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Lo descubrí tarde y por casualidad. Regalé a mis hijos La tarta voladora de Rodari y me llamaron mucho la atención las ilustraciones que acompañaban al texto. Tan sencillas pero con tanta fuerza que me puse a investigar sobre un tal Bruno Munari, el autor de aquellos dibujos. Y lo que encontré fue tan increíble que desde entonces está en mi lista de favoritos. Su trabajo con los niños y para los niños es tan interesante que se convirtió en uno de mis referentes.

Este milanés fue diseñador, artista, pedagogo, poeta, teórico del diseño e inventor de artilugios surrealistas como los tenedores parlantes. Muy joven se integró dentro del grupo de los futuristas italianos (toda su vida conservaría el sentido del dinamismo y la experimentación de este grupo) y durante su dilatada carrera sus contribuciones al diseño del siglo XX son imprescindibles, tanto a nivel teórico con obras como Cómo nacen los objetos como con sus colecciones de máquinas inútiles, libros ilegibles y objetos encontrados.

Picasso lo llamó “el Leonardo de nuestro tiempo”, Goffredo Silvestri “el padre de todos los diseñadores”, Pierre Restany “el Leonardo y el Peter Pan del diseño italiano” y Umberto Eco dijo de él que “trabajaba la página como si afinase un violín”. Él se presentaba como "inventor, artista, escritor, diseñador, arquitecto, gráfico, juega con los niños". Porque jugar con los niños le gustaba y consideraba que era una actividad seria a lo que los niños debían dedicarse con pasión, correspondiéndole a los adultos acompañarlos sin intromisión, dejándolos hacer.

Sus contribuciones en el ámbito de la infancia incluyen libros, talleres, juguetes y una forma diferente de entender la forma de trabajar con los niños. Bruno Munari desarrolló el método "jugar con el arte" aplicando los principios fundamentales de la pedagogía activa, en la que los niños hacen por sí mismos, buscan, descubren y experimentan, en contraposición con los aprendizajes dirigidos donde no hay lugar para la creatividad. Y él creía sobre todo en la creatividad de los niños y en la posibilidad de tener un pensamiento elástico.

A Munari no le gustaban los libros que encontraba para su hijo Alberto. Los libros infantiles les resultaban “aburridos y sin sorpresas” y decidió hacer él mismo los libros que no encontraba. Munari proyectó una serie de libros donde unía la comunicación textual y sensorial, el aprendizaje, el juego, el descubrimiento y la experimentación. Son auténticos objetos-juego, paseos en los que el libro cambia su comportamiento material. Ahora estamos más familiarizados con este tipo de libros pero en su momento estaban muy lejos de los libros tradicionales. De entre ellos, Nella notte Buia (1956) y Nella Nebbia di Milano (1968) son espectaculares.

También imprescindibles son sus libros ilegibles (para niños y adultos), que renuncian a la comunicación escrita (no hay texto) en favor de comunicar a través del tacto, del color, de las formas, de la proporción, de las secuencias… Son libros pensados para una interacción lúdica e imaginativa. Perfectos para los niños. Y tampoco podemos perdernos los Prelibros (que desarrolló ya en los años 80), para familiarizar a los niños de edad preescolar que aún no saben leer ni escribir, con los libros. 12 libros distintos, pequeños, porque Munari pensó incluso en la facilidad de manejo. Él no quería enseñar a los niños a “leer” un libro, sino a que entendieran cómo funcionan los libros más allá de las palabras, con estímulos visuales, táctiles, olfativos, sonoros y hasta térmicos.

Renovó los libros infantiles por completo. Todavía encontramos muchas de sus ideas en los libros actuales. Su labor creativa en el campo de la literatura infantil le proporcionó el Premio Andersen al mejor autor infantil en 1974. Su interés por el juego le llevó también al diseño de varios juguetes, como su juego de bloques de madera “Scatola di architettura" o su ABC y su Più e meno (quizás los más conocidos). Estos juegos potenciaban la creatividad de acuerdo con su idea de que “¡jugar es algo serio!", porque “los niños de hoy son los adultos de mañana, ayudémosles a crecer libres de estereotipos, ayudémosles a desarrollar todos los sentidos, ayudémosles a ser más sensibles, un niño creativo es un niño feliz!”. Por sus contribuciones excepcionales en el desarrollo de la creatividad en niños, Munari recibió en 1986 el premio Lego.

De sus trabajos para niños y de su interés por el mundo infantil surgen de forma natural sus talleres para ellos. En 1977 crea el primer laboratorio para niños en un museo, nada más y nada menos que en la Pinacoteca di Brera de Milán. Y ya en los 80 desarrolla sus talleres "Jugar con el arte" y "Jugar con la naturaleza". Munari fue también pionero en este ámbito, tanto en la idea como en su enfoque.

Los que ya crecimos debiéramos recordar de vez en cuando sus palabras. “Conservar el espíritu de la infancia dentro de uno durante toda la vida quiere decir conservar la curiosidad por conocer, el placer de comprender, el deseo de comunicar”. Bruno Munari lo consiguió. Felicidades señor Munari, a su edad se conserva usted de maravilla.

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