriba eso de: "no ha tenido el reconocimiento que merece una autoridad y un gestor tan eficaz de lo público". Este editorial, por tanto, es un exceso nostálgico que no se sostiene y que, además, a mi modo de ver, guarda ciertos paralelismos políticos con lo ocurrido en Jerez con la figura de José María Pemán.

Pero dejemos hablar un momento al que fue alcalde de Jerez en su más celebrada intervención, de 1976, en las Cortes como ponente de la Ley para la Reforma Política: “…la irrepetible autoridad política de Francisco Franco –al que desde aquí proclamo mi lealtad y sin renunciar a mi devoción personal por él, a cuya sombra crecí y viví en paz, lo mismo que tampoco renuncio a mi condición joseantoniana– es indiscutible que hay que sustituirla por otra autoridad política… Y, paralelamente, quiero dejar muy claro que, si en atención a estas nuevas instancias que se produzcan, que no nos podemos imaginar y que no quiero imaginarme, y tuviera que renegar de aquella memoria o de los hombres que tan generosamente le sirvieron, admitiré lo que el pueblo diga, pero que no cuenten conmigo, pues por ellas no dejaré de ser joseantoniano, ni abdicaré de mi devoción a Franco…” 

Me parece a mí que oponer los supuestos brillos de imparcialidad, neutralidad pro democrática, etc., de estas figuras del franquismo (Pemán, Miguel Primo de Rivera, etc.), a la "memoria selectiva" de quienes pretendemos que se dé digna sepultura a los que los golpistas del 36 mataron sin compasión, es un mal intento, es una tosca andanada contra la convivencia democrática, es avivar los viejos rescoldos de forma torpe y truculenta, es no poder contener el enfado que causa la amplia legislación sobre memoria histórica en Andalucía, es faltar el respeto a las víctimas del franquismo.

Aunque no se haya puesto su cuadro en el balcón del Ayuntamiento en señal de duelo colectivo y hayan repicado todas las campanas de las iglesias de Jerez a clamor, la prensa local ha dedicado a la figura de Miguel Primo de Rivera y Urquijo sendas crónicas elogiosas que todos los vecinos, que ya no recuerdan mucho al personaje, han podido leer —o no—. Incluso un historiador como Manuel Ruiz Romero, conocido por sus ideas andalucistas de izquierda y vinculado a Podemos, ha escrito elogiosamente (incluso sin mencionar los agudos conflictos sociales de la época desde el punto de vista de quienes los padecían más) acerca del alcalde fallecido. ¿Pero qué más se puede pedir?, ¿a qué viene entonces ese llanto lastimero de Diario de Jerez? A Miguel Primo de Rivera solo le falta que se le beatifique, pero no creo que eso tenga, supongo, mucho sentido.

Qué interesante sería conocer, por ejemplo, todos los detalles de la aventura como buscador de una tonelada de oro de Miguel Primo de Rivera y Urquijo mientras era alcalde de Jerez: “Ahora una compañía belga, haciendo uso de una licencia a nombre de don Miguel Prim de Rivera, alcalde de Jerez de la Frontera, lleva a cabo prospecciones tendentes a encontrar dicho oro. Pero esta vez ya no se habla de pepitas ni de rastros más o menos ciertos; se halla en el fondo de un pozo que debe tener de catorce a diecisiete metros de profundidad y que se encuentra en la desembocadura del agujero o túnel que da el nombre de Montefurado a aquella zona… Si efectivamente se halla la tonelada del preciado metal, se habrá producido uno de los descubrimientos mineros del siglo…”   (ABC de Sevilla de 13 de septiembre de 1966):

En fin, a través, por ejemplo, del libro de Foweraker (La democracia española. Los verdaderos artífices de la democracia en España) sobre las luchas sociales en Jerez a fines del franquismo sabemos que las cosas no eran, por supuesto que no, tan idílicas como nos relatan las necrológicas del alcalde fallecido. Mientras unos trabajaban ya, según se nos quiere hacer creer, por la democracia que se iba fraguando, otros, los de abajo, los intencionadamente olvidados de siempre, se dedicaban a defender la dignidad de la clase trabajadora que no sabía, como sí sabía el alcalde, ni inglés ni derecho, pero que tenía la fea costumbre de intentar comer todos los días: “cuando llegó la redada encontró a estos hombres del campo ocupados plenamente en las actividades que habían improvisado, actividades que seguían dependiendo como siempre de los contactos personales y de la confianza personal. La policía llevaba vigilándolos varios meses antes de entrar en acción, y su vigilancia se había centrado sobre todo en los hombres que habían destacado en el Sindicato Vertical. Cuando detuvieron a Paco de las Flores, todavía llevaba el Mundo Obrero en las botas, como solía; y cuando empezó la huelga a finales de 1969, todavía se seguía repartiendo la propaganda a través de los contactos clave de cada población: Paco Cabral en Trebujena, Antonio Palacios en Jerez y Eduardo Sánchez en Sanlúcar. Cuando llegó finalmente la purga, a principios de 1970, la tarea más acucienate fue la de recoger fondos para los presos y para sus familias. Luis Jaramillo se encargó de recoger dinero para las familias más necesitadas de Sanlúcar; siempre se había encargado de llevar dinero a los enfermos, por lo que la Guardia Civil no impidió lo que parecía ser su ocupación de siempre. El dinero que procedía de Paco Cabral llegaba al Puerto por medio de Antonio Palacios, de Jerez, que se lo daba a su hermano José, y este a José Aldana…”

Como pudo constatarse recientemente en una mesa redonda celebrada en la sede del Ateneo de Jerez, el movimiento obrero de esta ciudad no olvida las luchas sociales que tuvieron lugar desde los años 60 y posteriores —incluyendo el mandato del alcalde Miguel Primo de Rivera y Urquijo— en contra del régimen franquista. A este respecto fue demostrativa la intervención del sindicalista, miembro del PCE y exconcejal del Ayuntamiento de Jerez, Manuel Romero, narrando los hechos de aquella huelga de fines de 1969 y principios de 1970 en la que, que se sepa, Miguel Primo de Rivera no movió un dedo a favor de los trabajadores que exigían al régimen franquista el cumplimiento de un derecho humano tan básico como es el derecho a un trabajo digno.

Pero vayamos al meollo de la cuestión: ya no es posible sostener por más tiempo el mohoso relato de estado de que personas como José María Pemán o Miguel Primo de Rivera fueron quienes nos trajeron la democracia oponiéndose a la dictadura (ellos que hicieron sus carreras políticas en Falange y de la mano de Franco). Porque este relato, además de faltar a la verdad histórica es, en sí mismo, antidemocrático, es decir, olvida que el protagonista del advenimiento de la democracia fue, por un lado, el pueblo español y, por otro, todos los partidos políticos y sindicatos, como el PSOE, el PCE, CCOO, la CNT, etc., que tuvieron siempre la dignidad de oponerse por derecho al sanguinario dictador, pagando un alto precio por ello.

En la contraportada de su libro No a las dos Españas. Memorias políticas, el alcalde de Jerez entre 1965 y 1971 permite, claro, que se diga de él nada más y nada menos que lo siguiente: "...al margen de las utopías del exilio y del fracaso de la oposición interior, se forjó el tránsito hacia la monarquía parlamentaria nacida de la vigente Constitución, tránsito que fue posible gracias, sobre todo, a la Ley para la Reforma Política que defendió brillantemente en las Cortes en noviembre de 1976". Ahí queda eso. Y concluyamos: Franco era, en realidad, un hombre bueno y a su muerte dejó sentadas las directrices —"las cosas bien atadas"— para que viera la luz la democracia...

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